Un maestro absoluto

La muerte de Friedrich Gulda significa algo m¨¢s que la p¨¦rdida de un artista grande. Con ella se difuminan muchas luces y sombras del pianismo moderno en su importante Escuela de Viena. En la d¨¦cada de los cincuenta, aquel grupo de int¨¦rpretes del piano aport¨® muchos puntos de vista renovadores y arrumb¨® al ¨²ltimo desv¨¢n de la memoria no pocos y brillantes vicios del pianismo anterior. Fue una peque?a revoluci¨®n efectuada desde la sensibilidad en alianza con la erudici¨®n.En todo ello quiz¨¢ fue Friedrich Gulda el m¨¢s grande representante de un grupo que cont¨®, y todav¨ªa cuenta, con Jorge Demus, Alfred Brendel y Paul Badura-Skoda. Todos dieron nueva y fresca vida a Mozart, pero Gulda lo hizo recuperando pr¨¢cticas del siglo XVIII como es la improvisaci¨®n que completaba las propuestas mozartianas. Fue un ejemplar sobrio y magnificante beethoveniano y se movi¨® con gozosa libertad en el mundo contempor¨¢neo.

Como gran improvisador sinti¨® la llamada del jazz, que practicaba de modo fascinante y al que aport¨® sus propias composiciones. En Gulda se daba una infrecuente y fecund¨ªsima alianza: la del rigor musical sentido, razonado e imaginado junto a la absoluta falta de convencionalismo. En tal aspecto obr¨® en todo momento como un rupturista, incluso en la manera de vestir. Pasa a la historia como un maestro absoluto cuyas ense?anzas tendr¨¢n larga estela.