Llamada para los abstencionistas
Debiera estar severamente prohibido en Valencia que una campa?a electoral, sobre todo tan dilatada y plasta como la que hoy concluye, se engarzase con las Fallas. No hay vecindario m¨ªnimamente sensible que pueda metabolizar tal aluvi¨®n ret¨®rico y pirot¨¦cnico, ni siquiera el censo ind¨ªgena, nacido para el estr¨¦pito y avezado en algarab¨ªa. Ser¨¢ cosa de ver en los pr¨®ximos d¨ªas los partes de los servicios de urgencias, saturados de quemados y neur¨®ticos por los muchos masclets que estallan sin orden ni concierto y los petardos que se han prodigado vendi¨¦ndonos el oro y el moro de su mercanc¨ªa pol¨ªtica. Pero eso ya lo veremos en los pr¨®ximos d¨ªas, cuando amaine el aturdimiento.Lo que hoy toca es votar y, con mejor o peor ¨¢nimo, nos cumple participar en el trance eucar¨ªstico de la liturgia democr¨¢tica: depositar el voto. Se comprende, claro est¨¢, a quienes, por las aludidas razones, incluso por leg¨ªtima defensa, se escaqueen en el campo, la playa o en el Caribe, huyendo del nunca mejor descrito mundanal y aflictivo ruido. Bien est¨¢, pero flaco servicio le rinden a la democracia, a la par de quedar moralmente deslegitimados para darle ca?a en el futuro al partido que la merezca, que ocasi¨®n no habr¨¢ de faltar.
Se trata de una admonici¨®n desinteresada, pero pertinente a nuestro parecer debido a la desgana o acaso fatiga que uno percibe en la grey mayormente progresista, proclive a la abstenci¨®n de manera tan notoria como lo es la euforia que exhiben los feligreses del centro conservador, asimismo disuasoria por exceso de confianza en la victoria. Portavoces de uno y otro bando est¨¢n clamando contra ambos riesgos: el darlo todo por perdido o por ganado, eximi¨¦ndose as¨ª de darse un garbeo por el local electoral y cumplir con la parroquia. Votemos, aunque no nos aliente a ello el coraz¨®n ni la cabeza, singularmente si de la izquierda se trata.
Las huestes populares, en cambio, lo tienen muy claro y, a pesar del riesgo referido, apuesto que se agolpar¨¢n ante las respectivas urnas despu¨¦s de haber asistido como est¨¢ mandado a la misa mayor. Se saben ganadoras y arropadas por el acrecido y creciente universo de jubilados, tan lisonjeado. La derecha, o eso presentimos, va a volcarse con el latente prop¨®sito de dar al traste con el ya rutinario y discutible diagn¨®stico de que la mayor¨ªa del pa¨ªs -y muy en especial el valenciano- tira a rojilla. No lo confirman as¨ª las ¨²ltimas citas electorales ni se desprende de las m¨¢s recientes prospecciones sociol¨®gicas en el ser y sentir de las gentes m¨¢s j¨®venes, notoriamente pragm¨¢ticas, desmotivadas y aligeradas de ideolog¨ªa. Por otra parte, digo de la derecha, se siente en vena, compacta y confortada con sus l¨ªderes, aunque pueda ello chocarnos.
En la izquierda, en cambio, ha sido perceptible el des¨¢nimo entre los pliegues del griter¨ªo ocasional de los m¨ªtines. A mayor abundamiento, no han acompa?ado los sondeos de opini¨®n, coincidentes o conjurados para marcar las distancias proclives al PP. Ni tampoco la oferta program¨¢tica, tan huera de novedad como de imaginaci¨®n en su conjunto. S¨®lo hay que haber le¨ªdo los peri¨®dicos o ilustrarse en los tele?ecos de Canal Plus para constatar la alzada mental de los contendientes y el tono subastero de sus discursos. Con esos mimbres no es sorprendente que la bolsa de la abstenci¨®n siga mirando hacia otro lado, sin darse por aludida.
Y sin embargo, en manos de los progres remisos y desencantados est¨¢ la ligera posibilidad de desmentir a los demosc¨®picos y darle la vuelta a la tortilla. Nunca ha sido m¨¢s decisiva la legi¨®n ingente e inteligente de los esc¨¦pticos y pasotas que ha decantado la desarmada, mal avenida y peor dirigida -siempre hay alguna excepci¨®n- izquierda, valenciana o no, menos que m¨¢s coaligada, pero con cierta expectativa de constituirse en alternativa. Votemos, pues, por civismo, ya que buscar otros motivos nos empujar¨ªa al campo o a la playa.
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