Denuncias de asesinatos de civiles, pillajes y desapariciones durante el asalto ruso a Grozni
La batalla de Grozni ha dejado tras de s¨ª un largo rastro de horror. Organizaciones humanitarias han difundido informes en los que aseguran que los soldados rusos que conquistaron la capital chechena no s¨®lo violaron las leyes de guerra, sino que actuaron a veces como criminales sin escr¨²pulos. Mosc¨² niega las acusaciones, pero lo que s¨ª ha confirmado el mando ruso es que se tendi¨® una trampa mortal a los guerrilleros que hu¨ªan de Grozni, haci¨¦ndoles creer que se les abr¨ªa un corredor seguro, cuando en realidad se trataba de un campo minado en el que murieron centenares de ellos.
Human Rights Watch (HRW) ha recogido testimonios de supervivientes y, bas¨¢ndose en esos relatos, ha documentado los casos de 6 civiles desaparecidos y 22 asesinados a sangre fr¨ªa, e investiga otras 14 violaciones del derecho internacional humanitario. Una fuente de la fiscal¨ªa militar rusa aseguraba ayer a la agencia Interfax que los datos facilitados por la organizaci¨®n de derechos humanos eran "pura desinformaci¨®n", y se preguntaba c¨®mo era posible difundir esta clase de noticias sin pruebas.Human Rights Watch, muy activa en Rusia, se dispon¨ªa ayer a emitir un comunicado para ofrecer detalles de estas atrocidades y exigir responsabilidades. Entretanto, su enviado a la regi¨®n, Peter Bouckaert, segu¨ªa recopilando informaci¨®n, fundamentalmente entre los ex residentes de Grozni que llegan a Ingushetia.
Bouckaert cuenta un caso especialmente dram¨¢tico cuya protagonista fue una chechena de 40 a?os que s¨®lo quiere identificarse como Hedi. Su testimonio est¨¢ reforzado por las heridas de bala y las graves quemaduras que sufre. Hedi relata desde un hospital de Ingushetia c¨®mo el 21 de enero, cuando regres¨® a Grozni con otras dos mujeres para comprobar el estado en que hab¨ªan quedado sus hogares, fueron capturadas por un grupo de soldados que se dedicaba al pillaje.
Les pusieron una venda en los ojos y les dispararon a quemarropa. Ella se salv¨® haci¨¦ndose pasar por muerta. Lo que convierte su supervivencia en milagrosa es que los soldados echaron encima de las tres mujeres varios colchones, los rociaron con gasolina y les prendieron fuego.
Bouckaert ha recogido otros testimonios estremecedores, como el de una mujer que dice que se ocultaba con otros cinco civiles en un s¨®tano al que los soldados arrojaron varias granadas. Despu¨¦s alinearon a los heridos y los fusilaron. Otras v¨ªctimas son un hombre de 72 a?os tiroteado junto a una anciana en su casa y una mujer y su hijo adolescente muertos en un control de identidad. La mayor¨ªa de los cr¨ªmenes se cometieron en el distrito de Staropromislovski.
No hay guerras limpias, pero la suciedad de ¨¦sta (que se insiste en calificar de "operaci¨®n antiterrorista") recuerda ya la de la anterior contienda, entre diciembre de 1994 y agosto de 1996. Y, como entonces, no cabe esperar que se exijan responsabilidades. Ni siquiera est¨¢ claro que se vaya a castigar a los soldados borrachos que, en diciembre, se libraron en Alj¨¢n Yurt a una org¨ªa de sangre que caus¨® 40 muertes.
Como pod¨ªa esperarse, no hay periodistas, ni rusos ni occidentales, que hayan presenciado las atrocidades. El mando ruso se cuida mucho de tenerlos alejados, y quienes se saltan sus filtros se exponen, en el mejor de los casos, a ser devueltos por la v¨ªa de urgencia a Mosc¨². No tuvo tanta suerte Andr¨¦i Babitski, periodista de la emisora norteamericana Radio Liberty, detenido por las tropas rusas en enero y supuestamente canjeado la pasada semana por dos soldados rusos.
