Mont Sant
Se bailaba alrededor de la primera violeta como bienvenida al buen tiempo; en la crucifixi¨®n se pobl¨® el Calvario de violetas. Marcan el camino hacia el ol¨ªmpico Mont Sant, alfombrado de arom¨¢tico heno y perfumado hinojo, de fragante espliego y nupcial romero, de bals¨¢mico tomillo, de amorosa margarita, de puro ravanell y voluptuoso mirto. Por empedrada senda sube el luminoso Llutxent a la m¨¢gica monta?a del sagrado dolmen del Codol, de cultos megal¨ªticos -lo sant Corpo Crist de Llutxent te cobrir¨¤ e te dar¨¤ fills e filles-, transformado en ara de altar que besan los peregrinos, saludados por los almendros con sus gentiles p¨¦talos de la esperanza.Ascienden los humanos -se emparejan los que andan juntos- a la cumbre donde Cielo y Tierra se aman y penetran y baja la divinidad, sobre rosas, como pan de vida consagrado en dorado c¨ªrculo solar; sensual Corpus entre gr¨¢vidos campos. Desde los or¨ªgenes, en los montes santos reside lo eterno y quien llega a la cima rejuvenece, divinizado -Mois¨¦s reverdeci¨® con cuernos en el Sina¨ª; all¨ª se dirige en avi¨®n el Papa en busca de las tablas perdidas, donde en el IV vol¨® sin alas ni aparato la virginal santa Catalina, tras el corte de su cuello; en lugar de sangre sac¨® un chorro de leche-; en monta?as c¨®smicas enraizadas en el centro del mundo lo sobrenatural se manifiesta; para exorcizar dioses y ritos paganos: "Sobre lo puig del Codol se mostr¨¤ una creu tan resplendent que apagava la claror del sol", seg¨²n relato del XV. En el XIII, la transubstanciaci¨®n fue al rev¨¦s, donde hubo hostias, tras dura batalla, aparecieron "cinc senyals de carn sangonosa". Entre p¨¢jaros en celo -Per sant Maci¨¤, els ocells es volen casar- y efluvios primaverales de melocotones y albaricoques en flor, Llutxent recuerda hoy ra¨ªces y brotes del pueblo valenciano.
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