Confusi¨®n
La realidad actual es tan aturdidora, y est¨¢ tan saturada de informaciones fragmentarias y m¨²ltiples, que, a la hora de escribir esta columna, a menudo se me agolpan las im¨¢genes, las palabras, los temas. Nunca hay tiempo ni espacio para tratar (o para pensar) todo lo que te hiere, te inquieta, te fascina. De hecho, esas ca¨®ticas pantallas de nuestros ordenadores, divididas y subdivididas en otra infinidad de pantallas y otros men¨²s, son el m¨¢s perfecto emblema de la vida moderna, una exacta representaci¨®n de lo que somos.Suceden tantas cosas, en fin, y todas tan graves, que a veces me gustar¨ªa que este art¨ªculo fuera como una de esas pantallas interactivas, para poder llenarlo de un pu?ado de asuntos. Y as¨ª, hablar¨ªa, por ejemplo, del Congo, en donde se est¨¢n produciendo unas b¨¢rbaras matanzas tribales sin que nadie preste mayor atenci¨®n. Tambi¨¦n hemos vuelto a olvidar, qu¨¦ desmemoria la nuestra, el martirio de Chechenia y sobre todo de Grozni, esa ciudad pulverizada por las bombas, por cuyos s¨®tanos se arrastran los supervivientes, como ratas, sin salir a la superficie desde hace meses (la ONG Paz Ahora anima a telefonear en protesta a la Embajada rusa, 91 562 22 64, o a mandar faxes, 91 562 97 12, o a enviarle un e-mail al mism¨ªsimo Putin, president@gov.ru). Y hablar¨ªa de Johnny y Luther Htoo, los espeluznantes chiquillos birmanos que han liderado un ej¨¦rcito rebelde: hay miles de ni?os como ellos perdidos por la selvas de Birmania, hu¨¦rfanos de guerra y testigos de la atrocidad, sin m¨¢s vida posible que la de unirse a la guerrilla, y matar como adultos, y morir como perros.
Son todas historias tristes, desde luego, y a¨²n quedan muchas m¨¢s, un batiburrillo de dolorosos ecos ante el que nos sentimos confusos y perdidos. La Escuela de Letras de Madrid ha inaugurado un curso titulado La construcci¨®n del mundo que estudia las bases hist¨®ricas de nuestro pensamiento, de nuestra idea de la realidad y de la vida. Pues bien, han sido totalmente desbordados por el aluvi¨®n de alumnos que han recibido. Se ve que en el aire palpita la necesidad de ordenar y entender, de poner coordenadas al ciego laberinto. De volver a aprender que el mundo tambi¨¦n puede construirse, y que no todo es destrucci¨®n y delirio.
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