Conservaci¨®n de la especie AGUST? FANCELLI
Me pregunto si a veces los lugares en que ocurren las cosas no dicen m¨¢s cosas sobre lo que realmente ocurre que las propias cosas mientras est¨¢n ocurriendo. No me dejen todav¨ªa, no me dejen, por favor. El jueves por la noche me fui al parque de la Ciutadella, donde estaban anunciadas, no ya una, sino dos fiestazas. Socialistas y convergentes, en efecto, hab¨ªan coincidido en escoger el antiguo recinto militar arrasado por la Exposici¨®n de 1888 para celebrar sus respectivas cuchipandas de inicio de campa?a. Los primeros hab¨ªan convocado la gresca en el Hivernacle y hacia all¨ª me dirig¨ª en primera instancia. Al llegar algo pronto, me dediqu¨¦ a inspeccionar el local. Tiene un aire fin de si¨¨cle muy nost¨¢lgico, subrayado por un ej¨¦rcito derrotado de plantas humedecidas artificialmente que parecen llorar los tr¨®picos desde su exilio barcelon¨¦s. El lugar iba llen¨¢ndose de gente y ya Narc¨ªs Serra sub¨ªa a escena para prometer una etapa gloriosa de renovaci¨®n cuando ca¨ª en la cuenta de que el Hivernacle se halla ubicado entre el Museo de Zoolog¨ªa y el de Geolog¨ªa. Con todo el disimulo de que fui capaz, estudi¨¦ entonces al p¨²blico: gente de mediana edad, mayor¨ªa absoluta de sienes plateadas, ning¨²n piercing a la vista. Como salidos de una pel¨ªcula de Ettore Scola, aplaud¨ªan al candidato mientras ¨¦ste descubr¨ªa el cartel electoral. Conclu¨ª que me hab¨ªa metido en una fiesta de viejos conocidos y me alej¨¦ un poco deprimido antes de que se pusieran a cantar lo del muchacho excelente.La carpa convergente, montada en el zoo, junto a la Dama del Paraguas, promet¨ªa bastante m¨¢s modernidad: v¨ªdeo de fondo, ca?ones de luz, ambientaci¨®n de copeo, gente m¨¢s trajeadita. Empezaba a ponerme a tono cuando vi a Molins, Esteve y Colom en alegre ch¨¢chara y, sin propon¨¦rmelo, volv¨ª a preguntarme por el lugar en que me hallaba: ante la carpa se alzaba esa falsa cordillera de Montserrat en la que trisca prisionera la cabra hisp¨¢nica (cabra estatal, seg¨²n Catalunya R¨¤dio). A un lado surg¨ªa el delfinario, y me dio por pensar si eso tendr¨ªa algo que ver con el pospujolismo. Pero la sorpresa se hallaba del lado del terrario, donde un cartel anunciaba una "gran exposici¨®n de los animales m¨¢s fascinantes y peligrosos del mundo". Tom¨¢ndolo por el ¨²nico cartel que dec¨ªa la verdad sobre la campa?a, hu¨ª de all¨ª a toda prisa. Marqu¨¨s de la Argentera arriba, record¨¦ el mamut petrificado en medio del parque y lo relacion¨¦ de inmediato con el bosquimano de Banyoles, que va a dejarnos como un triste bien cultural para ser enterrado en su pa¨ªs. ?Nuevas met¨¢foras electorales? Mi horror iba en aumento. Procur¨¦ racionalizarlo dici¨¦ndome que todo el mundo puede equivocarse, pensar que va a una fiesta con vidilla y encontrarse metido en un severo acto de conservaci¨®n de la especie. Por suerte, constat¨¦ que la ciudad viv¨ªa ajena al parque de la Ciutadella, convertido a esas alturas por mi mente enferma en jard¨ªn del doctor Mengele.
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