No tomar la ciencia en vano
"Los cient¨ªficos aceptan la teor¨ªa de que el gusto por la belleza o el paisaje es hereditario". Este titular, tan claro, tan rotundo, y tan espectacular, se public¨® a cuatro columnas, el pasado lunes, como primera noticia de la secci¨®n de Sociedad.Noticia sorprendente y atractiva, sin duda, pero falsa. No era eso lo que dec¨ªa el texto de la informaci¨®n, firmada desde Washington por Malen Ruiz de Elvira.
En s¨ªntesis, y porque el asunto es complejo, la noticia daba cuenta de que Edward O. Wilson, considerado el "padre de la sociobiolog¨ªa", considera que su teor¨ªa sobre la influencia de la evoluci¨®n y la herencia en la naturaleza de los animales se ha visto reforzada, despu¨¦s de las duras cr¨ªticas que recibi¨® tras publicar en 1975 su obra Sociobiolog¨ªa: una nueva s¨ªntesis.
Wilson hizo esta afirmaci¨®n ante los asistentes a la reuni¨®n anual de la Asociaci¨®n Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS).
El cient¨ªfico argument¨®, entre otras cosas, que algunos estudios demuestran que hay bastante coincidencia en el gusto por el paisaje ideal o por la est¨¦tica del rostro femenino y que,con ello, empieza a tener apoyos para su controvertida teor¨ªa.
De ah¨ª al titular con que se public¨® la cr¨®nica hay un buen trecho. Suficiente como para que Jos¨¦ Miguel Fern¨¢ndez-Fern¨¢ndez, del departamento de bioqu¨ªmica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, haya protestado por carta y otros dos lectores lo hayan hecho por tel¨¦fono.
El lector escribe que el titular da por definitiva la aceptaci¨®n de la teor¨ªa de Wilson, que atribuye tal aceptaci¨®n a "los cient¨ªficos" y, por tanto, a todos, o la inmensa mayor¨ªa de quienes se dediquen a este tipo de estudios.
Pero eso es algo que no ha ocurrido y que no se dec¨ªa en la informaci¨®n.
Hay una cierta propensi¨®n, en algunos sectores profesionales, a considerar las tareas de edici¨®n de textos como algo subalterno. Nada m¨¢s lejos de la realidad.
Una buena edici¨®n debe fijar un texto que cumpla con las normas del Libro de Estilo y, en muchas ocasiones, mejorarlo, con titulares, datos, aclaraciones o cualquier otro elemento informativo que ha pasado inadvertido al redactor. Es una tarea delicada y dif¨ªcil, que cumplen redactores expertos y a la que se se concede mayor relevancia cuanto m¨¢s importantes son los peri¨®dicos.
Inmaculada Mardones, que edit¨® la informaci¨®n, ha explicado al Defensor que "el titular que encabezaba la cr¨®nica" enviado desde Washington por Ruiz de Elvira "hac¨ªa referencia a Wilson y la vigencia de su teor¨ªa al cabo del tiempo", pero que lo desech¨® al estimar que "ni ¨¦l ni su teor¨ªa son del conocimiento del gran p¨²blico".
Adem¨¢s, dedujo de la lectura de la cr¨®nica que la teor¨ªa de la herencia del gusto por la belleza o el paisaje "han sido aceptados por la comunidad cient¨ªfica, en vista de que no fue rebatida", en la reuni¨®n de Washington.
Argumenta tambi¨¦n que "tanto la gen¨¦tica como los h¨¢bitos culturales desarrollados por las civilizaciones a lo largo del tiempo determinan que la sociedad acabe compartiendo los mismos c¨®digos est¨¦ticos sobre lo que nos atrae o lo que aborrecemos, lo que nos parece hermoso o detestable".
Una explicaci¨®n que posiblemente -el Defensor no ha le¨ªdo al se?or Wilson- se aproxima, m¨¢s o menos vagamente, a la teor¨ªa que formul¨® el cient¨ªfico en su Sociobiolog¨ªa, pero que no ha sido aceptada mayoritariamente, ni mucho menos, tal y como quedaba claro en la cr¨®nica.
En definitiva, Mardones afirma que, al reducir a titulares el texto sobre un asunto complejo y de dif¨ªcil explicaci¨®n, decidi¨® atribuir a la comunidad cient¨ªfica la aceptaci¨®n de las teor¨ªas de Wilson. "Si esa interpretaci¨®n es err¨®nea, lo lamento", concluye.
Todo indica que lo es y, sobre todo, muestra el alto riesgo del periodismo cient¨ªfico.
Acercar el contenido de disciplinas completamentre ajenas a la inmensa mayor¨ªa de los lectores es una tarea ciertamente complicada.
Pero dar honores de verdad cient¨ªficamente aceptada a lo que s¨®lo es una teor¨ªa, tan atrayente como controvertida, es un paso vedado para el rigor que merecen los lectores, al margen de las dificultades.
Si el peri¨®dico decide dar infomaci¨®in cient¨ªfica, el lector tiene derecho a exigir, como m¨ªnimo, que no se ofrezcan t¨ªtulos enga?osos.
No se ha demostrado, ni mucho menos, que los hijos de padres aficionados a contemplar bellos paisajes est¨¦n predestinados a extasiarse con una puesta de Sol.
Edad y cumplea?os
El Defensor pidi¨® a los lectores que se pronunciasen sobre la secci¨®n de Cumplea?os que se publica a diario en la p¨¢gina de Agenda y en la que se recoge la edad de personas de cierta relevancia p¨²blica.
Las repuestas, por carta y por tel¨¦fono, se han dividido con exactitud casi milim¨¦trica. Unos dicen que merece la pena mantenerla, y otros tantos, que mejor suprimirla.
La cuesti¨®n la hab¨ªan planteado, indirectamente, algunos artistas que se dec¨ªan perjudicados por la difusi¨®n de su edad.
El Defensor no es qui¨¦n para tomar decisiones sobre los contenidos del peri¨®dico, como interpreta alg¨²n lector. Es algo que compete en exclusiva al director, pero, a la vista del sondeo, no se atreve ni siquiera a sugerir que la secci¨®n sea suprimida, aun admitiendo que el asunto, por encima de su aparente -s¨®lo aparente- banalidad puede plantear problemas de envergadura.
Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electr¨®nico (defensor@elpais.es), o telefonearle al n¨²mero 91 337 78 36.
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