El cojo contrariadoJUAN JOS? MILL?S
Harto de dar vueltas al estacionamiento del hiper sin encontrar un solo hueco libre, me met¨ª en una plaza reservada a minusv¨¢lidos. Pero no hab¨ªa acabado de poner la barra de seguridad, cuando advert¨ª que un vigilante observaba mis movimientos a tres o cuatro metros de distancia. Sal¨ª del coche haci¨¦ndome el cojo y atraves¨¦ aquella despiadada superficie renqueando de la pierna derecha. De vez en cuando volv¨ªa la cabeza para ver si el vigilante hab¨ªa cambiado de sospechoso, pero no dejaba de perseguirme con la mirada. Es m¨¢s, cuando estaba llegando a la puerta del establecimiento, vi que se dispon¨ªa a venir detr¨¢s de m¨ª, por lo que no tuve m¨¢s remedio que continuar disimulando.Advert¨ª enseguida que hab¨ªa escogido una cojera muy inc¨®moda, pues al rato comenz¨® a dolerme el muslo una barbaridad. Temiendo que me diera un calambre, en el pasillo de las pastas cambi¨¦ de pierna, para descansar. Al principio fue un alivio cojear del lado izquierdo, pero cuando llegu¨¦ a la zona del aceite ya estaba hecho polvo otra vez. Mir¨¦ alrededor y no vi al vigilante, de modo que me puse a caminar normalmente, siempre atento a la aparici¨®n del uniformado, por si tuviera que recuperar la minusval¨ªa de repente.
En la pescader¨ªa pens¨¦ que quiz¨¢ un minusv¨¢lido de verdad estuviera dando vueltas al estacionamiento sin encontrar d¨®nde dejar el coche y me dio un ataque de culpa, de modo que comenc¨¦ a cojear de nuevo, en esta ocasi¨®n como penitencia. Entonces pas¨¦ por una secci¨®n donde vend¨ªan bastones y compr¨¦ uno muy barato con una cabeza de perro en el pu?o. Ahora daba gusto cojear. Eleg¨ª adem¨¢s una cojera m¨¢s elegante que la anterior y me sent¨ªa tan bien que llegu¨¦ a preguntarme si no ser¨ªa un cojo obligado a caminar bien por el entorno, del mismo modo que muchos zurdos escriben con la derecha a causa de la presi¨®n ambiental. Lo ¨²nico complicado era conducir el carrito con una sola mano, pero tambi¨¦n a eso, cuando hube recorrido un kil¨®metro o dos de pasillos, me acostumbr¨¦ sin dificultad. Al doblar la esquina de las especias vi de espaldas al vigilante que me hab¨ªa estado persiguiendo y esta vez fui yo el que busc¨® pasar por delante de ¨¦l para que no le quedaran dudas sobre mi situaci¨®n.
Al d¨ªa siguiente me present¨¦ con el bast¨®n en la oficina y anunci¨¦ que me hab¨ªa vuelto cojo. Muchos se rieron, pero a los dos o tres d¨ªas ya estaban acostumbrados. Era tanta la facilidad con la que me desenvolv¨ªa que telefone¨¦ a mi madre.
-Mam¨¢, dime una cosa, ?soy cojo?
Percib¨ª enseguida que titubeaba porque tosi¨® un par de veces. Siempre que duda tose. Luego la o¨ª hablar con mi padre.
-Es el ni?o -dijo-, creo que se ha dado cuenta de que es cojo.
-Pues dile la verdad de una vez -o¨ª gritar a mi padre-. Tiene casi cuarenta a?os. Ya va siendo hora de que se haga cargo de sus problemas.
Mi madre regres¨® al tel¨¦fono y dijo que no era un tema para discutir por tel¨¦fono y que preferir¨ªa que fuera a comer al d¨ªa siguiente a su casa para hablar tranquilamente del asunto. Pero insist¨ª tanto que al final dijo que s¨ª, que era cojo y se ech¨® a llorar.
-?Y por qu¨¦ me lo hab¨¦is ocultado todos estos a?os?
-Para que no sufrieras, hijo.
-Pero si lo que me costaba era andar bien, mam¨¢. Desde que cojeo se me han quitado los dolores de espalda y el insomnio. Y adem¨¢s aparco en el hiper sin problemas.
Mi madre se alegr¨® mucho de todo lo que le dec¨ªa, pero me pidi¨® que no lo hiciera p¨²blico.
-En la familia no lo sabe nadie.
-?Y qu¨¦, si se enteran?
-No s¨¦, hijo. Hazlo por m¨ª.
Total, que a la semana siguiente se casaba una prima m¨ªa y tuve que hacer como que no era cojo de nuevo. Lo malo es que entre los invitados del novio estaba el vigilante del hiper, que me mir¨® con mala cara.
-Soy cojo -le dije en un momento en el que coincidimos cerca del jam¨®n-, pero mi madre es una mujer obsesionada con las apariencias y en las reuniones familiares me obliga a disimular.
No sirvi¨® de nada. El s¨¢bado siguiente, en el hiper, iba a aparcar como siempre en espacio reservado a minusv¨¢lidos, y apareci¨® ¨¦l blandiendo la porra. No aparqu¨¦, claro, pero de todos modos hice la compra cojeando.
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