Inmigraci¨®n
Me siento orgullosa de mis padres. Como otros tant¨ªsimos hombres y mujeres de su generaci¨®n tuvieron que emigrar para poder progresar. Por primera vez en la historia de esta ignorante y pobre Sefarad hubo una generaci¨®n que, presionada por el desarrollismo, pudo abandonar el campo miserable y aspirar a una vida mejor. La tarea no fue f¨¢cil, porque no hablaban la lengua de los empleadores, porque eran mano de obra barata, porque no hab¨ªa sindicatos que lucharan por sus derechos, porque les destinaban a lo m¨¢s desolado del extrarradio para vivir.La combinaci¨®n de diversos factores, y creo que entre los no menos importantes figuraron la transici¨®n democr¨¢tica, el ingreso en la Uni¨®n Europea y el acceso masivo a la educaci¨®n, hizo posible que mis/nuestros padres construyeran una sociedad mejor. Ahora, como dice Goytisolo, somos los nuevos ricos de Europa, recibimos inmigrantes y les damos un trato a¨²n m¨¢s indigno del que fueron objeto nuestros padres. Les pagamos sueldos de miseria, les obligamos a vivir hacinados en viviendas insalubres, les obstaculizamos la reuni¨®n con sus familiares y les negamos los m¨ªnimos derechos laborales porque en las pateras no reparten documentos de residencia. Crean riqueza para nuestro Estado del bienestar y nosotros a cambio les construimos prost¨ªbulos en los alrededores de los campos donde trabajan, para que tambi¨¦n paguen por el amor fugaz.
En El Ejido est¨¢n indignados porque dicen que sus mujeres no pueden salir a la calle a partir de las ocho de la tarde sin recibir improperios proferidos por pobres de solemnidad. De nuevo el discurso machista que justifica la violencia en defensa de la desvalida f¨¦mina. El problema no es de integraci¨®n-adaptaci¨®n-asimilaci¨®n, es de ¨ªndole econ¨®mica. Enriquecerse no es un delito, pero explotar al pr¨®jimo es inadmisible.- .
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