La encrucijada vasca
En la dram¨¢tica noche del 18 al 19 de julio de 1936, el Partido Nacionalista Vasco se vio obligado a adoptar la decisi¨®n m¨¢s trascendental de toda su historia y, con dudas y sin entusiasmo, se posicion¨® a favor de la Rep¨²blica espa?ola y en contra del golpe militar, pues la lucha se planteaba "entre la ciudadan¨ªa y el fascismo", seg¨²n dec¨ªa la famosa nota publicada por el peri¨®dico Euzkadi, portavoz del PNV, al d¨ªa siguiente. Sabemos por el testimonio de Juan Ajuriaguerra, su hombre fuerte, que la clave de esa decisi¨®n fue la inminente aprobaci¨®n del Estatuto de autonom¨ªa para el Pa¨ªs Vasco, prometido por el Gobierno del Frente Popular e imposible de conseguir con los sublevados. El PNV acert¨® con esa toma de postura democr¨¢tica y logr¨® subsistir tras la guerra y la dictadura, a diferencia de la Lliga Catalana de Camb¨®, que apoy¨® al bando franquista y se extingui¨®.Afortunadamente, la situaci¨®n actual de Espa?a y de Europa no tiene nada que ver con la conflictiva coyuntura de los a?os treinta que condujo a la guerra civil y a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, Euskadi se enfrenta hoy a un dilema similar al de entonces: tiene que escoger entre la democracia o el fascismo, entre la libertad o la barbarie. La presidenta del Parlamento Europeo, Nicole Fontaine, ha tachado el doble asesinato de Vitoria de "acto de barbarie indigna de toda sociedad civilizada" y ha resaltado que "nuestras democracias deben ser fuertes y vigilantes", como han demostrado al rechazar al nuevo Gobierno austriaco por la participaci¨®n de la extrema derecha de Haider. Esta actitud es lo contrario de la pol¨ªtica suicida de apaciguamiento y claudicaci¨®n de las democracias occidentales ante el ascenso del nazismo alem¨¢n de Hitler.
Como ha declarado el ex alcalde nacionalista de Vitoria Jos¨¦ ?ngel Cuerda, existe un fascismo vasco que hay que erradicar. Su ¨²ltima y m¨¢s horrenda manifestaci¨®n ha sido el asesinato del parlamentario socialista Fernando Buesa y de su escolta, Jorge D¨ªez. Se trata de un crimen fascista, como lo fue el asesinato del diputado socialista italiano Matteotti por el fascismo de Mussolini en 1924. ETA es el fascismo vasco que nos oprime y es el ¨²ltimo vestigio que sobrevive a la dictadura de Franco al cabo de un cuarto de siglo de la muerte del dictador.
Por eso, hoy como en 1936, el PNV tiene la enorme responsabilidad pol¨ªtica de responder claramente al grave dilema de democracia o fascismo. Al igual que entonces, la neutralidad es imposible, por lo cual el partido mayoritario en Euskadi debe afrontar con firmeza el reto que ha lanzado ETA a toda la sociedad vasca. Y basta ya de la equidistancia que ha mantenido ¨²ltimamente entre dicha organizaci¨®n terrorista y el Gobierno espa?ol, pues debe saber distinguir entre los enemigos de la libertad y los adversarios pol¨ªticos.
El PNV tiene que darse cuenta de una vez que sus enemigos no son los partidos no nacionalistas, que representan a casi la mitad de la poblaci¨®n vasca y a m¨¢s de tres cuartas partes de la poblaci¨®n navarra. Sin contar con ellos es imposible que Euskadi sea un pa¨ªs plural y democr¨¢tico. El mayor enemigo de ¨¦ste y, por ende, del PNV es ETA, que, junto con su entorno del MLNV, est¨¢ destruyendo moral y materialmente la Euskadi que se ha ido construyendo por todos, y de forma especial por el PNV, a lo largo de los dos ¨²ltimos decenios.
Con el atentado de Vitoria, ETA ha atacado m¨¢s brutal y frontalmente que nunca a Euskadi en sus instituciones fundamentales de autogobierno: desde el propio Gobierno vasco (del cual Buesa fue vicepresidente y consejero) hasta la Ertzaintza (en la persona de Jorge D¨ªez), pasando por el Parlamento vasco (Buesa pertenec¨ªa a ¨¦l desde 1984 y era el portavoz del grupo socialista) y las instituciones forales (fue tambi¨¦n diputado general de ?lava y miembro de sus Juntas Generales).
Ante tama?o ataque, el Gobierno de Ibarretxe no ha tenido m¨¢s remedio que romper su pacto de legislatura con Euskal Herritarrok, ya en suspenso desde el anterior asesinato de ETA en Madrid en enero. Pero dicha ruptura llega tarde y no es suficiente si no se produce tambi¨¦n en otras instituciones, como los numerosos ayuntamientos en los que el PNV y Eusko Alkartasuna gobiernan con EH. Adem¨¢s, resulta contradictoria con la vigencia del Pacto de Estella, origen de ese pacto de legislatura, porque es un contrasentido romper una parte de la alianza y mantener otra tras sucesos de la gravedad de los acaecidos.
