LA CR?NICA El siglo de Bach y el jazz
AGUST? FANCELLI"No tenemos otro camino que modernizar a Bach. Las obras ejecutadas seg¨²n los recursos habituales en su ¨¦poca ya no producir¨ªan la misma impresi¨®n en el p¨²blico moderno, pues ¨¦ste tiene ahora exigencias que no ten¨ªan los fieles de santo Tom¨¢s", escrib¨ªa el m¨¦dico, te¨®logo, pacifista y m¨²sico Albert Schweitzer (1875-1965) en su obra J. S. Bach, el m¨²sico-poeta, publicada en 1905. El que ser¨ªa premio Nobel de la Paz en 1952 no pensaba que Bach, a partir de los a?os treinta, irrumpir¨ªa con fuerza en el mundo del jazz, pero s¨ª intuy¨® que el siglo iba a deparar muchas sorpresas con las obras del cantor de Leipzig, en buena parte a¨²n desconocidas. De hecho, ya por esa ¨¦poca, se mostraba convencido de que el repertorio bachiano no tardar¨ªa en interpretarse con instrumentos originales, cosa que, parad¨®jicamente, iba a suministrarle una modernidad hasta entonces oculta, en su opini¨®n, bajo las interpretaciones rom¨¢nticas. El mismo a?o en que aparec¨ªa el libro de Schweitzer, Wanda Landowska (1879-1959) publicaba Sur l"interpr¨¦tation des oeuvres de clavecin de J. S. Bach; no mucho despu¨¦s, en el Festival Bach de Breslau, la pionera del clavic¨¦mbalo contempor¨¢neo estrenaba el gran instrumento que hab¨ªa encargado construir a la casa Pleyel. Una de las muchas revoluciones culturales habidas en la ¨²ltima centuria echaba a andar. El siglo XX ha sido, efectivamente, el gran siglo de Bach.
Casi a modo de subrayado, este siglo se cierra ahora con la conmemoraci¨®n del 250? aniversario de la muerte del compositor. El Auditori de Barcelona ha querido celebrarlo con un ciclo que, bajo el t¨ªtulo Visiones de Bach, pone en contacto dos de las lecturas bachianas registradas en estos a?os: la jazz¨ªstica y la filol¨®gica. Abri¨® la tanda el lunes el tr¨ªo Jacques Loussier. Este se?or, franc¨¦s de Angers, es el responsable de aquel afortunado disco -y todav¨ªa m¨¢s afortunado t¨ªtulo de disco- que apareci¨® a finales de los a?os cincuenta, llamado Play Bach. Por incompatibilidad cronol¨®gica, yo no lo conoc¨ª en su d¨ªa, pero desde que me inici¨¦ en el estudio de la m¨²sica, en oscuros pisos del Eixample que ol¨ªan a estufa de petr¨®leo, recuerdo que mentar ese nombre era poco menos que invocar la cuarta tr¨ªtono: diabolus in musica. Bastante m¨¢s tarde, a finales de los sesenta o principios de los setenta, lleg¨® a casa, ignoro por qu¨¦ v¨ªas misteriosas, un long play de t¨ªtulo igualmente provocativo: Jazz Sebastian Bach, de The Swingle Singers, un grupo que cantaba obras de Bach sirvi¨¦ndose de letras tan poco convencionales como "duba-duba-du¨¢". Lo escuch¨¦ muchas veces, sin ninguna conciencia de que aquello constitu¨ªa una bandera importante del progresismo musical de la ¨¦poca. Luego, como suele ocurrir, lo olvid¨¦ por completo.
Escuchando a Jacques Loussier la otra noche, y pensando en The Swingle Singers, que visitar¨¢n el mismo escenario el pr¨®ximo 29 de febrero, recordaba por qu¨¦ poca cosa, hace 30 a?os, se montaban en este pa¨ªs unas broncas privadas de campeonato que anunciaban inminentes y terribles cat¨¢strofes. ?Aquello hab¨ªa sido tomado por una falta de respeto intolerable que iba a acabar de un momento a otro con la sacrosanta obra de Bach? Por el amor de Dios. Ahora me parec¨ªa una m¨²sica casi ingenua en su reverente respeto al maestro. Es m¨¢s, se me antojaba de pura l¨®gica que Bach hubiera sido tomado al asalto por el jazz: su m¨²sica est¨¢ construida sobre unas estructuras tan firmes que permiten infinidad de variaciones (principio b¨¢sico del jazz) sin que el modelo deje de ser reconocible. Muy poca confianza se ten¨ªa en Bach si se pensaba que una operaci¨®n similar hab¨ªa de hundirle.
Loussier (piano), Beno?t Dunoyer de Segonzac (contrabajo) y Andr¨¦ Arpino (bater¨ªa) cerraron el programa con el Concierto para teclado en re menor, BWV 1052. El primer movimiento concluy¨® con un virtuos¨ªstico solo de bater¨ªa, muy aplaudido. Loussier cogi¨® el micr¨®fono y brome¨® sobre el cansancio de su colega. "Pero hay otros dos movimientos y hay que tocarlos, de manera que a¨²n no puede descansar". El chiste, que hubiera soliviantado al personal purista de otros tiempos, ahora sonaba a simp¨¢tico cuento de abuelito.
Schweitzer y Landowska pusieron los fundamentos del siglo de Bach. Un siglo que ha sido tambi¨¦n el del jazz. Acercar los dos mundos parec¨ªa obligado, pero cost¨® lo suyo. El ciclo del Auditori nos lo recuerda muy oportunamente.
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