El relato del miedo
Hablo de muchos a?os atr¨¢s, de un tiempo cuya densidad pol¨ªtica era tanta que a¨²n es cercano para referencias buenas o tristes. Corr¨ªan tiempos de ambiente unitario en la izquierda de Francia y los bien acostumbrados conservadores, sinti¨¦ndose desdichados, movieron las aguas en el eterno pozo del miedo. Utilizaron todo tipo de adjetivos tremendistas para descalificar la previsible colaboraci¨®n electoral y program¨¢tica de la izquierda. Una frase alcanz¨® la cumbre: "Esa gente son piratas, llevan un cuchillo en la boca para asaltar y robar". Sucedi¨® en el invierno del 35. En respuesta, miles de parisinos salieron a la calle d¨ªas m¨¢s tarde, sonrientes, con gruesos cuchillos de cart¨®n y madera entre dientes; los documentos gr¨¢ficos de aquella manifestaci¨®n presentan gente de toda edad riendo, mof¨¢ndose del anatema que sobre ellos lanzaban, hartos ya del discurso grotesco de sus inquietos conservadores, que, tan s¨®lo cinco a?os m¨¢s tarde, no tuvieron escr¨²pulo en colaborar con la invasi¨®n y atrocidad nazi desde una nueva y extra?a capital de Francia cuyo nombre tiene sordidez hist¨®rica: Vichy.Por aquellos meses, mandaban en nuestro pa¨ªs las derechas de todo g¨¦nero y el discurso era el mismo. En Catalu?a, los cambonianos, despu¨¦s de ser corridos a boinazos en su af¨¢n de poseer el poder local y auton¨®mico como pago a su colaboraci¨®n con la represi¨®n que sucedi¨® despu¨¦s de octubre del 34 (la derecha espa?ola siempre ha cascado a su hom¨®loga catalana a pesar de la sumisi¨®n social de esta ¨²ltima), abrieron tambi¨¦n las compuertas del miedo ante la previsible victoria del frente unitario de la izquierda en las elecciones de febrero del 36. Su referente de tragedia era Francia, y pusieron en prensa y discursos un modelo de caos ejemplificado en la evoluci¨®n del pa¨ªs vecino y la unidad de la izquierda. Fue una actitud que s¨®lo sirvi¨® para enconar unos ¨¢nimos que ya lo estaban suficientemente. Adem¨¢s, fue uno de aquellos momentos en que la derecha no ten¨ªa proyecto pol¨ªtico alguno salvo desconcierto y la consiguiente angustia; en cambio, la izquierda s¨ª ten¨ªa proyecto; bueno, malo o regular, pero ten¨ªa.
El paisaje del miedo surge de vez en cuando, parece ser que es un elemento gen¨¦tico de la derecha, o si se quiere del centro derecha, da lo mismo, pues ambos traducen un rumor de hojas en estruendo, una china en el lago viene a ser levantamiento de aguas, una nube predice el diluvio universal. Todo eso ha sucedido cuando una izquierda ha propuesto un pacto a otra de las diversas izquierdas. En estos momentos no tengo la menor idea de si el pacto se va a realizar. Pero ante la oferta de di¨¢logo, las reacciones han sido exactamente las de la tradici¨®n m¨¢s lamentable de la derecha: extender el miedo.
Empez¨® el l¨ªder de CiU con un chiste cargado. En el fondo revelaba su inquietud, o quiz¨¢ mejor su rabieta, ante lo sucedido en Catalu?a con las listas unitarias al Senado: "?No han estado nunca en una boda y han pensado en sus adentros que aquello durar¨¢ muy poco? Cierto que s¨ª, pues yo ¨²ltimamente asisto a muchas bodas de ese tipo". Eso dijo m¨¢s o menos. M¨¢s tarde puntualiz¨® que si hab¨ªa comunistas en el Gobierno nunca dar¨ªa soporte a ese Gobierno. Claro que la palabra de CiU nunca ha sido palabra muy de verdad en asunto de pactos: ?alguien recuerda lo que se lleg¨® a decir en la anterior campa?a sobre los pactos con el Partido Popular? Las tragaderas fueron inmensas. Bien, el vocablo comunista ha surgido de nuevo como amenaza, como cuando los tiempos del Movimiento Nacional. Sigui¨® Rato (lo suyo es la econom¨ªa) hablando de incremento de impuestos y paro, en caso de ganar la izquierda con "comunistas". Al cabo se pronunci¨® Aznar, puso cara seria de hombre grande y nos alert¨® sobre algo con vocabulario obsceno: Espa?a dar¨¢ "marcha atr¨¢s"; por suerte s¨®lo se refer¨ªa a que saldremos del ¨¢rea del euro, adem¨¢s apostill¨® que no ten¨ªa la menor duda de ello. Remat¨® Piqu¨¦, muy pr¨¢ctico, muy en su sitio; vino a decir que si hay pacto "con comunistas"no hay futuro. Y en eso lleva raz¨®n si es que, como acostumbra a hacer, piensa en el futuro suyo, puesto que no creo que le dejen coger el carnet de nuevo, al fin y al cabo ya ha dicho que fue el peor error de su vida, un drama.
Resulta pat¨¦tico lanzar tanto miedo, tanta advertencia siniestra, tanta profec¨ªa del desastre, por un tanteo de pacto que pretende cambiar el gobierno por cuatro a?os a trav¨¦s de unas elecciones. Quiz¨¢ la raz¨®n est¨¦ en un tiempo, el de hoy, en que se ha instalado con solidez una cultura que muestra como ¨²nicos agentes de cambio social a las fuerzas conservadoras mientras al resto les toca el papel de quejarse, no de cambiar. Tambi¨¦n eso lo dijo Piqu¨¦: "Lo que me gusta de la pol¨ªtica es la posibilidad de cambiar las cosas". Claro que no dijo en qu¨¦ direcci¨®n. Pero hist¨®ricamente no ha sido as¨ª, desde luego. Ignacio Agust¨ª, un aut¨¦ntico referente en el acervo com¨²n de la derecha, lo dijo en su popular y exaltada Saga de los Rius: "Alg¨²n d¨ªa entender¨¢s que la historia no es cambio, sino permanencia". Pues eso, ante la ligera posibilidad de cambio hay que atemorizar para que todo permanezca. De todas formas, si siguen fustigando con el recurso del miedo tan propio de esa cultura conservadora, las sandeces proclamadas pueden generar un asco social que bien puede traducirse en abstenci¨®n elevada
Aunque lo mejor ser¨ªa transformar el asco en chanza, como aquellos franceses de los a?os treinta; y en nuestro caso, aprovechando el cercano carnaval, tomar la calle disfrazados de novia (en recuerdo de Pujol) y con un euro en la boca (pensando en Aznar) blandiendo una declaraci¨®n de renta (para saludar a Rato alegremente), y para completar el cuadro ser¨ªan suficientes media docena de camisas para mudarnos cada tres esquinas en honor, por supuesto, del sereno ministro catal¨¢n.
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