La fiesta de los salvajes
El C¨ªrculo de Bellas Artes acoge miles de disfraces en su tradicional celebraci¨®n del carnaval
Un desesperado Romeo se paseaba la madrugada del pasado domingo por los salones del C¨ªrculo de Bellas Artes buscando a William Shakespeare. Pretend¨ªa que el legendario escritor brit¨¢nico cambiara el final de su Romeo y Julieta. "Es que yo quiero que Romeo se vaya en el Titanic y que Julieta haga lo que le d¨¦ la gana", dec¨ªa, entre risas. "?No lo has visto por ah¨ª?", preguntaba divertido.Shakespeare no estaba. O tal vez s¨ª, perdido entre la multitud que abarrot¨® el C¨ªrculo de Bellas Artes en su emblem¨¢tica y tradicional fiesta de Carnaval, uno de los actos m¨¢s esperados cada a?o por los madrile?os amantes de Don Carnal.
Esta vez el lema era Volver a la selva. Era una fiesta salvaje, en la que desfilaron por igual centauros, conejos, zorros, tigres y un sinf¨ªn de disfraces que pusieron color a la noche. Y aunque se trataba de recrear la selva, no faltaron quienes prefirieron ataviarse con vestidos de ¨¦poca, como Leticia, una joven que decidi¨® vestirse a lo Scarlett O'Hara (el personaje de la pel¨ªcula Lo que el viento se llev¨®). "Ya he venido aqu¨ª much¨ªsimas veces, ¨¦sta es mi novena o d¨¦cima vez", contaba. Junto a ella se encontraban dos sheriffs que tambi¨¦n hab¨ªan acudido en numerosas ocasiones a la fiesta. "?ste, como todos los a?os, he notado que hay much¨ªsima competencia, los disfraces est¨¢n muy bien. Comparados con los dem¨¢s, nosotros no somos nadie", dec¨ªa sin falsa humildad Samuel, uno de los sheriffs.
Y no le faltaba raz¨®n. Si algo caracteriz¨® a la fiesta fue el despliegue de imaginaci¨®n y creatividad de los asistentes. Algunos, como Luis Alberto, incluso se dieron a la tarea de fabricar su propio disfraz. "Yo soy dise?ador y por eso me resulta f¨¢cil. Tard¨¦ unos 15 d¨ªas en hacer el traje y me gast¨¦ unas 40.000 pelas", contaba. Jos¨¦ Luis iba vestido de pirata. "?Por qu¨¦ de pirata? No s¨¦, a lo mejor es alguna fantas¨ªa infantil reprimida", contaba
Y a Paco, otro asistente, no le import¨® aguantar largas horas de calor embutido en un disfraz de conejo rosado. Tambi¨¦n se trataba para ¨¦l de una cita a la que no pod¨ªa faltar. "Esta vez he preferido un animal. Es un poco inc¨®modo, pero no importa, porque la fiesta est¨¢ muy bien".
En el C¨ªrculo, los m¨¢s de 1.000 asistentes se dejaron seducir por la m¨²sica techno que sonaba en uno de los salones y por las canciones de la cantante Alaska. Aqu¨¦lla era una curiosa mezcla de historia y futuro en la que no resultaba extra?o ver a una imponente dama del siglo XVIII bailando alocadamente un tema de The Chemical Brothers. Y tampoco resultaba extra?o observar, a lo lejos, el simp¨¢tico flirteo entre un cura y una diablesa. O la tenaz persecuci¨®n a la que someti¨® Dr¨¢cula a sus v¨ªctimas. "Es que las fiestas dan para todo", dijo un espantoso Freddy Krueger. No se equivoc¨®.
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