Una vida a los pies del caballo
Cuando Rafael Casas Oyonarte comenz¨® a moldear herraduras y a acariciar crines y lomos de cuadr¨²pedos en la provincia de Almer¨ªa hab¨ªa una decena de talleres de herradores. Hoy la imagen de esos talleres s¨®lo existe en el recuerdo. Ten¨ªa 12 a?os cuando comenz¨® su particular historia con los caballos y, aunque ya ha pasado m¨¢s de medio siglo desde aquella aventura inicial, para Rafael Casas el contacto diario con estos animales sigue siendo una pasi¨®n, una necesidad comparable al imperativo de respirar para vivir."Nunca se me pas¨® por la cabeza dedicarme a otra cosa. Me siento a gusto con la fragua y el caballo para m¨ª lo es todo", explica este herrador, que antes de pasar los ¨²ltimos 32 a?os de su vida laboral en el Club H¨ªpico de Almer¨ªa, encontr¨® en el ¨¢mbito agr¨ªcola el espacio ideal para desarrollar su oficio.
Es un veterano. El herrador m¨¢s antiguo de Almer¨ªa. Por eso, aunque la edad acaba de convertirlo en integrante del colectivo de jubilados, Rafael Casas sigue correspondiendo con fidelidad a la nobleza que siempre le mostraron los caballos.
Mantiene su residencia dentro de las instalaciones del Club H¨ªpico y se acerca cada ma?ana, al despuntar el sol, a las cuadras en las que aguardan todos aquellos animales con los que asegura conversar. "Los caballos hablan. Te lo dicen todo. Lo que ocurre es que hay que saber escucharlos", explica.
Quienes tambi¨¦n ponen ahora atenci¨®n para escuchar son j¨®venes como el que ha relevado a Rafael Casas, que han optado por recoger el testigo de un oficio del que, seg¨²n este herrador, se puede vivir muy bien. "Antes esto no daba para vivir. Pero ahora, s¨®lo con dos caballos, que te pueden llevar hora y media de trabajo, ya tienes para tirar", afirma.
Am¨¦n de su familia, los que m¨¢s han ganado con el tiempo libre del que ahora goza Rafael Casas al jubilarse son Caprichoso y Gitano, los dos caballos de su propiedad. Una fotograf¨ªa inmortaliza a¨²n el recuerdo de aquel otro noble amigo que tuvo hace a?os y que le sac¨® de m¨¢s de un apuro.
"Los caballos son lo m¨¢s listo y lo m¨¢s alegre que hay. Yo, con el que ten¨ªa antes, me iba de fiesta y despu¨¦s, cuando terminaba, me echaba encima del animal y ¨¦l me tra¨ªa hasta la casa. Se paraba en los sem¨¢foros, recorr¨ªa el camino hasta la casa y llamaba con la cabeza en la puerta para que abrieran", rememora Rafael.
Este herrador, que suspira por volver a tener 20 a?os para comenzar de nuevo el oficio que ha llenado su vida, conf¨ªa en la vigencia de la profesi¨®n que inici¨® siendo ni?o, al igual que su padre.
"No creo que esto llegue a perderse. Es verdad que ahora ya no hay bestias para el campo. Ahora son todo tractores y m¨¢quinas, pero hay mucha gente que tiene caballos, sobre todo en la zona de El Ejido. Y tambi¨¦n hay gente joven que se est¨¢ interesando por este oficio. Hay muchos m¨¢s avances en las herraduras. Pero herrar a un caballo es algo que a¨²n hay que hacer a mano", explica.
En toda su dilatada experiencia laboral, Rafael Casas jam¨¢s perdi¨® un d¨ªa de trabajo y, a¨²n hoy, no resiste la tentaci¨®n de echar una mano a cada momento. "El caballo es como una droga para m¨ª. He conocido bien a todos los caballos con los que he trabajado y aprendes a comunicarte con ellos. Tienes que tratarlos siempre bien. Llamarlos por su nombre antes de acercarte porque ya te conocen por la voz y nunca pegarles sin motivo, porque entonces el caballo te espera. Son muy listos".
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