Por la democracia
El asesinato ayer de Fernando Buesa, un hombre cordial e inteligente a quien tuve la satisfacci¨®n de conocer, vuelve a plantear con toda su crudeza el tema del significado pol¨ªtico de ETA. Los meses de tregua trajeron consigo una considerable dosis de confusi¨®n, con muchas gentes afectadas de una nueva versi¨®n del s¨ªndrome de Estocolmo, insistiendo en que la banda ten¨ªa un real deseo de paz que "el inmovilismo" del Gobierno vino a arruinar. Los partidos del Pacto de Lizarra compitieron a la hora de repetir este lugar com¨²n, al que a?ad¨ªan un planteamiento del tema de la paz cuyo contenido pol¨ªtico, en forma de objetivo soberanista o de independencia, ven¨ªa sin decirlo a reforzar los objetivos pol¨ªticos de la organizaci¨®n terrorista. Pero no fueron los ¨²nicos en repetir la idea de que la exigencia de autodeterminaci¨®n era en las circunstancias actuales una propuesta democr¨¢tica, que la territorialidad de Euskal Herria del Ebro a Bayona constitu¨ªa un objetivo razonable y que la negociaci¨®n para alcanzar los anterior "superando" (sic) la Constituci¨®n y el Estatuto representaba una salida del "contencioso" tan plausible que s¨®lo pod¨ªan negarse a ella los afectados de una intransigencia incurable o, lo que es peor, de un anacr¨®nico sentimiento nacionalista espa?ol.No hubo otro remedio que releer cuidadosamente los documentos del periodo para comprobar contra tales falsas evidencias que hab¨ªa sido ETA la que hab¨ªa formulado primero unas bases para la negociaci¨®n que eran simples cl¨¢usulas de rendici¨®n, luego quien rompi¨® los contactos con el Gobierno como premisa para la vuelta al terror, y que los textos pol¨ªticos adoptados tanto por EH como por el PNV no configuraban los supuestos de un debate democr¨¢tico sobre Euskadi, sino las premisas de una independencia a alcanzar por encima de la voluntad de los ciudadanos vascos. A partir de tales planteamientos, el regreso de la muerte estaba servido.
Tal y como plantea ETA el futuro de Euskadi, el terror y la violencia son instrumentos imprescindibles al servicio de la acci¨®n pol¨ªtica independentista. ?C¨®mo va a conquistar por los votos en situaci¨®n de normalidad a Navarra, ?lava o el Pa¨ªs Vasco franc¨¦s?, ?c¨®mo va a imponer la propia idea de independencia en lo que es hoy Comunidad Aut¨®noma Vasca si tal objetivo s¨®lo logra las preferencias de un tercio escaso de la poblaci¨®n?, ?c¨®mo va a imponer una sociedad euskald¨²n depurada al modo sabiniano de todo componente espa?ol? El asesinato de un representante de la democracia como Fernando Buesa, al igual que sucediera antes con Francisco Tom¨¢s y Valiente, adquiere as¨ª pleno sentido. Es la misma l¨®gica que exhiben otros nacionalismos parafascistas en la Europa de hoy, el de Le Pen en Francia o el de Haider en Austria, una b¨²squeda de la naci¨®n depurada de todas las contaminaciones extra?as, liberada por la acci¨®n del "pueblo" -la masa violenta dirigida por una minor¨ªa de reaccionarios- de la conjura de unas fuerzas del mal cuya existencia ampara y promueve la democracia. S¨®lo que ETA y sus seguidores, adem¨¢s de sostener tales ideas, las apoyan con el ejercicio del crimen pol¨ªtico y de la intimidaci¨®n a todos los niveles. No es cuesti¨®n de nacionalismo vasco o de antinacionalismo, sino de antidemocracia.
