Por una democracia m¨¢s femenina N?RIA CARRERA
La aprobaci¨®n por parte de la Asamblea Nacional de Francia de una ley que establece la paridad de sexos en las listas electorales de los partidos pol¨ªticos ha puesto en evidencia, una vez m¨¢s, la escasa presencia de las mujeres en la vida pol¨ªtica y en los puestos de decisi¨®n. Sin embargo, muy pocos se han atrevido a aventurar los cambios que dicha discriminaci¨®n positiva puede representar en la manera de dirigir la voluntad del electorado y en la resoluci¨®n de los problemas diarios de la ciudadan¨ªa. De entrada, la novedad me parece muy positiva ya que, cuando menos, permite a la democracia francesa ser todav¨ªa m¨¢s democr¨¢tica. Los ¨²ltimos datos aportados por este mismo diario revelan que de los 41.256 parlamentarios y parlamentarias que hay en el mundo s¨®lo 4.785 son mujeres, es decir, un exiguo 13%. Los pa¨ªses europeos, con una media del 15,5%, apenas mejoran el porcentaje, m¨¢s all¨¢ de la privilegiada situaci¨®n de paridad de los pa¨ªses n¨®rdicos, de donde nos llega la buena noticia de que una mujer, la socialdem¨®crata Tarja Halonen, acaba de conquistar la presidencia de Finlandia.De ah¨ª la importancia de la ley francesa, porque ha de servir para favorecer la participaci¨®n femenina en la pol¨ªtica de este pa¨ªs -s¨®lo cuenta con un 10,9% de mujeres parlamentarias- y ha de convertirse en punto de referencia de los pa¨ªses de su entorno m¨¢s cercano. Para las personas progresistas, que haya impulsado esta ley el Gobierno de un pa¨ªs como Francia, con gran presencia de ministras pese a su baja cuota de parlamentarias, tiene un significado simb¨®lico importante. En mi opini¨®n, y como responsable de las pol¨ªticas dirigidas a la mujer del Ayuntamiento de Barcelona, creo que tambi¨¦n es de justicia sumarme a las voces que recuerdan la importancia del movimiento feminista en la aprobaci¨®n de la ley francesa, un movimiento que desde hace d¨¦cadas lucha por una mayor presencia de la mujer en estas esferas.
M¨¢s all¨¢ del derecho de las mujeres a estar cada vez m¨¢s presentes en todos los ¨¢mbitos de la sociedad, es importante reflexionar sobre el significado de esta participaci¨®n. Para las mujeres vernos representadas al m¨¢s alto nivel comporta, de entrada, la alegr¨ªa de pensar que nuestros deseos y necesidades pueden estar m¨¢s presentes en los lugares de decisi¨®n. Sin embargo, para que esta presencia tenga un valor real ha de representar tambi¨¦n un cambio sustantivo en el c¨®mo hacer pol¨ªtica, en las relaciones entre las y los representantes de la ciudadan¨ªa, un cambio profundo en el seno de los partidos, en la valoraci¨®n de los temas ligados a la vida cotidiana, que a menudo se convierten en temas de segunda en las agendas p¨²blicas. Hasta que no consigamos transformar este entorno, el significado de la participaci¨®n femenina en la vida pol¨ªtica tendr¨¢ poca trascendencia.
Las mujeres hemos demostrado que podemos hacer pol¨ªtica como los hombres: utilizar su lenguaje, relacionarnos utilizando el poder como ¨²nica arma. Pero todo esto no nos permitir¨¢ virar hacia un mundo m¨¢s paritario y justo; por tanto hemos de basar nuestra actuaci¨®n en otros par¨¢metros. Muchas de nuestras antecesoras ya han practicado otra manera de hacer pol¨ªtica: resolviendo problemas en lugar de complicar el di¨¢logo, poniendo altas dosis de sentido com¨²n, pragmatismo, realismo, introduciendo la valoraci¨®n de la eficacia entendida como un aut¨¦ntico servicio a la ciudadan¨ªa, seguramente porque en la vida cotidiana las mujeres ya tenemos la virtud, y la necesidad, de resolver los problemas familiares.
Estas caracter¨ªsticas deben trasladarse de forma tangible a la manera de pensar lo p¨²blico, a la manera de hacer pol¨ªtica, dando m¨¢s importancia a la flexibilidad, la cooperaci¨®n, la adaptabilidad a las exigencias de las otras personas, a la capacidad de escuchar, de negociar y de establecer relaciones. Una mayor presencia de las mujeres en la representaci¨®n popular tiene que reportar una manera diferente de llevar a cabo las pol¨ªticas p¨²blicas. Primero porque hay un elemento que debemos tener muy en cuenta: nosotras tenemos una clara conciencia de nuestra parcialidad. Es decir, sabemos que nuestra visi¨®n de las cosas no es universal, contrariamente a lo que creen muchos hombres. La fil¨®sofa francesa Sylviane Agacinski, inspiradora de la ley paritaria francesa, lo explica en su libro Pol¨ªtica de mujeres, donde destaca c¨®mo los valores y el modelo masculino han dominado el pensamiento, la filosof¨ªa y la pol¨ªtica en un intento de representar por s¨ª solos el g¨¦nero humano.
Aunque las mujeres no son un grupo homog¨¦neo, la pol¨ªtica tradicional, la pol¨ªtica de los partidos y de las instituciones cambiar¨¢ cuanto m¨¢s participen las mujeres. El Ayuntamiento de Barcelona y las fuerzas pol¨ªticas que tradicionalmente lo componen, especialmente las de izquierda, son un buen ejemplo de c¨®mo, progresivamente, han ido incorporando a la mujer en el Consejo Municipal de la capital catalana. Lejos quedan las 3 mujeres que accedieron al consistorio en las elecciones municipales de 1979. Desde entonces, el porcentaje de mujeres ha crecido: 1983 (9,3%), 1987 (16,2%), 1991 (13,9%), 1995 (21,9%) y 1999 (34,1%). Pese a que el n¨²mero de concejales todav¨ªa duplica al de concejalas, la instituci¨®n que preside el alcalde Joan Clos ya cuenta con 14 concejalas.
Quiero creer que el nuevo impulso pol¨ªtico franc¨¦s a favor de la presencia de la mujer en la vida pol¨ªtica se podr¨¢ extender a todo el mundo, ya sea a trav¨¦s de leyes paritarias, cuotas progresivas u otros mecanismos, y sirva realmente para mejorar la vida de todas las ciudadanas y ciudadanos.
N¨²ria Carrera. Teniente de alcalde de Bienestar Social y presidenta del Consejo de las Mujeres del Ayuntamiento de Barcelona.
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