El beso
La espa?ola cuando besa es que besa de verdad, y a ninguna le interesa besar por frivolidad. Aquella memez era proclamada por una coplilla de los a?os sesenta que llevaba el pomposo t¨ªtulo de El beso en Espa?a. La letra ven¨ªa a decir que cuando una se?ora nacida en este pa¨ªs, reserva espiritual de Europa, tomaba la decisi¨®n de compartir un ¨®sculo con un caballero era porque lo hab¨ªa meditado mucho previamente hasta determinar que lo que iba a hacer no era una frusler¨ªa, sino que le sal¨ªa del alma. Escuchando la tonadilla, uno imaginaba a la mujer retir¨¢ndose a pensar minutos antes como el fr¨ªo m¨¢rmol esculpido por Rodin para, desprovista de toda pasi¨®n, deliberar sobre la conveniencia de lo que se planteaba hacer. Con el objeto de que nadie pensara que la dama en cuesti¨®n era una borde, el autor aclaraba que esta do?a pod¨ªa recibir un beso en la mano o le pod¨ªan dar un beso de hermano y que as¨ª la besar¨ªan cuando quisieran. Pero matizaba que lo que se entiende por un beso de amor no se lo daban al primer pringado que se pusiera a tiro.Aunque no recuerdo bien todas las estrofas, la conclusi¨®n definitiva era que la espa?ola no es una pelandusca que vaya por ah¨ª d¨¢ndole el morro a cualquiera y que para eso estaban las extranjeras, cuya afici¨®n al despendole era de todos conocida. Sin embargo, los tiempos cambian y con ellos cayeron muchos prejuicios. Ahora, los chiquillos, apenas despiertan a la sexualidad, ya est¨¢n buscando los labios de un miembro del sexo contrario para experimentar las mismas sensaciones que los tipos que salen en las pel¨ªculas.
Generalmente llevan el aprendizaje bastante avanzado porque el que m¨¢s y el que menos ha seguido los cursos de metodolog¨ªa sexual que les proporciona la contemplaci¨®n de no menos de dos o tres horas diarias de televisi¨®n. Antes, adem¨¢s, los actores juntaban los labios en la pantalla y todo lo dem¨¢s hab¨ªa que imagin¨¢rselo porque quedaba oculto al objetivo. Eso los americanos, que eran unos procaces, porque aqu¨ª el gal¨¢n torc¨ªa la cabeza hasta situarla en l¨ªnea con la de la dama para que s¨®lo vi¨¦ramos un cogote o pon¨ªan delante un sombrero o el paraguas, con lo cual pod¨ªamos pensar que estaban bes¨¢ndose o rezando el Santo Rosario. En la actualidad, en cambio, ya sean nacionales o extranjeros, los protagonistas se esfuerzan con denuedo por mostrar abiertamente al espectador toda la maniobra llegando a extremos de virtuosismo ciertamente encomiables. Consiguen as¨ª que presenciemos las distintas evoluciones de la lengua no s¨®lo en su correr dientes abajo buscando el centro, que dir¨ªa Miguel Hern¨¢ndez, sino ofreciendo primeros planos de la campanilla. Con semejante master en morreo no es de extra?ar que los mocosos procedan con tal maestr¨ªa desde los primeros balbuceos que parezcan rememorar las experiencias amorosas de su anterior reencarnaci¨®n. Una prueba fehaciente de hasta qu¨¦ punto se ha devaluado la trascendencia metaf¨ªsica del beso de Espa?a es el concurso que organiz¨® el lunes pasado el Ayuntamiento de Valdemoro para celebrar el D¨ªa de San Valent¨ªn. Siete parejas se apuntaron a la competici¨®n, que premiaba con 10.000 pesetas no el beso m¨¢s amoroso ni el m¨¢s sensual o imaginativo, sino el m¨¢s largo. Dos mil duros por los que hubo participantes que se dieron el pico sin mediar relaci¨®n sentimental alguna, s¨®lo por el cochino dinero. Cuarenta y cinco interminables minutos permanecieron intercambiando saliva los ganadores de tan edificante certamen. Un aut¨¦ntico atrac¨®n de morros que dej¨® exhausta y con la boca entumecida a la pareja triunfadora y probablemente sin ganas de aproximar sus labios para una buena temporada. Y es que entre aquel beso de Espa?a que llevaba la hembra muy dentro del alma y ¨¦ste de Valdemoro forzado, hu¨¦rfano de emoci¨®n y encharcado en babas, hay toda una gama de posibilidades. Una escala marcada por la intensidad del sentimiento m¨¢s all¨¢ de la raz¨®n y de la burda emulaci¨®n de los ligones en celo. El mejor beso no es el m¨¢s casto, ni puritano, y mucho menos el m¨¢s banal o prolongado, sino el que te hace temblar como una hoja desatando la pasi¨®n en cuanto rozan los labios. Eso es besar de verdad. Y el premio nunca es en met¨¢lico.
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