Jugada arriesgada
A los 14 miembros restantes de la Uni¨®n Europea no les ha bastado la palabra del presidente de Austria como garant¨ªa del mantenimiento escrupuloso del sistema democr¨¢tico en ese pa¨ªs si, como parece inminente, los ultraderechistas de J?rg Haider entran a formar parte del Gobierno vien¨¦s. En el dilema de integrar o aislar, los socios comunitarios han decidido curarse en salud, y ayer anunciaron, a trav¨¦s de la presidencia portuguesa, que castigar¨¢n a Austria si el nuevo Gabinete incluye al Partido Liberal, como se denomina la formaci¨®n xen¨®foba de Haider. Las medidas incluir¨ªan, entre otras, la suspensi¨®n de contactos bilaterales y la reducci¨®n a un nivel t¨¦cnico de las relaciones diplom¨¢ticas. No cabe ir m¨¢s all¨¢, puesto que el Tratado de Amsterdam prev¨¦ en ¨²ltima instancia sanciones contra un pa¨ªs miembro que pueden llegar a la p¨¦rdida del derecho de voto en el Consejo, en caso de violaciones graves y reiteradas de los derechos y libertades fundamentales consagradas en la Uni¨®n. Lo que no es el caso.La UE se adentra con su decisi¨®n -precipitada por B¨¦lgica y Francia, que se sintieron insultadas por unas recientes declaraciones de Haider- en el terreno movedizo de la pol¨ªtica interna de un Estado miembro. La raz¨®n es simple: algunas de las querencias enunciadas por el jefe populista tienen claras connotaciones neonazis y atentan contra el coraz¨®n mismo del consenso europeo sobre las libertades que cimenta la UE. Austria no es el ¨²nico pa¨ªs de la Uni¨®n donde hay una extrema derecha con voz potente (caso de Francia y B¨¦lgica), pero juega en su contra su pasado colaboracionista con el III Reich.
Est¨¢ por ver si las amenazas comunitarias cumplen su objetivo o resultan contraproducentes. A ning¨²n pa¨ªs democr¨¢tico le gusta que sus vecinos le den lecciones, y, por una compleja conjunci¨®n de causas, el partido de Haider conoce un auge constante en las preferencias de los votantes. Las encuestas sugieren que, de celebrarse nuevos comicios -posibilidad t¨¦cnicamente abierta-, podr¨ªa incluso ganarlos. El remedio ser¨ªa peor que la enfermedad. Si, como parece, Viena tiene esta semana un Gobierno de coalici¨®n entre la derecha y la extrema derecha, al futuro primer ministro le esperan tiempos amargos intentando restaurar ante sus socios europeos la credibilidad de su pa¨ªs.
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