Un viaje m¨¢s all¨¢ de los oc¨¦anos de Marte
Incluso sin los datos de las misiones perdidas recientemente, la exploraci¨®n del planeta rojo sigue proporcionando resultados tan espectaculares como inesperados. El pasado 10 de diciembre, mientras crec¨ªa la decepci¨®n ante los intentos desesperados de la NASA por establecer contacto con la nave Mars Polar Lander, la revista Science publicaba un documentado trabajo del equipo del planet¨®logo James Head, de la Universidad de Brown, donde se volv¨ªa a evaluar la hip¨®tesis de un antiguo oc¨¦ano en Marte.Contra la impresi¨®n negativa que hab¨ªa circulado unos meses antes, Head conclu¨ªa que los datos topogr¨¢ficos de precisi¨®n avalaban la existencia de un oc¨¦ano de dimensiones moderadas limitado por el gran escal¨®n de hasta cinco kil¨®metros de alto que separa las hundidas llanuras septentrionales del resto del planeta. No hay, sin embargo, datos fiables sobre la edad de este Oceanus Borealis. Tampoco estamos seguros de si, como se ha propuesto, esta cuenca pudo llenarse m¨¢s de una vez.
El mayor misterio, sin embargo, es el paradero de ese importante volumen de agua. Los especialistas en Marte suponen que se infiltr¨® en la corteza, donde ahora existe como hielo intersticial y, en parte, tambi¨¦n como l¨ªquido. Pero, ?por qu¨¦ se infiltr¨®, en vez de permanecer, como los mares terrestres? No podremos avanzar en esta cuesti¨®n hasta que no sepamos, al menos de forma aproximada, cu¨¢nta agua hay en el interior de la corteza de Marte, un dato que la sonda perdida ten¨ªa entre sus objetivos primordiales.
S¨®lo unos meses antes, la misma revista hab¨ªa publicado un trabajo del equipo del magnet¨®metro de la sonda Mars Global Surveyor, actualmente en ¨®rbita de Marte. Los datos revelaban que una parte de las rocas antiguas estaban intensamente magnetizadas: aparentemente, el planeta hab¨ªa pose¨ªdo en su pasado remoto un potente campo magn¨¦tico, quiz¨¢ m¨¢s en¨¦rgico que el terrestre. La sorpresa fue total. Hasta donde sabemos, los campos magn¨¦ticos planetarios se originan en fluidos conductores profundos, como n¨²cleos met¨¢licos. Pero entre los especialistas hab¨ªa consenso en que, en Marte, cualquier hipot¨¦tico campo magn¨¦tico habr¨ªa sido de intensidad moderada, de acuerdo con el peque?o tama?o que se supone a su n¨²cleo.
Para completar la sorpresa, el magnetismo no s¨®lo era intenso sino que adem¨¢s formaba bandas paralelas. En la Tierra, esta disposici¨®n se produce a causa de dos fen¨®menos simult¨¢neos: las inversiones en la polaridad del campo (si pudi¨¦semos retroceder un mill¨®n de a?os en el tiempo, nuestras br¨²julas apuntar¨ªan al polo sur), que es un proceso a¨²n no comprendido, y el movimiento lateral de los continentes y fondos oce¨¢nicos, la conocida tect¨®nica de placas, que refleja el flujo de todo el interior del planeta.
Pero todos los datos conocidos hasta ahora parec¨ªan indicar que la tect¨®nica de placas es una hip¨®tesis no exportable a Marte: no hay alineaciones de volcanes como la que el movimiento del fondo del Pac¨ªfico bajo Suram¨¦rica genera en los Andes, y la corteza del planeta rojo no cede bajo el peso de sus enormes volcanes, lo que prueba su gran rigidez, incompatible con un interior en movimiento. Por todo ello, despu¨¦s de las primeras noticias en las que se aventur¨® que se hab¨ªan encontrado huellas de tect¨®nica de placas en Marte, los especialistas se dedicaron a buscar explicaciones alternativas.
Un geof¨ªsico de la Universidad de Stanford, Norman Sleep, ya hab¨ªa propuesto en 1994 que el planeta hab¨ªa pasado por un periodo corto de movimientos laterales, en el que las llanuras bajas del norte se habr¨ªan deslizado bajo las tierras altas del sur, es decir una situaci¨®n tipo Andes. Aunque una hip¨®tesis maldita, la tect¨®nica de placas marciana de Sleep es el clavo ardiendo al que los especialistas terminan por agarrarse cuando tienen que explicar lo inexplicable: no s¨®lo las intensas bandas magn¨¦ticas, sino tambi¨¦n el hecho de que la corteza de Marte est¨¦ rota por enormes fallas de miles de kil¨®metros de longitud. En la Tierra, estos desgarrones, los culpables de los se¨ªsmos, son explicables precisamente como resultado de los movimientos continentales. Pero, ?y en Marte? ?Quiz¨¢ la huella de los movimientos antiguos? El hecho de que algunas de las grandes fallas corten zonas recientes nos tienta a imaginar un planeta a¨²n activo. Es decir, justo lo contrario de lo que sostiene la ciencia marciana oficial.
