Infoville
In¨²til. M¨¢s all¨¢ de que algunos comerciantes de ordenadores lo denuncien por supuesta competencia desleal, surge la sospecha sobre Infoville, el proyecto de la Generalitat que pretende tener conectados en el a?o 2001 los 540 municipios valencianos a la nueva sociedad de la informaci¨®n. Una buena parte de los servicios que oferta son triviales o inoperativos. La cuesti¨®n es grave y no puede despacharse con respuestas como la del presidente Zaplana cuando declara su orgullo ante una iniciativa que nos ha convertido en "una comunidad de vanguardia en las nuevas tecnolog¨ªas". Efectivamente, Infoville, dentro del plan de modernizaci¨®n impulsado por el Consell, es la punta de lanza de un proyecto europeo, Euroinfoville, que implica a seis regiones de Alemania, Reino Unido, Italia, Dinamarca y Espa?a. Precisamente porque actuaciones de este tipo son estrat¨¦gicas para nuestra inserci¨®n en lo que Javier Echeverr¨ªa ha bautizado, en contraste con el ¨¢mbito natural y el ¨¢mbito urbano, como el "tercer entorno", el debate no deber¨ªa quedar en una an¨¦cdota. La intervenci¨®n p¨²blica sobre ese nuevo espacio social en formaci¨®n tiene una transcendencia incompatible con las pol¨ªticas de escaparate que, tarde o temprano, acaban pasando factura. El mundo desarrollado hierve al calor de una revoluci¨®n contempor¨¢nea que modifica los procesos de desarrollo regional y local y que genera nuevas oportunidades, pero tambi¨¦n oportunismos. Por ejemplo, el "tercer entorno" suscita la aparici¨®n de singulares complejos industriales, denominados por Manuel Castells y Peter Hall tecn¨®polis en un estudio parcialmente inspirado por el proyecto de convertir la isla de La Cartuja sevillana en un polo de empresas e institutos de nuevas tecnolog¨ªas. Como bien advierten los dos autores, las tecn¨®polis, "desde Silicon Valley a Siberia, desde la Costa Azul de Francia hasta el coraz¨®n de Corea, desde el sur de Australia hasta Andaluc¨ªa", son para la sociedad informacional lo que fueron las minas y las fundiciones para la sociedad industrial y exigen acciones planificadas del sector p¨²blico y del privado. A uno se le ocurre que tendr¨ªamos que estar hablando de parques tecnol¨®gicos, pero en el imaginario pol¨ªtico que nos gobierna reina la fiebre del parque de atracciones.
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