Dolor por la muerte de dos vecinos
Natividad se acerc¨® ayer a Bego?a y le pidi¨® perd¨®n, le dijo que lo sent¨ªa, se ech¨® a llorar. Las dos mujeres se abrazaron y as¨ª estuvieron largo rato, compartiendo sus l¨¢grimas, intentando entender. Al ¨²nico hijo var¨®n de Bego?a -Jorge se llamaba, un chaval de 26 a?os, un hombret¨®n que no cabe por esa puerta- lo mataron el martes en Vitoria. Fue ETA, con un coche cargado de tantos explosivos que el estruendo se oy¨® en toda la ciudad.Jorge, polic¨ªa vasco, caminaba junto a Fernando, pol¨ªtico socialista, intentando protegerle. De nada sirvi¨®. Jorge y Fernando murieron juntos. Todo el pa¨ªs pudo ver por la televisi¨®n sus cuerpos destrozados sobre el c¨¦sped. Y por eso ayer, a eso del mediod¨ªa, Natividad Rodr¨ªguez, la mujer de Fernando Buesa, su viuda ya, dej¨® el f¨¦retro de su marido en la capilla ardiente y se fue al tanatorio, donde Bego?a Elorza velaba el cad¨¢ver de su hijo. La mujer del pol¨ªtico pidi¨® perd¨®n a la madre del polic¨ªa. Su marido sab¨ªa desde hac¨ªa a?os que ETA lo quer¨ªa matar, que los terroristas buscar¨ªan la menor ocasi¨®n para callarle de una vez. Lo que no sab¨ªa era cu¨¢ndo, de qu¨¦ forma, a qu¨¦ hora. Ni tampoco que se llamar¨ªa Jorge el hombre que le acompa?ar¨ªa en un destino tan absurdo.
"Esa muerte me ha tocado demasiado cerca". A la dependienta del estanco se le saltan las l¨¢grimas. En Vitoria, Fernando y Jorge no eran dos desconocidos. No porque Fernando fuera un pol¨ªtico antiguo, viejo abogado laboralista, de formaci¨®n democristiana, un hombre decente de convicciones profundas. No porque Jorge fuera un muchacho estupendo, buen hijo y mejor nieto, que sol¨ªa dar grandes paseos con su abuelo Bernardo, tan orgulloso de ¨¦l. Fernando y Jorge no eran dos desconocidos porque en Vitoria apenas nadie lo es. La gente se conoce o, si no se conoce, conoce a alguien que s¨ª se conoce.
Hace s¨®lo unos meses, justo antes de dejar 20 a?os al frente de la alcald¨ªa de la ciudad, Jos¨¦ ?ngel Cuerda, hablaba sobre Vitoria. Y no se sent¨ªa orgulloso por que fuera especialmente limpia -que lo es-, ni porque su casco hist¨®rico estuviera muy bien conservado -que lo est¨¢-, ni porque no hubiese barrios marginales -que no los hay-. At¨ªpico militante del PNV, Cuerda estaba satisfecho porque su ciudad sigue conservando el alma intacta.
La gente se reconoce y se saluda por la calle, aun por encima de las diferencias pol¨ªticas. Ayer, eso, precisamente eso, se convirti¨® en un motivo m¨¢s de pesar. Todas las personas consultadas por este peri¨®dico al azar, en plena calle, en la larga cola de la capilla ardiente o tras el mostrador de un negocio, admitieron conocer a Fernando o a Jorge: de vista, de trato, porque era amigo de un amigo o porque simplemente viv¨ªan en el mismo barrio.
