De Kosovo a El Ejido
El fragor de los bombardeos en Yugoslavia hace un a?o ensordec¨ªa nuestros o¨ªdos y nuestras conciencias. Todav¨ªa seguimos sin analizar p¨²blicamente las causas de esa guerra y tanta muerte como consecuencia. La sociedad europea ha olvidado aquel drama y all¨ª quedan kosovares y serbios, musulmanes y ortodoxos, cada uno destruyendo los signos de identidad del otro. Entre tanto ha estallado en nuestra misma patria otro conflicto, que ha despertado a los dormidos en el sue?o de la riqueza, o de la insensibilidad social. La cultura actual tiene una inmensa capacidad de ilustraci¨®n esclarecedora, pero no raras veces la ejerce para adormecer, anestesiar y hacer olvidar. Nada m¨¢s lejos de lo que Unamuno esperaba de ella: "remejer las entra?as". ?Por qu¨¦ estall¨® el conflicto de Kosovo y qu¨¦ hay detr¨¢s de esas llamaradas de xenofobia y racismo, que hoy arden en Viena o en el Ejido? Hay que llevar a cabo una ilustraci¨®n y purificaci¨®n de la memoria para entender lo que, le¨ªdo en mera superficie, parece ininteligible. Estamos asistiendo a la reaparici¨®n de conflictos religiosos, culturales y nacionales que duran ya doce siglos. Latentes hasta ahora o violentamente silenciados por guerras sucesivas, vuelven a aparecer cuando la libertad deja lanzar el grito al aire. Estamos asistiendo a las nuevas formas de choque entre Occidente cristiano y Oriente isl¨¢mico, entre europeos y turcos, entre la Europa cat¨®lica o protestante por un lado y por otro la Rusia ortodoxa, que hab¨ªa considerado a Yugoslavia miembro espiritual de su imperio. En Kosovo se enfrentaron fuerzas y memorias hist¨®ricas ancestrales, que pujaban por revivir y reafirmarse. No eran s¨®lo trozos de tierra, sino una historia y conciencia propias, un legado de identidad los que pujaban por afirmarse. Era una historia hecha de leyendas y hero¨ªsmos, de sue?os y venganzas. Lo que desde el 24 de marzo de 1999 estaba aconteciendo en Yugoslavia remit¨ªa a lo que siglos atr¨¢s hab¨ªa tenido lugar en el "campo de los mirlos" el 28 de junio de 1389, donde trabaron batalla el pr¨ªncipe cristiano Lazar y el sult¨¢n otomano MuradI con la victoria de ¨¦ste sobre aqu¨¦l. Rusia se ha sentido solidaria de los pa¨ªses balc¨¢nicos en nombre de una ortodoxia, que se cre¨ªa responsable de su identidad. La guerra de Crimea en el siglo pasado (1853-1856), la primera y segunda guerras mundiales en ¨¦ste, con la reagrupaci¨®n de naciones y etnias estaban, tambi¨¦n detr¨¢s del conflicto. ?Y todo hubiera sido tr¨¢gicamente m¨¢s grave si en marzo de 1999 Rusia no hubiera estado sumida en un marasmo pol¨ªtico y econ¨®mico que la ten¨ªa subyugada al dinero de Occidente, porque de lo contrario habr¨ªa intervenido en favor de los serbios que consideraba sus hermanos!En el Ejido se trata, en el fondo, del mismo conflicto, aun cuando su primer nivel es social y econ¨®mico. Grupos humanos pasan el Estrecho hambrientos de pan y dignidad, ganosos de desarrollo econ¨®mico y de acceso a las fuentes de la riqueza. Europa, y en primer lugar Espa?a, los va integrando porque los necesita como fuerza laboral para mantener su econom¨ªa, sobre todo en aquellas formas m¨¢s duras de trabajo que los europeos no estamos dispuestos ya a realizar. Los que llegan han nacido y crecido en ¨¢mbitos totalmente distintos de los nuestros. Pertenecen a otras culturas y en general son de religi¨®n isl¨¢mica, contra las cuales Europa y Espa?a han luchado durante siglos. ?se es el conflicto de fondo: la lucha entre Occidente cristiano y Oriente musulm¨¢n; entre dos culturas, una de las cuales, ha evolucionado poco mientras que la otra ha sometido las fuerzas de la naturaleza por la ciencia y la t¨¦cnica, a la vez que va desplazando la actitud religiosa. Occidente y el cristianismo han gestado las fuerzas de la libertad y de la dignidad, pero