Curiosamente, la fiscal¨ªa general llam¨® ayer a declarar al informador por su supuesta implicaci¨®n con "unidades armadas ilegales". Si no se presenta, se dictar¨¢ una orden de busca y captura. Para que se hiciese efectiva, har¨ªa falta que estuviese vivo, y no hay pruebas concluyentes de que as¨ª sea. Un enviado de su emisora, Vlad¨ªmir Dolin, sigui¨® su rastro hasta Chernokosovo, al norte del r¨ªo Terek, donde fue recluido en algo muy parecido a los campos de filtraci¨®n de siniestra memoria desde la anterior guerra ruso-chechena.
La trampa
Entretanto, los combatientes que lograron romper el cerco de Grozni continuaban ayer su repliegue hacia las monta?as del sur, donde se halla el grueso de las fuerzas guerrilleras. La aviaci¨®n y la artiller¨ªa machacan las aldeas en las que buscan refugio y se ceban en los civiles inocentes que no se echaron antes al camino o al monte.
Los rebeldes no han tenido ocasi¨®n de lamer sus heridas. Ni siquiera de contar sus muertos. Tanto el jefe de las fuerzas rusas en el C¨¢ucaso, V¨ªktor Kaz¨¢ntsev, como el responsable del frente oeste, Vlad¨ªmir Sham¨¢nov, se enorgullecen de haber hecho caer a los rebeldes en una trampa mortal. Supuestamente, la red se prepar¨® dejando que peque?os grupos de resistentes abandonaran Grozni sin ser atacados. M¨¢s tarde, un oficial que hab¨ªa actuado como intermediario en canjes de prisioneros propuso abrir v¨ªa franca a la retirada a cambio de 100.000 d¨®lares (unos 17 millones de pesetas).
Al parecer, los independentistas pagaron sin rechistar, confiados en la venalidad de los militares rusos, dispuestos con frecuencia a saltarse las normas por unos rublos o una botella de vodka.
Pero, siempre seg¨²n los mandos rusos, s¨®lo pagaron un pasaporte al infierno. El corredor que se les abri¨® era en realidad un campo minado en el que los boievik¨ª (combatientes) cayeron como moscas, entre ellos tres de sus comandantes. Incluso el m¨ªtico Sh¨¢mil Bas¨¢yev perdi¨® all¨ª un pie y result¨® herido en ambas manos. La ¨²nica manera de avanzar era, a veces, pasando por encima de los cuerpos despedazados de quienes hab¨ªan abierto camino. Al final de ese horror, todav¨ªa les esperaba un diluvio de bombas.
Una nueva Dresde
Pasar¨¢ mucho tiempo antes de que Grozni vuelva a ser algo parecido a una ciudad. Lo que un d¨ªa fue una urbe de m¨¢s de 400.000 habitantes ha quedado reducido a un paisaje que recuerda el de Dresde tras los bombardeos aliados al final de la II Guerra Mundial. La segunda localidad m¨¢s poblada de la rep¨²blica cauc¨¢sica, Guderm¨¦s, se convertir¨¢ con toda probabilidad en capital provisional.En octubre, las huellas del conflicto anterior eran a¨²n muy visibles, desde el solar en que se hab¨ªa convertido el antiguo palacio presidencial hasta los montones de ruinas de muchos edificios y los enormes boquetes en otros. Las bombas ya empezaban a caer entonces con regularidad pero, durante el d¨ªa, antes de entrar en vigor el toque de queda, no imped¨ªan una apariencia de normalidad, con multitud de tenderetes.
Tras varios meses de bombardeos implacables, Grozni ha quedado reducido a un mont¨®n de escombros entre los que es dif¨ªcil encontrar un edificio indemne. Hubo momentos en que la aviaci¨®n lleg¨® a efectuar m¨¢s de 150 misiones diarias. Los tanques completaron su tarea para desalojar a los francotiradores, y las minas la remataron.
Sin que funcionen m¨ªnimamente los servicios esenciales, el pu?ado de civiles que sigue en la ciudad se enfrenta a un invierno azaroso. Tampoco ser¨¢ benigno para los soldados rusos, que no podr¨¢n bajar la guardia porque, si tienen ocasi¨®n, los boievik¨ª volver¨¢n para tomarse la revancha.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.