Di¨¢logo Norte-Sur
JAVIER MINA
Lo ha vuelto a decir. En su ¨²ltima comparecencia televisiva, el jefe de todos los vascos, pero menos de otros, ha vuelto a repetir que, en ausencia de violencia, todos los planteamientos pol¨ªticos son leg¨ªtimos. ?No se habr¨¢ enterado acaso de que existe un problema llamado Haider que trae de cabeza a todo Europa precisamente porque no todos los planteamientos, ni siquiera los pol¨ªticos, pueden ser leg¨ªtimos? Claro que, a lo mejor los aires que corren por aqu¨ª son distintos pero para que no lo sean convendr¨ªa fijarse m¨¢s de cerca en lo que est¨¢ sucediendo en el coraz¨®n y en el sur de Europa no vaya a suceder que con tanta oda a la etnia -por la v¨ªa ideol¨®gica- tanta exaltaci¨®n de la lengua y tanto c¨¢ntico a la diferencia acabemos pegando fuego a las viviendas, los lugares de reuni¨®n, los negocios o los coches de quien consideramos distinto y nos d¨¦ por tomarlo como una cosa, si no del todo inocente, al menos tolerable.
La irresistible ascensi¨®n de Haider se habr¨ªa dado, dicen, debido al cansancio producido por la alternancia en el poder de dos partidos que alternaban tambien sus chanchullos (en vien¨¦s suenan mejor: proporz). Lo expresaba muy bien un probo ciudadano que se ten¨ªa a s¨ª mismo por liberal: "Vot¨¦ a Haider porque ¨¦l trae un impulso a Austria tras 30 a?os de irresponsabilidad pol¨ªtica". Seguro que muchos comparten su opini¨®n y se ven a s¨ª mismos como realizando un acto heroico que sacara a flote rec¨®nditos remordimientos, pero hubieran podido seguir durmiendo durante siglos acunados por el aburrimiento y la mezquin-dad, no en vano un tal Bernhard los ten¨ªa por miembros de "una sociedad b¨¢sicamente enferma, propensa a la violencia y al desvar¨ªo".
Ha bastado que la guerra de Kosovo desbordara el vaso emigrante para que los austriacos se hayan pasado a la integridad y hayan decidido acabar con tan nefasto estado de cosas aun a riesgo de entronizar lo pol¨ªticamente inco-rrecto. Luego, asustados por su propio exceso, han tratado de escabullirse, ?Austria racista?
Siempre es otra cosa. Los exaltados de El Ejido tampoco se ven a s¨ª mismos como racistas sino como justicieros. Entienden escarmentar a los delincuentes y poner coto a los delitos -de los extranjeros- organizando progromos. No quieren percatarse de que son ellos mismos quienes han creado las condiciones para que se d¨¦ la delincuencia -del extranjero- atrayendo a una mano de obra barata que no recibe ning¨²n tipo de subsidio y a la que hacinan, completamente desarraigada de su familia, en condiciones moras, o infrahumanas que viene a ser lo mismo. Y una vez que se produce el delito -del extranjero- encuentran de lo m¨¢s c¨ªvico matarlo in nuce, o sea liquidando al infractor. Pasan por alto, al igual que sus colegas austriacos, que su propio enriquecimiento es a costa de esa mano de obra a la que le exprimen la ¨²ltima gota sin devolverle nada a cambio como no sea un salario inferior al que recibir¨ªa un nativo por un trabajo que no quiere realizar sin querer tampoco que lo realice un sarraceno tirando, encima, los precios.
Y ah¨ª est¨¢ la madre del cordero. Mientras se les siga considerando como m¨¢quinas-herramienta, como meros yacimientos de mano de obra cuasi-regalada y no se les incorpore al rango de ciudadanos de pleno derecho volver¨¢n las suspicacias y los hostigamientos, ya sea de la mano de la pura visceralidad ya del fr¨ªo razonamiento disfrazado de labia democr¨¢tica. Porque El Ejido y Haider est¨¢n ah¨ª para demostrarnos que se puede llegar a la xenofobia, tanto a partir del mar de pl¨¢stico y un poso cultural que no rebasa las cotas del espagueti-western, como del musical Danubio, el bosque mittteleuropeo y un refinamiento cultural hecho de imperio, pan de az¨²car y psicoan¨¢lisis. Todo es quererlo, basta apostar por la bonanza econ¨®mica a costa del otro y de acantonarse en lo propio para mantener inerme al distinto, el exceso nacional vendr¨¢ solo. Un vien¨¦s de buen juicio, Schnitzler, no cre¨ªa que representara ning¨²n tipo de virtud amar al propio pa¨ªs y la lengua de los padres. Tampoco la hay en odiar la lengua y el pa¨ªs del distinto ni todav¨ªa menos en odiarle a ¨¦l. ?O s¨ª?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.