no siempre las han utilizado como programa de solidaridad entre los propios grupos europeos y menos con los de otros continentes. El conflicto con Irak ha tenido tanta gravedad hist¨®rica porque detr¨¢s estaban los intereses econ¨®micos de Occidente que hasta ahora ha explotado las fuentes de riqueza de los pa¨ªses pobres, adulando o enriqueciendo a sus soberanos, y dejando a las masas en su pobreza infrahumana. ?Por qu¨¦ ni liberalismo ni socialismo han echado ra¨ªces en los pa¨ªses isl¨¢micos? Cuando surge un l¨ªder, sea Naser o Sadam Husein, y hace del petr¨®leo un arma, todas sus poblaciones ir¨¢n detr¨¢s de ¨¦l, aun cuando a la vez sea un tirano. Esos conflictos han acrecentado la oposici¨®n entre cristianismo e islam, entre secularidad y religi¨®n, entre poder tecnocr¨¢tico y aliento de solidaridad. Es profundamente significativo que de manera clara y permanente, Juan PabloII no ha apoyado sino contradicho la actitud de Estados Unidos en el conflicto de Irak y, con los matices respectivos, ha hecho lo mismo en el problema de Oriente Medio y Palestina.
Al final del segundo milenio la Europa cristiana y el Oriente isl¨¢mico se encuentran ante la necesidad de un cambio radical y de un nuevo comienzo. La ca¨ªda de Constantinopla en manos de los turcos el 29 de mayo de 1453, el sitio de Belgrado en 1456, el asedio de Viena en 1529 y 1683, han sedimentado en el suelo del alma occidental unos recuerdos y temores que identifican al turco y al musulm¨¢n con el enemigo de la naci¨®n y de la fe cristiana, con el invasor que pone en peligro la propia cultura e identidad. Primero fueron los moros y luego los turcos, los que amenazaron nuestra estancia tranquila y libre en la patria hispana. Piratas en las costas y razias por las llanuras obligaron a edificar las ciudades en colinas y alcores, con castillos y murallas. Todo eran centinelas subidos a las atalayas por ver si sub¨ªa o bajaba el turco.
Los espa?oles tienen como texto nacional un libro cuyo autor qued¨® manco en Lepanto. Al comienzo de la segunda parte del Quijote leemos: "De lance en lance vino a contar algunas nuevas que hab¨ªan venido de la corte y, entre otras, dijo que se ten¨ªa por cierto que el Turco bajaba con una poderosa armada y que no se sab¨ªa su designio ni adonde hab¨ªa de descargar tan gran nublado y con este temor, con que casi cada a?o nos toca arma, estaba puesta en ella toda la cristiandad".
Esclarecida y purificada la memoria, se trata ahora de esclarecer y acendrar la esperanza. Todo es ya distinto, y sin embargo los miedos profundos siguen siendo los mismos. Europa y Oriente por un lado, cristianismo e islam por otro, tienen que recomenzar una nueva fase de encuentro en mutua aceptaci¨®n y no explotaci¨®n, en mutuo reconocimiento y no resentimiento, en actitud de di¨¢logo y no de poder. Europa tiene que repensar los criterios con los que ha comprendido otras culturas y religiones durante los ¨²ltimos tres siglos no pocas veces las ha despreciado, reducido y ofendido, desde la convicci¨®n de que su cultura era "la" cultura y de que el cristianismo era "la religi¨®n absoluta". Mientras perdure en esta actitud, seguir¨¢ mirando a los dem¨¢s como ciudadanos de segunda clase, mano de obra barata, masa de esclavos modernos. La Iglesia cat¨®lica en el VaticanoII, con sus documentos claves sobre La Libertad religiosa y Las Religiones no cristianas ha establecido los criterios de aceptaci¨®n, reconocimiento y di¨¢logo como actitud obligada ante el pr¨®jimo. El ecumenismo no es sincretismo barato sino obligaci¨®n sagrada, porque Dios es ¨²nico y el hombre ¨²nico. Dios es igual para todos y todos son hijos e im¨¢genes del Dios creador. El islam tambi¨¦n tiene que realizar desde dentro de s¨ª mismo lo que el cristianismo llev¨® a cabo, primero con la Ilustraci¨®n y luego con el Concilio VaticanoII.
