Ecuador, a la deriva
Ecuador ha ca¨ªdo finalmente por el precipicio tanto tiempo bordeado. La ¨²ltima crisis del pa¨ªs andino ha desembocado, tras una semana de protestas populares, en un golpe de Estado sui g¨¦neris, en el que una junta tripartita c¨ªvico-militar asumi¨® el poder el viernes, destituy¨® al presidente constitucional, Jamil Mahuad, y coloc¨® en su lugar al vicepresidente, Gustavo Noboa.Mahuad expres¨® ayer en un mensaje televisado su apoyo a Noboa, un respetado democristiano independiente, si su derrocamiento sirve para mantener vivo el sistema democr¨¢tico en Ecuador. "Un presidente derrocado no renuncia", dijo, y pidi¨® a sus compatriotas que superen la mezquindad con que se han tratado habitualmente los muy graves problemas del pa¨ªs. El Congreso santific¨® en Guayaquil, horas despu¨¦s y en reuni¨®n extraordinaria, esta peculiar transici¨®n en base al argumento t¨¦cnico del abandono del cargo por Mahuad. A los militares, ¨¢rbitros de la situaci¨®n, hay que agradecerles su larga cambiada para pasar sobre la marcha de integrantes de una junta golpista a apoyar una salida m¨¢s o menos presentable al desafuero. Salida que los representantes de los ind¨ªgenas que se echaron a las calles y precipitaron los acontecimientos dicen no respetar.
Ecuador, un Estado fallido, llevaba meses al borde del colapso. La agitaci¨®n social que ha culminado este fin de semana con la ocupaci¨®n del Congreso por una multitud de indios nativos, con el apoyo de algunas unidades castrenses, no ha dejado de crecer en una naci¨®n devastada por una combinaci¨®n de factores pol¨ªticos y econ¨®micos que han sumido en pobreza insoportable a las dos terceras partes de sus 12 millones de habitantes. El recurso continuado al estado de emergencia -que Noboa ya ha renovado- no ha bastado para contener los efectos de una situacion desesperada, la peor en muchas d¨¦cadas, caracterizada por sueldos medios de unas 8.000 pesetas.
Mahuad no ha sido precisamente un modelo de decisi¨®n para detener el tobog¨¢n de un pa¨ªs acostumbrado al v¨¦rtigo (lleg¨® a tener tres presidentes en una semana de 1997), fracturado pol¨ªticamente entre su costa pac¨ªfica y su regi¨®n andina y donde el clientelismo y una corrupci¨®n enquistada en lo m¨¢s hondo del aparato del Estado impiden desde hace a?os las reformas imprescindibles. El dubitativo presidente derrocado, elegido en agosto de 1998 como la gran esperanza de muchos ecuatorianos, no s¨®lo hered¨® los efectos calamitosos de El Ni?o y de la crisis econ¨®mica brasile?a, sino una inestabilidad formidable, incubada por sus predecesores: encarcelado uno, Fabi¨¢n Alarc¨®n; fugitivo otro, Abdal¨¢ Bucaram.
Ecuador tampoco ha dado el salto desde las muletas del Estado protector a una econom¨ªa de mercado. Es un pa¨ªs en bancarrota, que en agosto de 1999 se convirti¨® en el primero en no honrar su deuda en bonos Brady. La producci¨®n ha ca¨ªdo un 7% en el a?o terminado, el sistema financiero se ha desplomado, el sucre ha perdido un 65% frente al d¨®lar en 1999 y la inflaci¨®n ha subido por encima del 60%. Su deuda externa, 14.000 millones de d¨®lares, corre pareja con el PIB. En medio de este caos, sufrido m¨¢s por quienes menos tienen, Mahuad concibi¨® como ¨²ltimo resorte la idea de dolarizar la econom¨ªa. Un movimiento hijo del p¨¢nico, posible t¨¦cnicamente, pero lleno de riesgos.
El ya refrendado presidente Gustavo Noboa, que en teor¨ªa ocupar¨¢ el cargo hasta el a?o 2003, ha anunciado en su primera declaraci¨®n al pa¨ªs que mantendr¨¢ la medida, pese a que la dolarizaci¨®n acarrear¨¢ reformas urgentes y profundas que presumiblemente no apoyar¨¢n los m¨¢s d¨¦biles: desde desmantelar la exigua protecci¨®n de los trabajadores hasta el aumento de unos impuestos que casi nadie paga. Ecuador no parece el tipo de econom¨ªa flexible capaz de aguantar el cambio; tampoco su tejido social es el m¨¢s receptivo. Ni siquiera con un presidente fuerte, leg¨ªtimo y con apoyo popular. La cuesti¨®n es si, llegados tan abajo, a los gobernantes de Quito les quedan muchas opciones por ensayar.
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