La revoluci¨®n empieza en casa
Desde su designaci¨®n como candidata a la Junta de Andaluc¨ªa, en julio del a?o pasado, Te¨®fila Mart¨ªnez, tambi¨¦n alcaldesa de C¨¢diz, ha pregonado la idea de que esta comunidad, basti¨®n del PSOE, necesita una "revoluci¨®n" que le permita acortar diferencias con otras regiones. De momento, la doctrina revolucionaria s¨®lo se aplica a efectos internos, de forma implacable y obligada por escaramuzas internas y decisiones personales. La marcha del actual secretario general del PP, Javier Arenas, al Ministerio de Trabajo en 1996 dej¨® hu¨¦rfana a una formaci¨®n acostumbrada al hiperliderazgo y que sufre desde entonces una convulsi¨®n tras otra, especialmente en el ¨²ltimo a?o, en el que ha vivido el relevo de su troika regional (presidente, secretario general y portavoz parlamentario).El ¨²ltimo temblor lo han provocado las renuncias del ministro de Trabajo, Manuel Pimentel, y de la secretaria general de Asuntos Sociales, Amalia G¨®mez, a ser diputados en el Congreso. La decisi¨®n es un paso m¨¢s en el desmantelamiento que est¨¢ experimentando el PP andaluz que dise?¨® Arenas en 1993, cuando lleg¨® con la misi¨®n de erosionar la hegemon¨ªa del PSOE.
El traslado de Arenas caus¨® una crisis de liderazgo en el PP que comenz¨® a hacerse perceptible desde el primer instante. Arenas conserv¨® la presidencia regional y la consideraci¨®n de referente indiscutible del PP, pero ya no era lo mismo. Su ausencia de lunes a viernes de Andaluc¨ªa intent¨® compensarla con una actividad fren¨¦tica los fines de semana. Esos d¨ªas multiplicaba sus actos en alguna de las ocho provincias, pero la batalla diaria estaba perdida.
Cuando Arenas se fue a Madrid, dej¨® el legado repartido entre el entonces secretario general Juan Ojeda, y el portavoz en el Parlamento andaluz, Manuel Atencia. Uno y otro se consideraban depositarios de la legitimidad del mando, ambos cre¨ªan ser el n¨²mero dos del PP.
Este escenario provoc¨® que la descoordinaci¨®n entre grupo parlamentario y direcci¨®n regional empezara a ser m¨¢s que palpable. Pero las discrepancias se parchearon sobre la marcha hasta que Arenas fue encumbrado a la Secretar¨ªa General del PP hace un a?o, lo que le oblig¨® a dejar la presidencia regional y desterr¨® cualquier posibilidad de que volviera a enfrentarse a Manuel Chaves.
La soluci¨®n por la que se opt¨® fue Te¨®fila Mart¨ªnez, pol¨ªtica rocosa, intransigente -ella prefiere decir que es vehemente-, pero de la que se valor¨® una virtud: gana elecciones (en los comicios municipales del a?o pasado logr¨® el 66% de los votos en C¨¢diz, plaza hist¨®rica del PSOE). Su acceso a la presidencia del PP y su nominaci¨®n como candidata provoc¨® un terremoto interno: Ojeda y Atencia fueron despojados de cualquier responsabilidad regional.
Mart¨ªnez comenz¨® a ejercer como candidata (el llamado efecto Te¨®fila) con el handicap de carecer de una visi¨®n territorial conjunta de Andaluc¨ªa -hasta ese momento estaba volcada en C¨¢diz- y de desconocer los grandes temas que enfrentan al Gobierno andaluz y al central (financiaci¨®n auton¨®mica o el reconocimiento del censo real de la regi¨®n a efectos financieros). Con el tiempo ha intentado enmendar estos d¨¦ficit de candidata e internamente ha renunciado a ejercer un control org¨¢nico del partido. De hecho, en el PP hay la sensaci¨®n de que es mucho mejor candidata que presidenta regional.
La direcci¨®n f¨¢ctica del partido y del grupo parlamentario se la ha dejado a Antonio Sanz, un dirigente de 31 a?os que es de su confianza y de la de Arenas. En esta vor¨¢gine de cambios, esta semana ha habido uno curioso: la renuncia de Pimentel ha forzado al PP a designar a Rafael Merino, ex alcalde de C¨®rdoba, cabeza de cartel al Congreso por esta provincia. Merino iba a ser el pr¨®ximo portavoz en el Parlamento andaluz, por lo que ha sido relevado sin haber ejercido ni un minuto.
Los dem¨¢s partidos han interpretado estos movimientos como un claro escoramiento del PP hacia la derecha y la defunci¨®n del proyecto centrista de Arenas, acusaci¨®n contra la que se rebelan los nuevos dirigentes, que intentan pilotar un partido que parece sufrir en carne propia la teor¨ªa de la revoluci¨®n permanente.
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