La teor¨ªa de sistemas subraya la importancia de las interconexiones. La alteraci¨®n de la temperatura global en 1991 a consecuencia de una sola erupci¨®n volc¨¢nica (la del volc¨¢n mexicano Chich¨®n) fue un ejemplo contundente. La aplicaci¨®n a Marte de la teor¨ªa de sistemas tiene una importancia cr¨ªtica: por haber experimentado un proceso de degeneraci¨®n dr¨¢stica de su clima, este planeta es un laboratorio perfecto para comprobar la idea de Cambio Global. ?C¨®mo podr¨ªa funcionar la teor¨ªa de sistemas en Marte? Supongamos, como parecen indicar los residuos de campo magn¨¦tico, un Marte primordial con un n¨²cleo a alta temperatura. Igual que en un l¨ªquido que hierve, este calor agita todo el interior del planeta (?tect¨®nica de placas?) y se transmite a la superficie, donde provoca un intenso vulcanismo, el cual libera gases. Muchos de ¨¦stos, como el CO2, o el vapor de agua, crean un efecto invernadero (retenci¨®n de la energ¨ªa infrarroja) que induce un clima templado.
Con estas temperaturas, el agua l¨ªquida ser¨ªa estable, y se acumular¨ªa en la cuenca oce¨¢nica generada (como las terrestres) por la tect¨®nica de placas. Fue el momento cr¨ªtico en la historia de Marte, la ¨¦poca en la que la vida pudo asegurarse otro asidero en el Sistema Solar. Esta posibilidad se ha convertido en uno de los motores de la exploraci¨®n marciana, sobre todo porque, hasta donde hemos podido reconstruir, las cosas en la Tierra primordial no sucedieron de forma muy distinta: bajo una intensa lluvia de asteroides (pero protegidos, sin embargo, de las part¨ªculas cargadas, biol¨®gicamente letales, por su paraguas magn¨¦tico), alg¨²n antecesor de las bacterias actuales logr¨® asimilar nutrientes y reproducirse. Si no hubo vida en Marte, los cient¨ªficos planetarios tendr¨¢n que buscar una buena explicaci¨®n.
As¨ª pues, y a pesar de los fracasos, el programa marciano sigue alimentando a los cient¨ªficos con atisbos luminosos y con preguntas sin respuesta. Una colecci¨®n de estas ¨²ltimas es seguramente el mejor resumen posible de c¨®mo estos ¨²ltimos hallazgos han afectado a nuestras ideas sobre Marte: Si, como parece indicar el cese del magnetismo, el n¨²cleo de Marte se enfri¨® hace miles de millones de a?os, ?qu¨¦ fuente de calor ha alimentado el vulcanismo, que parece haber sido activo hasta hace pocos cientos de millones de a?os, y que incluso podr¨ªa ser a¨²n residualmente activo?
?Qu¨¦ fuerza ha causado la enorme cantidad de fracturas que rompen la superficie del planeta, y que afectan incluso a las zonas de vulcanismo reciente?
?Podr¨ªan sucesivos periodos de actividad volc¨¢nica haber causado repetidos periodos de clima templado? Si esto hubiese sido as¨ª, ?cu¨¢ndo tuvo lugar la ¨²ltima reca¨ªda clim¨¢tica?
Si hubo una biosfera primordial, ?cu¨¢nto tiempo tuvo para evolucionar? ?Pudo esta hipot¨¦tica vida marciana adaptarse a vivir dentro de las rocas, como hacen algunas bacterias terrestres, durante las largu¨ªsimas glaciaciones marcianas?
En suma, lo que los planet¨®logos intentan comprender son los procesos que rigen el envejecimiento energ¨¦tico de los cuerpos planetarios. Como en gerontolog¨ªa, o en cualquier rama de la Medicina, el manejo de estad¨ªsticas es decisivo: mientras las Ciencias de la Tierra han tenido un solo objeto de estudio, hemos considerado inevitables unos procesos que, cuanto m¨¢s viajamos fuera de nuestra cuna, m¨¢s aleatorios parecen. Los versos de Eliot sobre el hombre como un explorador eterno que s¨®lo conoce su casa cuando vuelve del Viaje resultan especialmente adecuados aqu¨ª. Mientras los cient¨ªficos siguen intentando comprender, y los ingenieros se esfuerzan por recomponer el plan de exploraci¨®n de Marte lastrado por los ¨²ltimos fracasos, los historiadores nos recuerdan las miles de naves perdidas en el intento de abarcar nuestro propio planeta. Nada m¨¢s 18 de los 260 hombres de Magallanes sobrevivieron al viaje, y el oc¨¦ano solar es un mar cruel. Pero s¨®lo tendremos el premio del conocimiento si nos aventuramos lejos de la orilla.
Francisco Anguita es profesor de Planetolog¨ªa en la Universidad Complutense.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.