Ni rota ni roja MIGUEL HERRERO DE MI??N
La precampa?a va decantando ofertas program¨¢ticas de los partidos en las que las propuestas objetivas priman m¨¢s y m¨¢s sobre el mero ¨¦nfasis y ser¨ªa deseable que la campa?a acentuara tan saludable tendencia y la instrumentara a trav¨¦s de una serie de debates a culminar en el encuentro de los dos principales candidatos a la presidencia del Gobierno.Pero, junto a este polo de atenci¨®n emergente, destaca a¨²n m¨¢s otro: la cuesti¨®n de con qui¨¦n va a gobernar si se dan las condiciones para ello, sea el PP, sea el PSOE. ?Con los nacionalistas aqu¨¦l? ?Con los comunistas ¨¦ste o, m¨¢s bien con unos y con otros? En todo caso, el permanente e inasistente planteamiento de la cuesti¨®n deja claro -no ciertamente para m¨ª- que electores, analistas e, incluso, las mismas fuerzas pol¨ªticas interesadas parecen dar por descontado que las pr¨®ximas elecciones generales no producir¨¢n ninguna mayor¨ªa absoluta y ser¨¢n necesarios pactos de legislatura o, incluso, si di¨¦ramos un paso adelante por la v¨ªa de la civilidad, Gobiernos de coalici¨®n. Nada mejor podr¨ªa ocurrirnos.
Ahora bien, el pacto de populares y nacionalistas que, dada la experiencia de esta legislatura, hubiera sido a¨²n m¨¢s f¨¢cil en el futuro, no parece, por razones obvias, ya posible con el PNV y que cuaje o no con los catalanes va a depender tanto de la aritm¨¦tica de los esca?os -en Madrid y Barcelona- como de los sentimientos y exigencias afectivas que salgan a la luz durante la campa?a electoral. Sin embargo, el que se d¨¦ por descontada la propensi¨®n de populares y convergentes a pactar puede tener una importante y no querida consecuencia. Desde la derecha, sus dirigentes pol¨ªticos y, m¨¢s a¨²n, sus medios de comunicaci¨®n, se ha denunciado machaconamente el permanente chantaje nacionalista y la amenaza que ello supone para la unidad espa?ola. Y es claro que el maniqueo as¨ª construido puede inducir a cierto electorado a preferir una opci¨®n mayoritaria de izquierdas a una opci¨®n minoritaria de derechas que tuviera que pactar con lo que se ha anatematizado como amenaza separatista. El fantasma de la "Espa?a rota" exorcizar¨ªa, en este caso, al fantasma de la "Espa?a roja", que, todo el mundo sabe ya, no pasa de "rosa".
Sin embargo, tampoco el PSOE puede jugar la carta jacobina y caer en la tentaci¨®n de envolverse en el sacrosanto unitarismo. Los proyectos federalistas de Maragall y el PSC distan muy poco de los planteamientos pactistas de CiU, como mostrara anteayer en el Club Siglo XXI la aguda, autorizada y sugerente conferencia de Juan Tapia. Y Felipe Gonz¨¢lez y el propio Joaqu¨ªn Almunia han mostrado su aprecio -lastimosamente con a?o y medio de retraso- al Plan Ardanza en lo que a Euskal Herria se refiere, y tales declaraciones han sido positivamente apreciadas por el nacionalismo vasco, desbrozando as¨ª el camino para su entendimiento.
Al menos desde 1993, las grandes fuerzas pol¨ªticas espa?olas y m¨¢s a¨²n los medios que les son proclives se han complacido en cultivar una opini¨®n no s¨®lo antinacionalista, sino antivasquista y anticatalanista y sobran testimonios especialmente autorizados de esta tendencia que raya en revisionismo. Un revisionismo que llega a la propia Constituci¨®n. Probablemente lo que comenz¨® como pura estrategia pol¨ªtica -acusar al adversario de poner en peligro la integridad del Estado, la unidad espa?ola y la estabilidad constitucional- encontr¨®, despu¨¦s, apoyos en pagos de muy diferente filiaci¨®n ideol¨®gica e intelectual. En ocasiones, un extremo toc¨® con otro -por eso proceden las disertaciones a d¨²o- y los efectos pueden llegar a resultar de lo m¨¢s parad¨®jicos: el maniqueo convertido en boomerang. Pero la realidad impone, al final, sus normas y ni la izquierda puede obviar los hechos diferenciales precisamente all¨ª donde, como en Catalu?a o el Pa¨ªs Vasco, es especialmente fuerte, ni la derecha puede prescindir de las alianzas imprescindibles para gobernar. La alternativa entre la Espa?a Roja y la Espa?a Rota fue un grav¨ªsimo error. Los adjetivos, si alguna vez fueron ciertos, se han disuelto en la historia. La densa realidad del substantivo se ha mostrado capaz de embotar las lanzas en las que la imprudencia tiende a convertir las ca?as.
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