Yo confieso F?LIX DE AZ?A
Hac¨ªa ya muchos a?os que no segu¨ªa un debate televisado, pero las casi tres horas del que retransmiti¨® anteayer Canal 33 me parecieron 10 minutos. Record¨¦ los viejos debates de Alfonso Guerra y unos fantasmales supervivientes del franquismo, o el catastr¨®fico de Gonz¨¢lez con Aznar. Y comprend¨ª por qu¨¦ los grandes jefes le tienen p¨¢nico a los debates televisados. Cuando la televisi¨®n cumple con su funci¨®n, es una herramienta exacta, perfecta, uno de los inventos m¨¢s extraordinarios de la historia. Por eso la rellenan de estupidez cadav¨¦rica. Es demasiado peligrosa.En el debate se vio con toda transparencia el grado de convicci¨®n personal de cada candidato, la capacidad de persuasi¨®n, la seguridad en la posici¨®n propia, la tolerancia real hacia las ideas ajenas, y un conjunto de rasgos imposibles de conocer de otro modo. Y aunque cada cual juzga las im¨¢genes seg¨²n sus ideas, he comentado el debate con amigos de muy distinta ideolog¨ªa, y todos hemos coincidido en algunas sorpresas. Me permitir¨¢n que se las resuma.
Debo comenzar se?alando que Xavier Trias (CiU) apenas dijo nada relevante. Ante cada cuesti¨®n se limit¨® a repetir "hemos de" (mejorar, incrementar, reducir, comprender, etc¨¦tera) con el gesto resignado y contrito de quien conoce la vanidad de las declaraciones cuando llega el momento de negociar con el poder real. Un hombre bueno que nadie se explica c¨®mo ha ido a dar en esa partida de p¨®quer.
En perfecto contraste, Narc¨ªs Serra (PSC), el jugador de naipe m¨¢s duro al sur de Figueras, lanzaba faroles con el aplomo del especialista. Cuanto dec¨ªa era indiferente no porque careciera de inter¨¦s, sino porque era evidente que un segundo m¨¢s tarde pod¨ªa decir lo contrario con igual aplomo. De todos, es el arquetipo del pol¨ªtico profesional. Un personaje imprescindible.
Y llega la primera sorpresa. Josep Piqu¨¦ (PP) actuaba como si fuera culpable de algo. Nadie le acus¨® de nada y sus compa?eros, con mucha elegancia, no buscaron jam¨¢s sus puntos blandos. Pero estaba inseguro, inquieto, interrump¨ªa a todo el mundo, sonre¨ªa con suficiencia, hac¨ªa muecas, hablaba por encima de sus oponentes aterrado de que alguien lograra o¨ªr lo que ¨¦stos dec¨ªan. Tuvo un comportamiento de ni?o malcriado que anul¨® el efecto que hubieran podido producir las estad¨ªsticas en tecnicolor que mostraba infatigable y pat¨¦ticamente.
Segunda sorpresa. Joan Puigcerc¨®s (ERC) es un parlamentario de rancio abolengo. Su aspecto recuerda al de los ruralistas de la ¨¦poca de Maura, pero su verbo es claro, incisivo, exacto, muy efectivo. Se mantuvo siempre al margen, en una calculada distancia desde donde alg¨²n d¨ªa puede dar el salto del tigre. ?Qu¨¦ contraste el de este pol¨ªtico de buena ley con sus lejanamente afines los independentistas vascos! Dios ha bendecido a Catalu?a, sin la menor duda.
Pero la ¨²ltima y mayor sorpresa fue la de Joan Saura. Ha declarado Flotats que su voto es secreto, pero tengo para m¨ª que el secreto del voto oculta siempre otro secreto poco confesable. As¨ª que yo confieso no haber votado a Iniciativa en los ¨²ltimos a?os, pero que ahora voy a votarles. A mi modo de ver, Saura fue el gran acicate de la noche. Las ideas claras, la dicci¨®n dura y bien medida, los prop¨®sitos absolutamente sensatos, delatan a un hombre poco inclinado a perder el tiempo. No fue agresivo. No le hizo falta, su programa era el m¨¢s razonable. No brome¨® o busc¨® simpat¨ªas sentimentales. En todo momento se mantuvo en el digno marco de la raz¨®n. Me pareci¨® alguien capaz de devolver la esperanza a quienes creen que la representaci¨®n pol¨ªtica es un brutal reparto de sueldos y poltronas, unas l¨¢grimas de aceite que gotean de los engranajes financieros.
Es posible que los viejos rinocerontes vayan siendo sustituidos por estos nuevos pol¨ªticos que no se les parecen en absoluto. Es posible, entonces, que la abstenci¨®n no siga creciendo. Porque lo m¨¢s escandaloso de las ¨²ltimas elecciones fue que, tras conseguir que se abstuviera la mitad de la poblaci¨®n, los responsables del fracaso parec¨ªan estar muy satisfechos de s¨ª mismos.
Y un ¨²ltimo detalle. ?No hay ninguna mujer en Catalu?a capaz de medirse con estos caballeros? ?No anula esa ausencia toda la publicidad halagadora que dedican los partidos a votantes y votantas? No es bueno que el hombre est¨¦ solo, dec¨ªa Dios.
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