Serbia, crimen y pol¨ªtica
Tres semanas despu¨¦s de que el notorio pistolero Arkan cayese bajo las balas en el vest¨ªbulo de un hotel de lujo de Belgrado, le ha tocado el turno, por similar procedimiento, al ministro de Defensa de Milosevic, el montenegrino Pavle Bulatovic, cuando cenaba en un restaurante de la capital serbia. Uno y otro crimen, como el rosario de los que les han precedido -siempre sin aclarar y casi siempre de personajes conectados al n¨²cleo duro del poder que ejercen exclusivamente el dictador Slobodan Milosevic y su esposa, Mirjana-, son una carta abierta sobre la imparable descomposici¨®n del r¨¦gimen que durante una d¨¦cada turbulenta ha instigado y presidido la voladura de Yugoslavia, hasta acabar perdiendo Kosovo en guerra con la OTAN.En contraste agudo estos d¨ªas con la evoluci¨®n de Croacia, Serbia se ha convertido en un Estado seudogansteril, sin ley, en el que la sangre llama a la sangre y pocos de sus ciudadanos esperan que la desaparici¨®n de Milosevic resulte pac¨ªfica. Su capital es el epicentro de un submundo que ha florecido con las guerras ¨¦tnicas planeadas y perdidas por Milosevic y con las sanciones econ¨®micas y el aislamiento internacional. En este universo, donde la inmensa mayor¨ªa subsiste con siete mil u ocho mil pesetas al mes y los cargos del r¨¦gimen son a su vez los jefes de las empresas monopolistas -un paisaje descrito como "idiocia moral" por un respetado profesor serbio-, los lazos entre el crimen organizado y el poder pol¨ªtico se han hecho inevitablemente estrechos.
Lo demostrar¨ªa, a falta de otros argumentos, la relaci¨®n de algunos de los notables acribillados. Adem¨¢s del halc¨®n Bulatovic y de Zeljko Raznatovic, alias Arkan (que en sus d¨ªas m¨¢s sanguinarios fue jaleado por el poder de Belgrado como h¨¦roe nacional y modelo a seguir), aparecen los nombres del multimillonario Zoran Todorovic, Culata, el m¨¢s estrecho colaborador de la mujer de Milosevic; del general Radovan Stojcic, Bruto, viceministro del Interior; de Vlada Kovacevic, alias El Tr¨¦bol, amigo ¨ªntimo de Marko, el hijo de Milosevic, asociado al contrabando en gran escala; del coronel Milorad Vlahovic, alto cargo policial...Rumores aparte, el crescendo de los ajustes de cuentas en Belgrado, en v¨ªas de convertirse en un Medell¨ªn balc¨¢nico, tiene un sello de fin de reinado. Sean o no los ¨²ltimos asesinatos el comienzo de una versi¨®n local de los cuchillos largos, como sostiene Washington, resulta claro que Serbia necesita ya un nuevo liderazgo pol¨ªtico, capaz de restablecer el sosiego, encabezar su regeneraci¨®n y llevar seguridad a una sociedad amedrentada y enferma.
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