Sinraz¨®n al alim¨®n
J?rg Haider es un personaje perfectamente indigesto para el escenario pol¨ªtico europeo. Wolfgang Sch¨¹ssel, que gracias a Haider es canciller en Austria, no es tampoco Winston Churchill. Nunca lo ser¨¢. Para qu¨¦ enga?arnos. Pero, si podemos hablar de matices en esta Europa unida, es indignante la sacra indignaci¨®n que se ha apoderado de muchos Gobiernos y pol¨ªticos europeos y norteamericanos tras la formaci¨®n del Gobierno austriaco. Las sanciones de la UE contra Viena no tienen precedentes ni sentido. A los embajadores austriacos se les ha vetado todo contacto pol¨ªtico con los Gobiernos de la Uni¨®n, de la que son miembros. Los ministros austriacos desaparecen de las fotos y Austria se ha convertido de repente para todos los bienpensantes en el pa¨ªs paria de Europa.Esto no es s¨®lo hipocres¨ªa. Es una pura obscenidad que los ministros de pa¨ªses que se pasean por los salones de Mosc¨² en los que se decide la matanza de miles de civiles en Chechenia, que han acudido sonrientes a charlar con el genocida Slobodan Milosevic hasta hace cuatro d¨ªas y se abrazan a la casaca militar de Fidel Castro, que fusila, detiene, persigue y acosa, sean tan pudibundos de repente en su trato con un pa¨ªs que, hasta hoy, respeta como pocos los principios y valores que unen y sostienen a las democracias occidentales.
Haider es un demagogo populista de la peor especie. Su concepci¨®n del poder y la pol¨ªtica es repugnante. Pero igual de indigesta resulta esa actitud autocomplaciente de los pa¨ªses que demonizan hoy a Austria en lo que parece un coro de se?oritas espantadas que muchas veces no tienen empacho en lanzarse a la sauna afterhours. No estar¨ªa mal imaginarse cu¨¢ntos El Ejido habr¨ªa en Espa?a si tuvi¨¦ramos el 12% de inmigrantes en vez del 1,4%. No estar¨ªa de m¨¢s acordarse de las palizas racistas en Madrid, Par¨ªs, Bruselas o Estocolmo. Ni de la caza al negro decretada en el norte de Italia.
En la Austria democr¨¢tica, desde 1945 jam¨¢s se ha producido un acontecimiento similar a esa verg¨¹enza de Almer¨ªa ni a los cr¨ªmenes habidos en tantas capitales europeas con trasfondo racista y xen¨®fobo. En Carintia, una regi¨®n que gobierna Haider, personaje que, por cierto, no est¨¢ en ese Gobierno al que ahora parecen decididos algunos a tratar peor que a Ceaucescu, no ha habido ataques a extranjeros y los derechos de la minor¨ªa eslovena son respetados escrupulosamente. Austria ha acogido durante d¨¦cadas a centenares de miles de refugiados que encontraban cerradas todas las fronteras de los otros pa¨ªses europeos, hoy tan escandalizados ellos, tan pusil¨¢nimes.
Ahora todos parecen decididos a lavar su mala conciencia castigando a un peque?o pa¨ªs que tiene una de las rentas per c¨¢pita m¨¢s altas del mundo, de la que participa una inmigraci¨®n de las m¨¢s altas, y a orquestar una farsa de exquisitez moral contra un Estado que en ning¨²n momento ha incumplido regla democr¨¢tica alguna.
Los responsables de que Haider haya metido a su partido en el Gobierno son muchos. Tambi¨¦n las causas generales. Van desde los miedos a la globalizaci¨®n al eterno compadreo de los grandes partidos, el socialista (SP?) y el conservador (?VP), que han fomentado el hast¨ªo y a las fuerzas antisistema que supo encabezar Haider. ?l es peligroso. Pero tambi¨¦n lo es la estulticia. Es ideal para dar argumentos al demagogo y simplificador. Esta paliza, pol¨ªtica perfectamente injustificada, que la UE est¨¢ dando a Austria no s¨®lo es un error, es un disparate. Las sanciones contra Austria debilitan a la inmensa mayor¨ªa de los austriacos dem¨®cratas y europe¨ªstas y fortalece a los antieurope¨ªstas en otros pa¨ªses, sobre todo en Alemania, y -cuidado- ¨¦ste s¨ª que no es un Estado al que se le puede sacudir gratuitamente.
Combatir a Haider es leg¨ªtimo y necesario. En toda Europa. Hacer una pol¨ªtica cretina y contraproducente no es m¨¢s que sinraz¨®n. Y, tristemente, parece que al alim¨®n.
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