Ruido al final del t¨²nel
175 familias esperan desde hace 10 a?os una soluci¨®n al ruido que causan los coches que pasan junto a sus viviendas
"A lo que tenemos terror es al verano". Jos¨¦ Luis tiene 61 a?os y lleva casi diez pasando en vela las sofocantes noches de est¨ªo. Vive en el n¨²mero 5 de la calle de Montearag¨®n, y por sus ventanas (de doble grosor) entra todas las ma?anas el impacto de hasta 73 decibelios: el ruido de los coches que cruzan el t¨²nel de Costa Rica, cuya boca se construy¨® por error justo frente a su bloque, se ha hecho "insoportable". Durante el invierno, con las ventanas de climalit cerradas a cal y canto, "a¨²n puedes ver la tele o dormir seguido", dice. 175 familias comparten con Jos¨¦ Luis un problema que se remonta a 1990.La construcci¨®n del t¨²nel de Costa Rica, que cruza bajo tierra la calle de Arturo Soria para llegar a la Gran V¨ªa de Hortaleza, le cost¨® al Ayuntamiento, en 1991, 1.800 millones. Unos meses antes de empezar las obras, el pleno hab¨ªa decidido, por unanimidad, modificar el proyecto inicial y prolongar el tramo que desemboca en la Gran V¨ªa de Hortaleza. Pretend¨ªa evitarse as¨ª, de acuerdo con la normativa, que la boca de salida coincidiera con edificios de viviendas. En concreto, con las de los 600 vecinos de la calle de Montearag¨®n. A tal fin, el t¨²nel se prolong¨® 90 metros, insuficientes, sin embargo, para librar del martirio ac¨²stico a estas familias. Los coches salen a gran velocidad justo a la altura de sus terrazas.
Vivir en la cocina
"Es una tortura", suspira Josefina, que vive en uno de los pisos superiores. "Tengo una colchoneta que, en cuanto empieza el calor y hay que abrir las ventanas, la paso a la cocina y duermo all¨ª. En realidad, hago mi vida en la cocina, porque es la parte m¨¢s alejada de la calle".
Los estudios de la Concejal¨ªa de Medio Ambiente certificaron hace unos meses, despu¨¦s de a?os de denuncias vecinales, que el nivel de ruido en ese punto supera ampliamente el m¨¢ximo nocturno recogido en el reglamento de la Comunidad (50 decibelios). A las cinco de la madrugada, las terrazas de Montearag¨®n, abandonadas por sus due?os ("utilizarlas es una utop¨ªa para nosotros", dicen) reciben ya m¨¢s de 60 decibelios; a las seis bordean los 70; entre las siete y las ocho (hora en la que termina el periodo nocturno) se llega al tope de 73 decibelios. De d¨ªa los niveles bajan (aunque con las ventanas abiertas es dif¨ªcil escuchar la televisi¨®n), pero el mal ya est¨¢ hecho.
El comit¨¦ vecinal constituido para hacer presi¨®n sobre las autoridades asegura que ¨¦stas se comprometieron a alargar el t¨²nel 160 metros y que luego se quedaron en 90 "sin dar explicaciones y, eso s¨ª, inaugurando la obra a un mes de las elecciones [municipales de 1991]". "De haberse prolongado la salida 60 o 70 metros m¨¢s, el t¨²nel habr¨ªa desembocado a la altura de un pinar y ahora no molestar¨ªa a nadie", afirma Isabel Vicente, presidenta de la comunidad de vecinos. La concejal de Obras, Elena Utrilla, lo desmiente: "Nunca se fij¨® una longitud determinada. Se dijo que el t¨²nel se alargar¨ªa los metros suficientes, nada m¨¢s. Aunque es obvio que no fueron suficientes".
Utrilla ha anunciado que una comisi¨®n de t¨¦cnicos estudiar¨¢ en los pr¨®ximos meses las medidas para acabar con el problema: un techo falso en la salida del t¨²nel, pantallas antirruido o, incluso, la prolongaci¨®n del ¨²ltimo tramo, como demandan los vecinos. "Todas las posibilidades est¨¢n abiertas", dice la edil, pero la decisi¨®n, si se toma, tardar¨¢ a¨²n mucho tiempo en llevarse a la pr¨¢ctica. El concierto de ruido seguir¨¢ hasta entonces para las familias de Montearag¨®n. Las que queden... porque muchos inquilinos han huido durante estos a?os. Los ni?os seguir¨¢n estudiando en la cocina, y los abuelos ("este ruido me hace dar vueltas la cabeza", dice una anciana de 81 a?os) intentar¨¢n dormitar cuando los decibelios se lo permitan.
Los vecinos, que han colgado en las ventanas del bloque decenas de pancartas de protesta, anuncian que seguir¨¢n "con la pataleta". "Hace a?os que los pol¨ªticos nos dan la raz¨®n y piden paciencia", concluye Isabel Vicente. "Pero con la paciencia no se duerme".
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