El excremento del p¨¢jaro
Cuando, en la vuelta de tuerca de 1980, los nuevos due?os de Hollywood comenzaron a darle la patada a Billy Wilder, a echarle al descanso forzoso y al destierro de las pantallas de su inmenso ingenio, es cuando comenzaron a percatarse en las destiler¨ªas de los exquisitos del qui¨¦n es qui¨¦n en el cine de Estados Unidos, de que aquel inaguantable y malvado viejo austriaco era algo m¨¢s, mucho m¨¢s que un astuto entretenedor; y comenzaron a tomar en serio lo que una vez dijo Marlene Dietrich: "S¨®lo he trabajado con dos directores geniales: Sternberg y Wilder".Aquella tropel¨ªa era m¨¢s que uno de los abundantes ejercicios de militancia en la miop¨ªa de los confeccionadores de las n¨®minas del olimpo californiano. Era otra forma, m¨¢s grave, de ceguera, cuyo fondo fue desvelado por el propio Wilder cuando dijo que en Hollywood "ninguna buena obra queda sin castigo". Tuvo que pagar as¨ª el peaje de los numerosos agravios a mediocres que dej¨® en el largo camino la excepcionalidad de su inteligencia. No s¨®lo aprovecharon el fracaso comercial de sus ¨²ltimos filmes para cortar su carrera como director, sino que tampoco le dejaron prolongarla en la escritura.
Buenos guiones
Borraron del mapa de la imaginaci¨®n del cine a quien fue uno de sus fundadores. Son cuatro, seg¨²n cuentan, los guiones listos para subir a la pantalla que descansan en el caj¨®n trastero del despacho de Wilder. No le dejaron sacarlos de ah¨ª, de su cuna convertida en tumba. No dieron aire libre al escritor cinematogr¨¢fico de genio, especie cada d¨ªa m¨¢s escasa, que siempre fue el soporte de la solidez de los trabajos de direcci¨®n de Wilder. Y arroj¨® su saliva de vitriolo a los ojos de los jerifaltes, que no se dieron cuenta del fondo siniestro de esta castraci¨®n: "Necesit¨¢is buenos guiones. No hay buenas pel¨ªculas sin buenos guiones, pero un director no es un alquimista y no puede convertir las cagadas de los p¨¢jaros en bombones". Wilder fue (como Coppola, Mankiewicz y Peckinpah) v¨ªctima de los sembradores de cagadas de p¨¢jaro, que son los mismos, o sus herederos, que ahora le festejan.
Quienes amordazaron a Wilder hace dos d¨¦cadas con el pretexto o la coartada de que estaba viejo, a quien callaron la boca en realidad fue a la elocuencia de Hollywood, que se interpon¨ªa como un fantasma perturbador en el camino del nuevo Hollywood que esta tribu de financieros analfabetos en cine quer¨ªan poner en marcha y que, 20 a?os despu¨¦s, aqu¨ª est¨¢, en plena cosecha de ef¨ªmeras y efectistas trolas de laboratorio sustitutas de la vieja palabra imperecedera que el superviviente Wilder representa como nadie.
La sombra de Wilder tiene por ello algo de triste y escandaloso en medio de estos homenajes o funerales en vida. Celebran ahora en lo que queda de ¨¦l lo que echaron a la calle cuando a¨²n pod¨ªa reducir al rid¨ªculo en una pantalla las burdas nuevas pel¨ªculas con que sustituyeron a las suyas y que ¨¦l llam¨® excrementos de p¨¢jaro.
Babelia
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