Amor por lo desconocido
En la apertura de su quinta edici¨®n, el ciclo de Grandes int¨¦rpretes (que organiza la revista Scherzo con el patrocinio de Canal + y Muzzik) ha programado a un m¨²sico que triunf¨® sin reservas en dos convocatorias anteriores: el pianista ruso Grigori Sokolov. De ¨¦l no puede esperarse nunca nada convencional, ya que ni el planteamiento de su carrera ni los repertorios que frecuenta son moneda corriente en el circuito concert¨ªstico internacional. Hay que ser un artista culto, libre y audaz para iniciar, hoy, un recital de piano con seis obras del compositor barroco alem¨¢n Johann Jacob Froberger, un nombre casi in¨¦dito en las grandes salas de concierto.La elecci¨®n, sin embargo, no es caprichosa. Sokolov es un gran int¨¦rprete de la obra de Bach, de quien ha grabado y tocado en p¨²blico El arte de la fuga. Y un modo diferente de honrar al compositor alem¨¢n en este a?o conmemorativo es recordando la m¨²sica de sus maestros. Froberger fue una influencia decisiva en el joven Johann Sebastian, que copi¨® hasta diez obras de su compatriota contenidas en el famoso libro de tablatura de Eckelt. Pero la asunci¨®n del lenguaje de Froberger por parte del piano no es f¨¢cil. Muy arraigado a¨²n en una concepci¨®n modal, el moderno Steinway, con su temperamento igual y sus sistemas de pulsaci¨®n y de percusi¨®n de las cuerdas, est¨¢ muy lejos de ser su medio natural.
Grigori Sokolov
Grigori Sokolov (piano). Obras de Froberger, Beethoven y Schumann. Auditorio Nacional. Madrid, 25 de enero
Sokolov, sin embargo, hace suya esta m¨²sica con una gran naturalidad. Encaramado sobre el piano bajo un halo de luz, el ruso extrema las din¨¢micas hasta lo imperceptible, como en la exposici¨®n del hexacordo inicial de la Fantas¨ªa. Su pasi¨®n por el contrapunto de Bach o de Byrd le permite exponer con una claridad y una l¨®gica incontestables los densos pasajes imitativos, tan deudores del arte de Frescobaldi. Aun as¨ª, su mejor Froberger, el m¨¢s cercano y emocionante, lleg¨® en la afrancesada Partita final, especialmente en la giga y en la zarabanda. Menos moroso en los tempi y con una pulsaci¨®n m¨¢s espont¨¢nea, logr¨® reducir a lo inevitable el abismo existente entre el instrumento para el que naci¨® esta m¨²sica y el elegido por Sokolov para recrearla.
El piano ensimismado
El anunciado Preludio, Coral y Fuga de C¨¦sar Franck era una continuaci¨®n m¨¢s l¨®gica de una apuesta tan arriesgada que la Sonata n¨²mero 3 de Beethoven, elegida finalmente para cerrar la primera parte. Cascioli levant¨® ampollas el pasado a?o con su peculiar visi¨®n de esta misma obra. Sokolov se alej¨® de toda heterodoxia y nos brind¨® una ejecuci¨®n soberbia de una m¨²sica en la que, detr¨¢s de su amable fachada, se esconde una dificultad endiablada tras otra. El ruso resalt¨® a la perfecci¨®n sus elementos concertantes y carg¨® las tintas, como es de ley, en el extraordinario movimiento lento.
El de Sokolov es un pianismo siempre ensimismado, de puertas adentro, y el oyente ha de buscar y encontrar los resquicios que dan acceso al placer. As¨ª, el Schumann que nos propuso en la segunda parte fue menos comunicativo que el de otras grandes tardes de este ciclo, pero tuvo momentos de una gran altura po¨¦tica, como la secci¨®n central de la Novellette n¨²mero 2 o, sobre todo, la pen¨²ltima de las casi desconocidas Geister-Variationen, una nueva manifestaci¨®n del inconformismo de Sokolov. El homenaje solapado a Bach se hizo m¨¢s expreso en la tercera de las cuatro propinas, un arreglo de Alexandr Siloti del Preludio en mi menor del primer libro del Clave bien temperado, que son¨® en compa?¨ªa de otro gui?o barroquizante, la Toccata de Le tombeau de Couperin de Ravel, y de dos joyas chopinianas: la Mazurca n¨²mero 49 y el Preludio n¨²mero 20. Eran el premio a un p¨²blico que, durante casi tres horas de recital, abraz¨® alborozado una causa inusual.
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