Destripador
Un amigo m¨ªo llamado Zambombo el mismo d¨ªa en que se le impuso una medalla por haber salvado a tres ni?os en una riada con gran riesgo de su vida, durante el banquete de homenaje se embriag¨®; a los postres en medio de la alegr¨ªa hubo una discusi¨®n y Zambombo de un botellazo le rompi¨® la crisma a su vecino de mesa. Esa noche durmi¨® en la c¨¢rcel con el pecho condecorado. Si el alma humana fuera un guiso ser¨ªa una olla podrida, un plato muy suculuento. Cuando esta olla es sometida a mucha presi¨®n su usuario pasa directamente del llanto a la carcajada, de la blasfemia a la oraci¨®n, del navajazo al acto de misericordia como cualquier personaje de Dostoyeuski. Si pillaras a Jack el Destripador en un buen momento sentado a la sombra de los pl¨¢tanos leyendo a Walt Whitman y te acercaras a felicitarle por su ¨²ltima acci¨®n, tal vez este asesino sonriendo te dar¨ªa las gracias: esa misma ma?ana con un reflejo imposible de controlar hab¨ªa tendido el brazo para salvar a una vieja que estuvo a punto de caerse en una zanja. Como la noche anterior Jack tambi¨¦n hab¨ªa destripado a una chica puede que ¨¦l no distinguiera por cual de las dos haza?as era felicitado. Rezar blasfemando, llorar riendo , acuchillar a un pr¨®jimo mientras le pides perd¨®n son trances del esp¨ªritu que forman un solo nudo. Como hip¨®tesis de trabajo hay imaginar a san Francisco de As¨ªs tratando de aparcar el coche al final de un d¨ªa aciago. Ha dado cien vueltas a la manzana, por fin alguien deja un hueco, pone el intermitente, espera con educaci¨®n, pero de pronto viene un listo, se cuela, le birla el sitio y encima se r¨ªe. ?Imaginaba usted que san Francisco de As¨ªs llevaba una pistola en la guantera? Pues la llevaba. Quien se crea un buen escritor deber¨ªa explorar todas las consecuencias. A la v¨ªctima y al verdugo, al h¨¦roe y al cobarde todo el mundo los lleva superpuestos en el h¨ªgado instituidos en un solo monstruo que a veces asoma desnudo en p¨²blico. En el juicio por unos cr¨ªmenes de Estado el testigo de la acusaci¨®n muri¨® de infarto en mitad de la declaraci¨®n: varios acusados de asesinato se levantaron del banquillo para auxiliarle impulsados por un resorte el¨¦ctrico. Este reflejo condicionado que algunos llaman instinto de conservaci¨®n es un fluido que une a todos los humanos. Jack el Destripador a la sombra de los pl¨¢tanos le¨ªa este verso de Walt Whitman: no hay un ¨¢tomo de mi cuerpo que no te pertenezca.
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