"Claro que conozco a los Buesa. Son de Vitoria de toda la vida, como yo", dice Mercedes, dependienta de una joyer¨ªa en la plaza del general Loma; "conozco tambi¨¦n a la mujer de Fernando, Nati, porque es profesora. A ¨¦l, tambi¨¦n; de verlo pasar por ah¨ª mismo y de verlo en los peri¨®dicos. Era una persona decente, un hombre cabal. De aqu¨ª, de Vitoria de siempre. Por eso lo hemos sentido tanto. Mire ah¨ª enfrente: esa farmacia fue de su familia, y tambi¨¦n la droguer¨ªa que hab¨ªa en la calle Dato. La familia del padre de Fernando eran lo menos 13 hermanos y, claro, as¨ª a alguno siempre terminas conoci¨¦ndolo. Ha sido horrible. Desde el asesinato de Miguel ?ngel Blanco quiz¨¢ no hab¨ªa habido una conmoci¨®n igual aqu¨ª en Vitoria. Qu¨¦ tropel¨ªa m¨¢s grande. La gente est¨¢ muy enfadada con el PNV, pero yo digo que quiz¨¢ tambi¨¦n lo hayan intentado a su manera. Y soy apol¨ªtica, eh. Pero digo yo que en ese partido habr¨¢ tambi¨¦n gente buena, como Atutxa, ese se?or tan majo. Aunque otros, como el Arzalluz..., no s¨¦ yo".
La muerte tan cerca. "Y, si a las v¨ªctimas las conocemos, supongo yo que tambi¨¦n a los asesinos". Aitor, 24 a?os, reci¨¦n licenciado en Derecho, deja caer su reflexi¨®n y se calla esperando una respuesta que ni Mar¨ªa ni Pedro, sus dos amigos, se atreven a dar. El horror de conocer a las v¨ªctimas, el v¨¦rtigo de sospechar que tambi¨¦n se ha visto alguna vez el rostro del asesino. "Qui¨¦n sabe", insiste Aitor, agrandando el desconcierto en sus acompa?antes; "si no nos los cruzamos cada ma?ana en la escalera, les damos los buenos d¨ªas, est¨¢n desayunando en la misma barra del bar".
Un hombre, quiz¨¢ una mujer, puede que una pareja, debi¨® de seguir durante d¨ªas a Fernando Buesa y a su escolta para aprenderse de memoria sus movimientos. Si Vitoria es as¨ª -tan cordial, tan cercana-, "?c¨®mo es que nadie se dio cuenta de que los segu¨ªan? ?Tan f¨¢cil es matar?".
Aitor, Mar¨ªa y Pedro se alejan sin respuesta por el parque. A su derecha, junto a la verja del Parlamento vasco, est¨¢n las coronas de flores llegadas de todos los lugares. Hay claveles y, sobre todo, rosas rojas.
No dej¨® de llover en todo el d¨ªa y, aun as¨ª, la cola para decirle adios a Fernando Buesa -el velatorio del joven polic¨ªa fue ¨ªntimo por deseo de la familia- fue a veces tan numerosa que rode¨® el edificio de la C¨¢mara. Hab¨ªa dolor, indignaci¨®n, dicha en voz alta, con todas las letras.
Carmen, socialista de la cabeza a los pies: "Me da mucha pena que se lleven a gente as¨ª. Aunque es hablar por hablar y lo preciso es hacer". Alfredo, de 65 a?os: "Aqu¨ª no se puede hablar. S¨®lo pueden los que matan. A los valientes mira lo que les ocurre. Y descuide que a algunos no les pasar¨¢; a ese jefazo del PNV, a Arzalluz, a ¨¦se no le pasar¨¢. Tampoco me gusta Egibar". Pr¨¢xedes, 72 a?os: "Estamos hasta las narices de tanta bestialidad. Tengo una rabia tremenda y no puedes hacer m¨¢s que indignarte". ?Es usted socialista?: "No, no no lo soy, pero da igual. Tenemos sentimientos humanos, con eso basta, y esto es una salvajada". Javier, 17 a?os, alumno del Colegio Miguel de Unamuno: "Hay que venir. Esto no se puede aguantar". Laura y Est¨ªbaliz dicen sentir dolor y rabia...
Las flores son rojas y las vallas amarillas. La cola se pierde por el paseo de La Florida, justo donde hace ya tantos a?os un chaval llamado Fernando conoci¨® a Nati en un baile de verano. Se enamoraron. Se casaron. Tuvieron tres hijos. A Fernando lo mat¨® ETA el martes. Hoy lo entierran. Cubrir¨¢ su ata¨²d una bandera con la rosa del PSOE.
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