Lily
El ¨¢ngel azul ha levantado nuevamente el vuelo, la pol¨¦mica y los genitales en escombros de un viejo dictador. Cuando se pone en celuloide "todo lo Marlene Dietrich posible", la fatalidad viaja en el expreso de Shanghai, merodea por los palmerales de Marrakech o se cincela en m¨¢rmol, con una est¨¦tica inquietante. Filmar la biograf¨ªa de una estrella con el sexo a ras del esc¨¢ndalo es arrearle una pi?a a esa moral de cuello duro y orgasmos trabajados a golpe de pecho. Marlene Dietrich adquiri¨® la naturaleza de ¨¢ngel azul en el magisterio de Josef von Sternberg; y meti¨® su vida en el camerino de la ambig¨¹edad y del misterio. Con Lily Marlene conquist¨® los dos frentes planetarios: las balas se envolv¨ªan en la excitaci¨®n de sus estrofas, para hacer la muerte m¨¢s pasable. Y Hitler le declar¨® toda la pureza aria de su devoci¨®n. Y es que el genocidio, a veces, engendra insospechadas emociones.
Que se lo cuenten si no a Pinochet. El¨ªas Padilla Ballesteros, ex preso pol¨ªtico y antiguo presidente de Amnist¨ªa Internacional de Chile, en su an¨¢lisis de la llegada del dictador al aeropuerto de Pudahuel, dice: "M¨¢s bien parec¨ªa un apote¨®sico evento del nacionalsocialismo de tiempos de Adolf Hitler". En el instante en que Pinochet, bajo el estupor de todos, se levant¨® de su silla de ruedas y empez¨® a caminar, sonaron los primeros acordes de Los viejos estandartes. Y sonri¨® complacido, cuando la guardia instrumental de la guarnici¨®n militar interpret¨® Lily Marlene. Hab¨ªa regresado a su reino de sombras.
El pasado d¨ªa 4, el diputado Jaime Jim¨¦nez, de la Democracia Cristiana, declar¨®: "Aqu¨ª hay un Gobierno que hace como que manda y un Ej¨¦rcito que hace como que obedece, pero, al final, el Gobierno hace lo que puede y el Ej¨¦rcito hace lo que quiere".
Ayer, el socialista Ricardo Lagos, asumi¨® la presidencia de la Rep¨²blica chilena, ?continuar¨¢ Pinochet con sus insultos a la raz¨®n, envueltos en las estrofas de Lily Marlene? Para mayor verg¨¹enza de algunos, que se?alar est¨¢ feo.
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