En la f¨®rmula sabiniana, que hoy ETA protagoniza, y que insensatamente respaldan los partidos nacionalistas democr¨¢ticos, el nacionalismo se convierte en una religi¨®n pol¨ªtica de la violencia. Cosa l¨®gica si pensamos en que el fundador de la doctrina, Sabino Arana, ocupa un lugar de privilegio entre los pensadores europeos que anuncian la venida del nacionalsocialismo. Hablan de "construcci¨®n nacional", pero m¨¢s all¨¢ de la imposici¨®n del euskera nada hay de eso en unos planteamientos cuyo ¨²nico soporte firme es el odio visceral a Espa?a, en nombre de una Euskal Herria imaginada cuyos rasgos han sido tomados de unas im¨¢genes ruralizantes de cart¨®n piedra, al son del txistu y de la txalaparta. ?Todav¨ªa en el ¨²ltimo proyecto de Euskal Herritarrok se invoca la victoria de Roncesvalles/ Orreaga sobre Carlomagno! Siempre la lucha de unos guerreros heroicos, aunque ahora los medios empleados sean tan viles como el coche-bomba o el tiro en la nuca.
El hecho de que disfruten de un soporte social, ahora puesto relativamente en sordina por Euskal Herritarrok, no debe alterar el juicio. Una mayor¨ªa de nazis es una mayor¨ªa de nazis, no una mayor¨ªa democr¨¢tica. En contra de lo que declaran Ibarretxe o Arzalluz, cabe afirmar que no existen hoy condiciones para una vida democr¨¢tica en Euskadi. El terror, las agresiones y la extorsi¨®n desmienten tr¨¢gicamente los planteamientos de un PNV y de un Gobierno vasco atrapados por una equivocaci¨®n que nadie les va a reprochar si rectifican, pero que merece la m¨¢s rotunda de las condenas de insistir en la delirante actitud de condenar a las v¨ªctimas y seguir aliados de quienes son el brazo pol¨ªtico de los verdugos. Otegi tuvo la virtud de dejar las cosas claras con su "gora" a ETA en la manifestaci¨®n de diciembre o con la calificaci¨®n, finamente castrista, de "gusanos" a los defensores de la paz que piden el fin de ETA. No s¨®lo ¨¦l y EH se niegan a solicitar el fin del terror de ETA, sino que descalifican a quienes proponen tal cosa. A los partidarios de la paz va dedicada la manifestaci¨®n del s¨¢bado "contra el fascismo espa?ol y por la democracia vasca". Por no citar la inscripci¨®n de Auschwitz, estamos ante un remake de Los asesinos acusan. La grandeza de la democracia consiste en permitir que las libertades de asociaci¨®n, expresi¨®n y manifestaci¨®n sean aprovechadas como lo hace la constelaci¨®n ETA. Pero esa misma democracia exige una rotunda oposici¨®n a quienes de forma tan expl¨ªcita respaldan el terror.
Y a quienes bajo una etiqueta democr¨¢tica hacen prevalecer una concepci¨®n estrecha y miserable del nacionalismo sobre el respeto que merecen los derechos humanos. Surgen entonces preguntas bien claras a formular a los se?ores Arzalluz e Ibarretxe: ?qui¨¦n hace victimismo?, ?qui¨¦n se lanza contra los que se oponen al terror?, ?qui¨¦n organiza las contramanifestaciones?, ?a qui¨¦n obedecen los j¨®venes que queman casas y autom¨®viles? Es evidente que ni el Gobierno vasco ni la direcci¨®n del PNV son fascistas, pero en la historia del siglo XX resulta de sobra conocido el papel desempe?ado por aquellos que tuvieron poder para frenar la violencia fascista y contribuyeron pasivamente al imperio de sus cr¨ªmenes. Desde el asalto protegido a la librer¨ªa Lagun, que tanto les irrit¨® por su propia mala conciencia, hasta el blindaje de la alianza con EH, la bola de nieve de la complicidad no ha hecho m¨¢s que crecer.
El infame asesinato de Fernando Buesa y de su escolta deber¨ªa servir como punto de inflexi¨®n para que las cosas cambiasen. Para ello Arzalluz tendr¨ªa que reconocer que no hay una divisoria real entre nacionalistas y no nacionalistas, sino entre quienes adoptan el grito de ?viva la muerte! y los que lo rechazan desde la democracia. Lo he escrito alguna vez: se puede ser alem¨¢n como lo fue Willy Brandt, o como lo fue Goebbels, o como lo fue Von Papen. La elecci¨®n racional para un vasco no ha de ser dif¨ªcil.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Pensamiento Pol¨ªtico de la Universidad Complutense de Madrid.
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