Otro Chile
Un destacado dirigente socialista de este pa¨ªs recordaba una conversaci¨®n mantenida, en los d¨ªas m¨¢s dif¨ªciles del caso Pinochet, con una vieja amiga italiana de izquierdas que no alcanzaba a comprender la reacci¨®n de la sociedad chilena tras la detenci¨®n del ex dictador. "Es que ustedes nos enga?aron acerca de Chile, ustedes no nos contaron que en Chile hab¨ªa un 40% de fascistas", le reprochaban a quien hab¨ªa pasado largos a?os de exilio en Europa y ahora actuaba como alto funcionario.Sin llegar a una conclusi¨®n tan dr¨¢stica sobre las inclinaciones pol¨ªticas de los chilenos, es cierto que en Europa puede sorprender que en Chile no se haya producido una sola manifestaci¨®n en contra de la decisi¨®n brit¨¢nica de liberar a Pinochet y que ma?ana la mitad de los ciudadanos de este pa¨ªs vaya a votar por un hombre que ha defendido sistem¨¢ticamente la dictadura y que s¨®lo muy recientemente se ha atrevido a marcar distancias con el general.
Es frecuente o¨ªr de pol¨ªticos de este pa¨ªs la queja de que los europeos no comprenden lo que sucede en Chile. La permanencia en Europa de muchos chilenos que salieron huyendo de la represi¨®n militar puede ser una explicaci¨®n de esa incomprensi¨®n. Todos los exilios suelen tener dificultades para actualizar la imagen de la sociedad que dejaron. Tambi¨¦n el fuerte impacto emocional que caus¨® en una generaci¨®n de europeos el sangriento golpe militar contra el Gobierno constitucional de Salvador Allende contribuy¨® a conservar en los corazones una cierta leyenda de Chile, aquella ilustrada con las im¨¢genes del bombardeo de La Moneda y el discurso del m¨ªtico doctor socialista anunciando la apertura de las alamedas.
Chile ha cambiado profundamente desde aquellos a?os. El r¨¦gimen militar y el ¨¦xito econ¨®mico que lo acompa?¨® anul¨® el debate pol¨ªtico nacional y se gan¨® la lealtad ciega de una clase media que hab¨ªa sufrido m¨¢s que nadie las privaciones de los a?os anteriores. Ese sector ya se manifest¨® en las urnas en 1988 otorgando el 43% de los votos al general en el refer¨¦ndum en el que naci¨® la democracia.
Cuando el r¨¦gimen militar entreg¨® el Gobierno no lo hizo, por tanto, acosado por su extrema debilidad, como en Argentina, sino bajo fuertes condiciones pol¨ªticas que los principales partidos del centro y de la izquierda (Democracia Cristiana y las diferentes agrupaciones socialistas) aceptaron d¨®cilmente. Muchos dirigentes de esos partidos, agrupados en la Concertaci¨®n Nacional, se arrepienten hoy de su actuaci¨®n en aquellos a?os, pero lo cierto es que la Concertaci¨®n dio a Pinochet entrada en el sistema democr¨¢tico, legitim¨® su Gobierno y permiti¨® a las fuerzas que le apoyaban -que ser¨ªan el equivalente a la extrema derecha europea- presentarse ante la sociedad como una clara opci¨®n de poder.
La sociedad chilena evolucion¨® pol¨ªticamente y creci¨® econ¨®micamente sobre la base de ese consenso, y ¨¦ste se ha convertido hoy ya en una realidad irreversible de la democracia chilena. La transici¨®n en este pa¨ªs no ha podido avanzar m¨¢s r¨¢pidamente por culpa de ese consenso, pero tampoco se ha detenido. Chile no es hoy una democracia vigilada ni su Gobierno est¨¢ sometido al permanente control de los militares. El protagonismo del Ej¨¦rcito es cada vez menor, y aunque quedan importantes reformas pol¨ªticas por hacer -fundamentalmente la democratizaci¨®n del Senado-, el progreso democr¨¢tico es apreciable de a?o en a?o en todos los campos, incluido el de los derechos humanos.
El grueso de la sociedad, que ha progresado enormemente junto a la democracia, se siente crecientemente identificada con este sistema, que hoy parece a salvo de cualquier amenaza de involuci¨®n. La derecha pol¨ªtica muestra ya los primeros signos de haberse incorporado a la democracia, y Pinochet tiene cada d¨ªa menos gente que le escriba.
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