El ocaso de los impolutos
El gran historiador Sebastian Haffner llam¨® "un milagro alem¨¢n" al fen¨®meno sin precedentes que fue, desde la fundaci¨®n de la Rep¨²blica Federal de Alemania en 1949, la responsabilidad conjunta en la defensa constitucional y democr¨¢tica de los dos grandes partidos populares alemanes. Ideol¨®gicamente antag¨®nicos en el escenario parlamentario, la Uni¨®n Cristianodem¨®crata (CDU), con su hom¨®logo Cristianosocial b¨¢varo (CSU), y el Partido Socialdem¨®crata (SPD) renunciaron desde un principio a la pol¨ªtica cainita de los partidos de la rep¨²blica de Weimar -la lecci¨®n de la tragedia del nazismo lo impon¨ªa- y, juntos o por separado, en coalici¨®n o enfrentados, defendieron los principios de una Alemania occidental y atlantista, democr¨¢tica, antifascista y tolerante.A aquella RFA que hoy tiene continuaci¨®n y confirmaci¨®n de sus ideales en la Alemania unida no puede faltarle uno de los dos partidos, de las dos columnas maestras de la mejor construcci¨®n pol¨ªtica que los alemanes se han dado nunca a s¨ª mismos y a Europa. Las actuales revelaciones han dejado de ser una mera tragedia humana para Helmut Kohl, un estadista retirado en la gloria que en semanas ha ca¨ªdo en la ignominia. Que este hombre adquiriera el mal h¨¢bito de situarse por encima de la ley no ser¨ªa sino una nueva prueba de las tentaciones y el peligro del ejercicio de un poder extremo e incontestado, durante un periodo excesivo de tiempo.
Por desgracia para todos, sin duda tambi¨¦n para el actual Gobierno del SPD de Gerhard Schr?der, los desafueros financieros en la CDU no se limitan a ese derecho que Kohl se hab¨ªa autoarrogado para violar la ley de partidos y la constituci¨®n federal y neutralizar as¨ª lo que consideraba mezquindades del control financiero ejercido sobre grandes personajes de la historia como ¨¦l. Su sucesor ha reconocido haber hecho casi -de momento casi- lo mismo. Parece improbable que sean los ¨²nicos. Y otros esc¨¢ndalos -ya se asoman- pueden traer desastres para todos por v¨ªa del descr¨¦dito de todo el sistema. La voluntad de poder queda estigmatizada por la impresi¨®n de que ning¨²n pol¨ªtico que la manifiesta queda impoluto. Nadie que defienda el orden democr¨¢tico que ha hecho de Alemania un socio fiable y solidario de las democracias occidentales deber¨ªa re¨ªrse de estas desgracias de los conservadores. El SPD ganar¨¢ previsiblemente, gracias al esc¨¢ndalo, las elecciones de Schleswig-Holstein el mes que viene; tambi¨¦n despu¨¦s las de Renania del Norte Westfalia.
Pero el da?o que el desprecio a las leyes por parte de Kohl y sus hombres de confianza han causado a su partido y a la identificaci¨®n de los alemanes con la rep¨²blica es tremendo. Que la CDU no haya hecho pi?a en torno al desafuero de sus dirigentes, sino insista en el esclarecimiento de los hechos la dignifica y distingue de otros partidos en Europa.Y abre una esperanza de recuperaci¨®n. Pero las heridas abiertas por esta violaci¨®n de la confianza del electorado pueden tener costes altos para todos los que defienden un Estado que merece, pese a todo, ser defendido.
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