Durar, durar, durar JUAN JOS? MILL?S
Cuentan los bi¨®grafos autorizados que nada m¨¢s llegar Aznar a La Moncloa, y al preguntarle sus ministros por el objetivo a cubrir, respondi¨®: "Durar". La obsesi¨®n no era nueva. Ya la hab¨ªa expresado en su ¨¦poca de Valladolid. Durar, durar. Franco compens¨® su irresistible mediocridad durando. Fraga, cuando comprendi¨® que estaba acabado para la pol¨ªtica nacional, se retir¨® a durar. Pinochet comenzaba a ser un ejemplo de duraci¨®n hasta que se encontr¨® con una orden de busca y captura debajo de la cama. Pinochet, como Franco, no pasar¨¢ a la historia por su talento, sino por su duraci¨®n y por sus muertos. Pero la historia valora la duraci¨®n de los asesinos por encima del sufrimiento de los muertos.Toda la m¨¢quina burocr¨¢tica de la que dispon¨ªa este Gobierno se puso en marcha hace a?o y medio para devolver a Pinochet a la duraci¨®n de la que hab¨ªa sido arrebatado por la justicia. Durar, durar, durar. ?Habr¨¢ que recordar las frases de Fungairi?o? ?Las declaraciones de Cardenal? ?Los juegos de manos de Matutes?
Hay que pasar a las enciclopedias, si no por otras cosas, por durar. La historia es para muchos una versi¨®n del libro Guiness de los r¨¦cords, de modo que dar¨ªan la vida, especialmente la vida de los otros, por salir en ese monumento dedicado a la cantidad. No hay un solo pensamiento entre sus p¨¢ginas, s¨®lo gente que bail¨® siete d¨ªas seguidos o que camin¨® a la pata coja un a?o entero. ?Pero a qui¨¦n le interesa el pensamiento? Aqu¨ª s¨®lo estamos hablando de durar, de alargar, de estirar, de ver qui¨¦n tiene la legislatura m¨¢s larga o la cara m¨¢s dura.
Por fortuna, no sabemos d¨®nde termina la campa?a electoral y comienza la vida. A veces la vida se cuela en la campa?a y te deshace la hoja de c¨¢lculo. La vida, parad¨®jicamente, est¨¢ representanda en este instante por los muertos de Pinochet. De nada le ha servido a Matutes lloriquear ante las c¨¢maras. Mientras ¨¦l gimoteaba, Aznar se mor¨ªa de la risa (de hilaridad, dec¨ªa ¨¦l; de d¨®nde sacar¨¢ esos t¨¦rminos) y los peri¨®dicos ingleses comenzaban a denunciar el pacto secreto. El Gobierno se convert¨ªa de s¨²bito en el encubridor de un holocausto por solidaridad con un psic¨®pata cuya pasi¨®n por durar le llev¨® a nombrarse senador vitalicio.
Pero la vida se ha colado en la campa?a, dec¨ªamos, para ayudarnos a comprender que el programa electoral de Aznar contiene un solo punto: durar. Curiosamente, cuanto m¨¢s dura la campa?a, m¨¢s corto nos parece ¨¦l. No soporta la exposici¨®n a la luz: se descompone, ya que el d¨ªa en el que no se le ve Piqu¨¦, se le ve Cuevas. Ahora, qu¨¦ desastre, se le ha visto Pinochet. Por eso no hay debate. Por eso s¨®lo concede entrevistas a los medios adictos. Si pudiera, suprimir¨ªa la campa?a porque en 15 d¨ªas de exposici¨®n es imposible no ense?ar el plumero. Y el plumero pone en peligro la duraci¨®n. Qu¨¦ mundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.