Las protestas contra el peaje en la A-9 amenazan el avance popular en la villa pontevedresa, viejo feudo de la izquierda
Ha sido siempre referente singular de la izquierda en Galicia, pero en las ¨²ltimas elecciones locales se rindi¨® al Partido Popular. En el Morrazo, el brazo de tierra que separa las r¨ªas de Pontevedra y Vigo, la pol¨ªtica enciende pasiones, a veces locas. A Cangas, uno de los tres municipios y capital de la pen¨ªnsula, le cabe la distinci¨®n de haber sido el primer Ayuntamiento democr¨¢tico disuelto por el Gobierno, en 1988, como consecuencia de una virulenta revuelta popular contra una subida de la contribuci¨®n urbana. Las aguas se han remansado desde entonces, pero sin perder nunca su viveza marinera. En la calle, la agitaci¨®n no decae, ahora contra el peaje de la autopista A-9 a Vigo o por los 600 marineros a quienes tiene varados la falta de acuerdo pesquero con Marruecos.En las ¨²ltimas elecciones locales, O Morrazo volvi¨® a dar la campanada contra el sentir general de Galicia, como casi siempre. En 1979, Cangas entreg¨® su alcald¨ªa a un comunista, justo cuando los dem¨¢s gallegos empezaban a acreditar su tendencia conservadora, y Manuel Fraga no ha podido erradicar de aqu¨ª la ¨²nica representaci¨®n institucional en Galicia del independentismo, que mantiene un concejal de fiel electorado. En el esplendor de su mandato, en 1995, tampoco pudo Fraga impedir el ensanchamiento del nacionalismo en los tres municipios del Morrazo, que eligieron alcaldes del Bloque Nacionalista Gallego (BNG). Y ahora que el voto de izquierdas resurge en las ciudades, O Morrazo ha buscado cobijo en la larga sombra del partido que gobierna la comunidad.
Todo el mundo, empezando por los componentes de la Xunta, baj¨® en la campa?a de las ¨²ltimas municipales a buscar el voto sin hacer remilgos. Nadie tan activo al efecto como Xos¨¦ Cui?a, consejero de Obras P¨²blicas y a la saz¨®n n¨²mero dos de Fraga. "Los conselleiros no sal¨ªan de aqu¨ª", se?ala Euloxio L¨®pez, alcalde por el bloque nacionalista en aquel momento. "Daban m¨ªtines hasta en tabernas de aldea donde no caben m¨¢s de 15 personas, y preguntaban a los vecinos qu¨¦ obras quer¨ªan hacer. Al d¨ªa siguiente ya estaba all¨ª la excavadora. Desde el Ayuntamiento no pod¨ªamos competir con esa eficacia".
El actual alcalde, el popular Enrique Sotelo, adelanta una declaraci¨®n de estilo propio: "Aqu¨ª la pol¨ªtica municipal se hace cuerpo a cuerpo". O sea, que el vecindario asiste a los plenos del Consistorio para meter baza en los debates, con mucha bulla e intercambio de motes familiares en su careo con los concejales. "?ste es un pueblo muy parad¨®jico", comenta el alcalde. "Combativo, no se amilana nunca. Pero tambi¨¦n tiene un gran fervor religioso. Los mismos que arman el cirio, van luego muy devotos en la procesi¨®n del Cristo".
Precisamente la ¨²ltima procesi¨®n fue sonada, y no por asuntos piadosos. Asistieron Fraga y Cui?a y, en olor de cirios y loor de multitudes, el primero pudo escuchar de su delf¨ªn la renuncia a la secretar¨ªa regional del partido. Cui?a ha seguido despu¨¦s mimando a Cangas, seg¨²n Sotelo, que alude frecuentemente a las atenciones recibidas del primer consejero de la Xunta. Aunque el alcalde no renuncia a resaltar sus propios m¨¦ritos: "Mientras el BNG practicaba el victimismo, yo buscaba obras para el pueblo como diputado auton¨®mico. En las elecciones vendimos hechos concretos que la gente supo entender".
La poblaci¨®n, no obstante, vive inquieta. El 34% depende directamente del mar, un modo de vida que languidece despu¨¦s de ¨¦pocas doradas. La gente joven ya no quiere embarcar: las 150.000 pesetas mensuales que paga el Gobierno para compensar la inactividad en el banco canario-sahariano superan con creces el sueldo habitual de muchos marineros. Las ayudas oficiales han atenuado la tensi¨®n, pero todos saben que el pan de hoy es el hambre de ma?ana: las subvenciones pesqueras se acaban en mayo, y no hay nuevas elecciones a la vista.
Un paisaje de marineros sin caladeros y paro juvenil. Cangas registra uno de los mayores ¨ªndices de desempleo de Galicia (m¨¢s del 25%, seg¨²n el ¨²ltimo padr¨®n de habitantes) y altas tasas de drogadicci¨®n. La industria, ligada al mar, ha ido zozobrando, y apenas surgen alternativas, como no sea el turismo. Le sobran atractivos de gran potencial -una rica gastronom¨ªa, una costa con 31 playas de arenas excelentes...-, pero se ven lastrados por un desarrollo urban¨ªstico sin norma ni sujeci¨®n y por unas carreteras infames. Recorrer los menos de 15 kil¨®metros entre Cangas y el puente de Rande, en la autopista que da acceso a Vigo, puede llevar hasta 45 minutos cualquier d¨ªa a las seis de la tarde. Y la localidad es casi un barrio de Vigo, la ciudad de la que depende sanitaria, laboral y educativamente.
Esos atascos ya constituyen por s¨ª mismos un peaje. Pero el pago que tiene soliviantada a la poblaci¨®n es el impuesto por utilizar la autopista, ¨²nico acceso razonable a Vigo si no es por mar. El Gobierno ha bajado de 150 a 105 pesetas la tarifa, pero no calma los ¨¢nimos. Todos, incluido el PP, piden la gratuidad de la v¨ªa. El ministro Mariano Rajoy, cabeza de lista del Partido Popular por Pontevedra, asi lo ha prometido si su partido vuelve a ganar las elecciones.
Movilizaciones vecinales
"Nos toman por tontos", replica el nacionalista L¨®pez. La promesa, desde luego, no ha atajado las movilizaciones vecinales, que el pasado s¨¢bado llegaron hasta la puerta del polideportivo donde Fraga y la comisaria europea Loyola de Palacio participaban en un mitin desangelado por la falta de p¨²blico.
La pol¨¦mica del peaje marcar¨¢ la campa?a y acaso la izquierda reencuentre en ella, como espera, el terreno perdido. En Cangas, como en toda Galicia, se dirime una dura pugna por el voto progresista entre BNG y PSOE. Los socialistas a¨²n arrastran las consecuencias de lo que todos llaman la movida, la revuelta fiscal que hace una d¨¦cada oblig¨® a dimitir al alcalde del PSOE.
"Yo represento el relevo generacional", afirma con entusiasmo Encarna Santos, de 28 a?os, la nueva l¨ªder local de los socialistas y candidata al Senado. Su partido ha pasado de la mayor¨ªa absoluta a tener dos concejales, pero "en estas elecciones hay que olvidar los conflictos locales", dice Santos. "Ahora se trata de elegir entre Almunia y Aznar". Por primera vez en mucho tiempo, la izquierda llega a estas elecciones en desventaja. El PP, pese a todo, no se f¨ªa: en Cangas, un pueblo de coraz¨®n rojo y Gobierno popular, los vientos menos predecibles son los pol¨ªticos.
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