El PNV no puede repetir ahora lo que hizo al poco tiempo del asesinato de Miguel ?ngel Blanco, cuando actu¨® en contra de las declaraciones del entonces lehendakari Ardanza y de la Mesa de Ajuria Enea para aislar pol¨ªticamente a Herri Batasuna por ser c¨®mplice de aquel crimen fascista. Si Estella fue consecuencia de Ermua, Vitoria debe ser el fin de Estella, un acuerdo que de hecho ya est¨¢ "muerto", seg¨²n ha manifestado el parlamentario del PNV Joseba Arregi.
Pactando con todo el nacionalismo radical en 1998, el PNV (al igual que EA) hizo una arriesgada apuesta al unir en un mismo proceso la pacificaci¨®n y la construcci¨®n nacional. En realidad, el Pacto de Estella no supuso m¨¢s democracia, sino la creaci¨®n de un frente nacionalista por la autodeterminaci¨®n hacia la independencia de un pa¨ªs inventado y rebautizado con el nombre de Euskal Herria.
Desde el final de la tregua de ETA, y sobre todo desde los recientes asesinatos cometidos por la banda terrorista, esa apuesta del PNV ha fracasado rotundamente, como han admitido los miembros m¨¢s cr¨ªticos con su nueva estrategia soberanista. Ante ello, al PNV s¨®lo le queda esta disyuntiva: o reconocer su error y dar marcha atr¨¢s, rompiendo definitivamente con Estella, o empecinarse en ¨¦l y persistir en su alianza con HB, el brazo pol¨ªtico de ETA. En este ¨²ltimo caso, el PNV camina hacia su suicidio pol¨ªtico, pues el frente de Estella no le ha aportado ning¨²n fruto positivo, seg¨²n ha quedado patente en las dos ¨²ltimas elecciones, salvo que le baste como escudo que le preserva de los ataques de la abertzale borroka. Si para algo ha servido Estella ha sido para deslegitimar el Estatuto de Gernika y las instituciones auton¨®micas, gobernadas principalmente por el PNV, para dar alas al nacionalismo radical, que ha crecido a costa del moderado, y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, para el rearme de ETA, que ha enga?ado y ha tendido una trampa al PNV, quien ha ca¨ªdo en ella y se ha metido en un callej¨®n de dif¨ªcil salida.
?sta s¨®lo es posible si el PNV abandona el discurso y la estrategia del abertzalismo radical y retorna a su tradici¨®n centenaria de moderaci¨®n, autonomismo y alianzas con fuerzas no nacionalistas, que le han proporcionado sus mayores ¨¦xitos pol¨ªticos. Empero, si sus actuales dirigentes no son capaces de realizar una autocr¨ªtica y de cambiar profundamente el rumbo pol¨ªtico seguido en los dos ¨²ltimos a?os, deber¨ªan plantearse su dimisi¨®n y dejar paso a aquellos pol¨ªticos jeltzales que han continuado defendiendo el Estatuto de Gernika como un hito hist¨®rico y el mejor marco de convivencia para la gran mayor¨ªa del pueblo vasco.
Arzalluz y Egibar, los m¨¢ximos promotores de la apuesta fallida de Estella, deber¨ªan imitar el ejemplo de sus predecesores, Aguirre e Irujo, quienes corrigieron pronto su error de Estella de 1931, rompieron su alianza con el carlismo en 1932 y defendieron la democracia espa?ola y la autonom¨ªa vasca en la guerra civil contra los mismos carlistas. Si Arzalluz y Egibar se niegan a reconocer y a rectificar este segundo error de Estella, es porque carecen de la gran talla pol¨ªtica del lehendakari Aguirre y del ministro Irujo, los dirigentes m¨¢s relevantes del nacionalismo vasco durante el siglo XX.
En un art¨ªculo reciente escrito con el profesor Santiago de Pablo hemos concluido que la encrucijada vasca actual es en buena medida la encrucijada del PNV, el cual debe optar por consolidar el pa¨ªs realmente existente, la Euskadi del Estatuto de Gernika, o por so?ar con ese pa¨ªs de ficci¨®n que es la Euskal Herria del Pacto de Estella, la naci¨®n imaginada por y para los abertzales exclusivamente. Ante ese dilema, el PNV debe saber que su proyecto de construcci¨®n de esa Gran Euskal Herria virtual, que se extienda de Bayona a Tudela, puede provocar la destrucci¨®n de la Euskadi actual, porque cuanto m¨¢s soberanismo pretenda menos territorialidad conseguir¨¢, hasta el punto de que su intento de anexi¨®n de Navarra podr¨ªa terminar en la secesi¨®n de ?lava. No en vano la historia del siglo XX ha demostrado que el sue?o de crear una gran patria irredenta suele acabar a menudo en una pesadilla.
Pies]
Jos¨¦ Luis de la Granja Sainz es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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