La cesi¨®n
EDUARDO URIARTE ROMERO
Las situaciones padecidas tras los asesinatos de Fernando Buesa y Jorge D¨ªez han provocado seria preocupaci¨®n y reflexi¨®n en determinados ambientes pol¨ªticos y universitarios. El fantasma del enfrentamiento civil constituye el aviso de una situaci¨®n de la que no podemos sentirnos ajenos. Esa posibilidad no constituye ninguna soluci¨®n, sino un grave problema a favor de las din¨¢micas generadas por los nacionalismos etnicistas. Nos movemos en un marco contradictorio y necesitado de todo tipo de matizaciones. As¨ª como la integraci¨®n se distingue de la asimilaci¨®n por una suma de matices, el enfrentamiento civil no necesita de los mismos. El aviso de la posibilidad de enfrentamiento civil pudo ser necesario para manifestar que existe un amplio sector social, el cincuenta por ciento, que no se supedita. Ante los movimientos nacionalistas, tan perjudicial es el enfrentamiento como la pasividad, y ejemplos abundantes de las consecuencias nefastas de esta ¨²ltima tenemos en los a?os treinta de nuestro siglo.
Los nacionalismos se rigen, se justifican, por una serie de "derechos" ¨¦tnicos, hist¨®ricos, m¨ªticos, emotivos, voluntaristas, que no tienen que ver -son superiores y excluyentes- con la voluntad plebiscitada de los ciudadanos. La realidad pol¨ªtica puede suavizar estos planteamientos, pero desde la transici¨®n el PNV se ha visto reforzado en la concepci¨®n (por la actitud complaciente de los dem¨¢s) de que ten¨ªa derecho a todo lo que reivindicase merced a algo parecido a la predestinaci¨®n.
El mecanismo que hizo posible la transici¨®n democr¨¢tica, con la paulatina liquidaci¨®n de las dos Espa?as, fue la cesi¨®n de unas fuerzas pol¨ªticas respecto a otras. Todas cedieron menos el PNV. Cedi¨® el PCE de un forma traum¨¢tica: tuvo que aceptar la Monarqu¨ªa, entonces la del 18 de julio. A otro nivel, cedi¨® el PSOE, y tuvo que ceder la derecha procedente del franquismo. Hasta el mismo Aznar ha ido cediendo en sus fobias hacia el T¨ªtulo VIII de la Constituci¨®n.
La cesi¨®n fue el procedimiento de encuentro mutuo para constituir una comunidad pol¨ªtica que iba enterrando los odios fratricidas. La cesi¨®n supone el encuentro con las razones del otro y constituye un fen¨®meno de catarsis que da valor y obliga a defender el marco pol¨ªtico de convivencia alcanzado. Se super¨® as¨ª la vieja Espa?a y se constituy¨® una naci¨®n participativa en el sentido habermasiano. Menos en Euskadi, donde sobrevivi¨®, si no la vieja Espa?a, s¨ª todos los problemas de ¨¦sta.
A pesar de la disposici¨®n adicional de la Constituci¨®n que ampara los derechos hist¨®ricos de los territorios forales, el PNV se abstuvo en el refer¨¦ndum; hoy dice que la rechaz¨®. Sac¨® la conclusi¨®n que el Estatuto ca¨ªa del cielo, hizo aceptar a la derecha su bandera, impuso su himno al resto de las fuerzas pol¨ªticas, e incluso cuando perdi¨® las elecciones auton¨®micas de 1987 el PSE reforz¨® su derecho divino a no ceder cedi¨¦ndole la Lehendakaritza. Tambi¨¦n la pr¨¢ctica pol¨ªtica de los dem¨¢s ha facilitado que el PNV crea que sus reivindicaciones son por derecho. El PNV, que no cedi¨® nada, no puede valorar lo conseguido y tampoco el marco de convivencia que constituye el Estatuto para los no nacionalistas. De esta manera usufruct¨²a el Estatuto (para ¨¦l de quita y pon), hasta que elucubra otra cosa en Estella. Pero la sociedad no nacionalista s¨ª lo valora, porque cedi¨® mucho en ¨¦l a la b¨²squeda de la convivencia y de la comunidad pol¨ªtica. Al abandonarlo, el PNV inicia el proceso de caos que empezamos a padecer.
El gesto de la cesi¨®n pol¨ªtica es tan transcendente aqu¨ª, en Euskadi, que cuando Euskadiko Ezkerra la hizo pas¨® autom¨¢ticamente al ostracismo y a engrosar las filas del espa?olismo aunque quisiera seguir siendo nacionalista. En Euskadi, la cesi¨®n en pol¨ªtica define en gran manera qui¨¦n es nacionalista y qui¨¦n no, aunque tambi¨¦n define, ?oh coincidencia?, qui¨¦n es dem¨®crata y quien no lo es, y qui¨¦n dignifica la pol¨ªtica y qui¨¦n no.
Como indica ortodoxamente Joseba Arregi, la naci¨®n debe hacerse entre todos, nacionalistas, no nacionalistas y el que quiera, o no se har¨¢. Porque las naciones que dirigen los nacionalistas, con tanta bandera, consigna y marcialidad, etc., son todo menos naci¨®n. La asignatura pendiente del nacionalismo vasco, y por supuesto del radical, estriba en la cesi¨®n, paso imprescindible para constituirnos en una comunidad pol¨ªtica.
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