Una doble protesta
Primero fueron los resultados provisionales de la encuesta de fecundidad del INE. Despu¨¦s el exagerado informe de Naciones Unidas sobre emigraciones de sustituci¨®n. M¨¢s tarde un tercer informe, este de la UE, basado en datos de Eurostat. La suma de todo ello es bastante escandalosa pero los datos est¨¢n ah¨ª. Espa?a tiene la tasa de fecundidad m¨¢s baja del mundo, lo que no es poco. Como consecuencia, comenzamos a perder poblaci¨®n en lugar de ganar, lo que es bastante. Y como consecuencia tambi¨¦n, el envejecimiento de la poblaci¨®n es casi inevitable, dobl¨¢ndose la tasa de dependencia. Todo ello muy fuerte, como dicen mis hijos.Pero nada ser¨ªa m¨¢s equivocado que aceptarlo como destino. Todas las predicciones, incluso las demogr¨¢ficas (quiz¨¢s las m¨¢s seguras a medio y largo plazo de cuantas podemos hacer en asuntos humanos) tienen una cl¨¢usula caeteris paribus impl¨ªcita, es decir, eso ocurrir¨¢ si, pero s¨®lo si, los par¨¢metros no var¨ªan. Y como s¨ª var¨ªan, resulta que casi todas son predicciones que se autoniegan: se formulan para hacer visible un futuro preocupante -pero virtual-, que estimule a los actores a poner en marcha -en el presente- mecanismos y procesos que cambien ese futurovirtual.
Lo cierto es que, al menos desde 1975 la gente se casa menos (la nupcialidad ha descendido en casi un 30%); cuando se casa lo hace cada vez m¨¢s tarde, ya cerca de los treinta a?os; si se casa, tiene los hijos cada vez m¨¢s tarde, ya por encima de los 30 a?os; y, desde luego, si tiene hijos, tiene pocos. Durante el ciclo demogr¨¢fico expansivo de los a?os 65-79, nac¨ªan algo menos de 700.000 espa?oles al a?o; pues bien, el volumen de las cohortes ha descendido a poco m¨¢s de 350.000, casi la mitad, y como la mortalidad sube levemente, el resultado es un crecimiento vegetativo casi cero que pronto ser¨¢ negativo. De modo que si hace poco ten¨ªamos la tasa de natalidad m¨¢s alta de la UE (con excepci¨®n de Irlanda), hoy es casi la m¨¢s baja. Y aunque no puede sorprender que la ca¨ªda haya sido mucho m¨¢s fuerte en los pa¨ªses cat¨®licos del sur, pues en estos se daban las tasas m¨¢s altas, s¨ª es sorprendente que la situaci¨®n est¨¦ invertida y la natalidad es hoy superior en el norte de Europa; en Dinamarca incluso ha crecido.
Cierto tambi¨¦n que esa mayor natalidad del norte se debe al crecimiento de la cohabitaci¨®n sobre el matrimonio y, por lo tanto, al crecimiento de la natalidad extraconyugal sobre la conyugal en porcentajes ya muy altos: superior al 60% en Islandia, al 50% en Suecia, al 40% en Dinamarca, al 30% en Inglaterra y Francia. La tasa de natalidad extraconyugal en la UE se ha doblado en veinte a?os y supera el 20%, nivel todav¨ªa (sic) no alcanzado por Espa?a. Una evoluci¨®n que a su vez impulsa el crecimiento de hogares mal llamados monopaternales (son monomaternales seis de cada siete) y solitarios.
La gran pregunta es por qu¨¦. Y la respuesta no es f¨¢cil aunque en ella parecen mezclarse tres variables. De una parte el "familismo" de los pa¨ªses latinos que les lleva a preferir calidad de familia por cantidad de familia; de otra el tipo de Estado de Bienestar que ayuda (o no) a la madre; y, finalmente, y quiz¨¢s sobre todo, el trabajo femenino; no es casual que all¨ª donde la actividad femenina es alta tambi¨¦n lo es la natalidad...pero extraconyugal. O viceversa: la tasa de fecundidad m¨¢s baja de Espa?a se da, no por casualidad, entre el mill¨®n y medio de mujeres desempleadas. De modo que la pel¨ªcula parece ser la siguiente: los pa¨ªses familistas del sur, que esperan mucho de la familia, pero reciben escaso apoyo p¨²blico y tienen un alto desempleo femenino, posponen la natalidad conyugal, y rechazan la extraconyugal.
Todo ello es como el resultado de una doble protesta t¨¢cita. Las mujeres dicen: si quer¨¦is que tengamos hijos, ayudarnos; si no, hacemos huelga de maternidad. Y los hombres dicen: si quer¨¦is libertad, cargad con la maternidad solas. La suma es que s¨®lo cuando la mujer tiene trabajo propio y/o ayuda p¨²blica, asume la carga de la maternidad...pero sola. Hay en marcha una poderosa feminizaci¨®n de la paternidad que arrastra una feminizaci¨®n de la pobreza, e incluso la infantilizaci¨®n de la pobreza. El m¨¢s d¨¦bil, como siempre, acaba pagando los platos rotos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.