Es urgente crear una cultura de mutuo conocimiento y di¨¢logo. En nuestra patria tenemos figuras se?eras que los practicaron con proyectos geniales como Ram¨®n Mart¨ª, Raimundo Lulio y Juan de Segovia, creando escuelas de lenguas, haciendo ediciones triling¨¹es del Cor¨¢n y reclamando que el di¨¢logo en libertad y no la guerra en violencia fuera la forma de encuentro con los entonces llamados sarracenos. La cultura y sociedad espa?olas tienen que salir de su torre de marfil, erguidas y despectivas, dejar de mirar a los ciudadanos del Magreb como pobres hombres a la vez que como hombres pobres, y no despreciar su actitud religiosa como pura magia. ?Qu¨¦ escarnio cuando un alcalde de la capital espa?ola les ced¨ªa amplios terrenos para una mezquita a la vez que sonre¨ªa compasivo y despectivo sobre su oraci¨®n, ayuno y lectura fiel del libro para ellos sagrado!
Son necesarias la generosidad y solidaridad, pero a ellas deben preceder una real comprensi¨®n y aceptaci¨®n. El budismo y el islam se presentan hoy frente al cristianismo como las dos grandes alternativas religiosas para Europa. La Iglesia ya ha reaccionado ante ellas, mientras que la cultura y la sociedad siguen pensando que la religi¨®n no tiene funci¨®n social alguna, que es un residuo a extinguir, o que en cualquier caso pertenece al ¨¢mbito de la intimidad pudorosa que no debe encontrar espacio para su expresi¨®n nueva. No basta con apelar a lo religioso en sola clave est¨¦tica, ligera y trivial, que lo degrada. No se puede olvidar el aviso de Hegel: "Es una representaci¨®n meramente abstracta y vac¨ªa imaginarse como posible que los individuos act¨²en solamente seg¨²n el sentido o la letra de las leyes y no seg¨²n el esp¨ªritu de su religi¨®n en la que yace su conciencia m¨¢s ¨ªntima y su obligaci¨®n suprema".
Es necesario el cultivo simult¨¢neo de derechos y valores fundamentales, pero ¨¦stos s¨®lo son posibles donde se alimentan ideales fundamentales.
Europa tiene poder y riqueza, pero no tiene el correspondiente aliento de transcendencia y potencia de vida. No agradece la vida humana como un don recibido que debe transmitir y defender en todas sus formas; no engendra hijos suficientes para prolongar su propio futuro. El Este europeo y el ?frica vecina engendran y luchan por la afirmaci¨®n de sus hijos. Europa los necesita para supervivir pero no los reconoce; m¨¢s aun, secretamente los desprecia. Ha elaborado una democracia y cree que con ella ha asegurado su futuro. Pero la democracia, que es indispensable, tiene que ser fundada, nutrida y transcendida hacia una verdad mayor, com¨²n y reconciliadora. Con m¨¦todos democr¨¢ticos se han instaurado dictaduras y ahora en Austria llega el fantasma de la nueva forma de xenofobia. ?C¨®mo negarla con la sola democracia si ha nacido democr¨¢ticamente?
No es pensable la identidad sin alteridad; ya no hay verdad humana sin aceptaci¨®n del pr¨®jimo. Lo que desde siempre la raz¨®n humana y la fe cristiana nos deber¨ªan haber ense?ado a todos, se lo est¨¢ haciendo evidente a Europa la necesidad de su propia perduraci¨®n como sistema de producci¨®n y de sociedad. Si ella no engendra ni cree, quedar¨¢ a merced de los que engendren, crean y trabajen.
Olegario Gonz¨¢lez de Cardedal es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas.
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