El ¨²ltimo campo a la inglesa
Era un domingo cualquiera, pero un domingo de f¨²tbol, por supuesto. Un conocido hostelero de Barakaldo ascend¨ªa por la tribuna del campo de Lasesarre saludando a diestro y siniestro, pisando los conocidos pelda?os de madera, cumpliendo con el ritual acostumbrado en las tardes futbol¨ªsticas. A punto de ganar su asiento, al hostelero le desapareci¨® el suelo apolillado bajo los pies: qued¨® sujeto por la cintura, las piernas colgando al vac¨ªo, los ojos abiertos como platos y la respiraci¨®n contenida para que las maderas resquebrajadas no cedieran definitivamente bajo su peso. Pudieron sacarle sin da?o, pero ese d¨ªa el campo del Barakaldo inici¨® su l¨®gica despedida. Roberto Gij¨®n, actual presidente del club vizca¨ªno, recuerda la an¨¦cdota con una sonrisa nada avergonzada. ?l es el primero en felicitarse por la desaparici¨®n del terreno que ha visto jugar a los baracaldeses desde 1919. Lasesarre daba para poco m¨¢s que no fuera la acumulaci¨®n de peque?as cat¨¢strofes como la sufrida por el hostelero. Su demolici¨®n resultar¨¢ un alivio apenas ensombrecido por la nostalgia que despertar¨¢ en los aficionados del lugar la desaparici¨®n del ¨²ltimo campo construido a la inglesa que queda en el Pa¨ªs Vasco. El pen¨²ltimo, el Estadium Gal de Ir¨²n, es ahora un coqueto y remozado campo, apto para los tiempos que corren.
M¨¢s que un anacronismo, Lasesarre es una ruina. Roberto Gij¨®n cree olvidadas para siempre las inspecciones de la Ertzaintza y sus consiguientes avisos de cierre. "Que os vamos a cerrar el campo", advert¨ªa la polic¨ªa auton¨®mica. "Que ahora lo arreglamos", respond¨ªa el club. Y enseguida parcheaba los desperfectos m¨¢s subsanables, aplazando la condena de un terreno de juego que naci¨® creando no pocos problemas.
Desag¨¹e de las mareas
En 1919, Lasesarre hall¨® acomodo en unas campas recorridas por zanjas para el desag¨¹e de las mareas que inundaban el campo a capricho de las crecidas del r¨ªo Galindo. A fuerza de reconducir el cauce del agua, cercar con maderas el per¨ªmetro del terreno y de elevar su altura, el club acab¨® a?os despu¨¦s con las inundaciones. El 17 de septiembre de 1922 se inaugur¨® de forma oficial Lasesarre, sin charcos ni anegaciones: el Athletic se impuso a los locales por 3-1. Empezaba la historia de un estadio que cri¨® a numerosas figuras del f¨²tbol. Algunas, como Javier Clemente (jug¨® hasta la categor¨ªa juvenil antes de fichar por el Athletic) o Manolo Sarabia (cedido por el Athletic la temporada 1977-78) siguen en activo, como t¨¦cnicos.
"La perdida de Lasesarre tiene una gran carga sentimental", asegura Gij¨®n. Su tristeza es ef¨ªmera o qued¨® superada hace tiempo; en seguida expone las virtudes del nuevo estadio, que ser¨¢ construido a partir del pr¨®ximo mes de julio tambi¨¦n junto al r¨ªo Galindo, a escasos cien metros de su antecesor: "Costar¨¢ cerca de 600 millones de pesetas, pero necesitamos un terreno as¨ª si queremos subir a Segunda A (actualmente el Baracaldo milita en Segunda B) y consolidarnos en la categor¨ªa. Tendr¨¢ capacidad para acoger a 10.000 espectadores, todos sentados y a cubierto. Habr¨¢ mejor iluminaci¨®n, mejores servicios, vestuarios dignos, sala de prensa, de musculaci¨®n y los jugadores est¨¢n encantados porque podr¨¢n disfrutar de un c¨¦sped en condiciones", expone. El rect¨¢ngulo actual mantiene de forma perenne una zona del campo semiinundada. Parte de las tuber¨ªas que recorren el lugar datan de 1949 y no existen planos para localizar las fugas de agua, otro argumento para despedir el terreno sin miramientos.
El galopante proceso de degradaci¨®n de Lasesarre viene soliviantando a los espectadores desde hace ya 20 a?os, pero sus quejas chocaban de frente con la realidad econ¨®mica del modesto club, nunca capaz de afrontar en solitario una remodelaci¨®n seria del estadio.
"Remodelarlo equival¨ªa a derribarlo y construir otro", asegura el presidente del Barakaldo. Bilbao R¨ªa 2000 asumir¨¢ la mayor parte del presupuesto para que Lasesarre pase al recuerdo, hecho que en su d¨ªa permiti¨® a Roberto Gij¨®n abandonar un viejo proyecto, confesado con sorna e iron¨ªa: "Llegu¨¦ a pensar en organizar un concierto de rock potente para que la m¨²sica acabara con el campo". Un concierto interesante hubiera animado mucho el aforo de un campo al que s¨®lo acuden unos 1.800 socios. A mitad de siglo, cuando la ciudad contaba con 30.000 habitantes (hoy son 100.000), se citaban en el terreno algo m¨¢s de 5.300 socios. En 1949, la Real Sociedad logr¨® algo que ni el Athletic o el Real Madrid pudieron repetir: se llen¨® Lasesarre y el club tuvo que pagar una multa por permitir que se colocaran sillas junto a las bandas.
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