Putin desprecia la lucha electoral y utiliza los recursos del poder para conquistar el Kremlin El presidente ruso basa su campa?a en su acci¨®n de gobierno ante las elecciones del d¨ªa 26
El primer ministro y presidente interino de Rusia, Vlad¨ªmir Putin, en un ejemplo de generosidad sin precedentes, ha renunciado a los espacios gratuitos de publicidad electoral en radio y televisi¨®n a los que tiene derecho por ley. Ni siquiera hace campa?a, en sentido estricto, sino que basa su batalla por ganar el Kremlin el pr¨®ximo d¨ªa 26 en el ejercicio de su "obligada" acci¨®n de gobierno. Ni debates, ni anuncios, ni promesas, pero, eso s¨ª, con la televisi¨®n estatal siguiendo sus pasos. La estrategia le da buenos dividendos. Si las encuestas no fallan, Putin puede ganar incluso en la primera vuelta.
Es dif¨ªcil saber si Putin, cuya vertiginosa carrera hacia la cumbre se ha basado en el dedo de sus superiores y no en el voto de los electores, respeta en el fondo de su coraz¨®n de antiguo esp¨ªa del KGB los formulismos de la democracia. Parece claro, sin embargo, que no se sentir¨ªa en su salsa en el papel de candidato convencional, que no est¨¢ dispuesto a bailar el twist para hacerse el simp¨¢tico como Bor¨ªs Yeltsin en 1996 y que prefiere defender su imagen de dirigente serio y resolutivo. No tiene que temer que su voz y su imagen se difuminen. Aunque perdone unos minutos de propaganda, la televisi¨®n estatal sigue sus pasos desde el pasado septiembre y la difunde machaconamente para hacerla llegar hasta la ¨²ltima komunalka (vivienda colectiva) de este enorme pa¨ªs, 34 veces m¨¢s grande que Espa?a. La primera cadena emiti¨®, antes de que se abriese oficialmente la campa?a, una larga entrevista en la que se present¨® la doble cara del enigm¨¢tico presidente de Rusia: la de estadista y la de un hogare?o padre de familia con ternura suficiente para alcanzar a una perrita de compa?¨ªa.
Ni consignas, ni anuncios, ni promesas, ni debates, ni m¨ªtines, ni siquiera programa. No es eso lo que los rusos esperan de ¨¦l. Nada que recuerde a un presidente norteamericano buscando la reelecci¨®n o a un Bush o un Gore estrechando manos y besando ni?os. De hecho, ha descalificado la mercadotecnia electoral cl¨¢sica con esta frase que merece pasar a las antolog¨ªas tanto como la que solt¨® cuando dijo que hab¨ªa que perseguir a los terroristas hasta en el v¨¢ter: "Me parece fuera de lugar intentar explicar qu¨¦ es m¨¢s importante, si Tampax o Snickers . Por eso no lo voy a hacer".
Mientras unos rivales que apenas pueden inquietarle -el comunista Guennadi Ziug¨¢nov, el liberal Grigori Yavlinski y el ultranacionalista Vlad¨ªmir Zhirinovski- se esfuerzan con m¨¦todos electorales cl¨¢sicos por vender un mensaje sin apenas eco, convencidos de que no tienen ninguna posibilidad de triunfo, Putin gobierna, y gana as¨ª m¨¢s votos que todos ellos juntos.
En los ¨²ltimos d¨ªas ha viajado por Rusia con pretextos diversos y el objetivo real de venderse como garante de la unidad de la patria, de estabilidad y de orden, justo lo que m¨¢s anhelan los rusos tras nueve a?os de yeltsinismo en los que su pa¨ªs ha llegado al fondo del abismo, y a veces a¨²n m¨¢s abajo.
En Ivanovo, a unos cuatrocientos kil¨®metros al norte de Mosc¨², Putin dijo que "los pol¨ªticos tienen que mostrar su competencia con sus obras, y no con anuncios". En Mosc¨² defendi¨® los derechos de las mujeres en el ¨²nico d¨ªa del a?o en el que ¨¦stas no son v¨ªctimas de un machismo incrustado en los genes de todos los rusos. En Krasnodar (C¨¢ucaso), habl¨® a los agricultores como si fueran la esperanza de regeneraci¨®n del pa¨ªs. En Surgut (Siberia), prometi¨® resucitar el sector petrolero, clave tras la subida de precios, de la discreta recuperaci¨®n econ¨®mica.
Apoyo de los militares
Y en Volgogrado (la antigua Stalingrado), Putin honr¨® a un Ej¨¦rcito que, con su actuaci¨®n en Chechenia (discutida en Occidente, pero admirada en Rusia), le est¨¢ catapultando hacia el Kremlin. En los hombres de uniforme tiene un claro soporte, que ¨¦l mima con dotaciones presupuestarias y la promesa de sacarle de una postraci¨®n humillante.
El ministro de Defensa, ?gor Yergu¨¦yev, ha llegado al extremo de pedir el voto por Putin con el argumento de que ha salvado a la patria al lanzar la "operaci¨®n antiterrorista". Lo m¨¢s curioso es que afirm¨® que no hac¨ªa campa?a, sino que s¨®lo intentaba evitar que sus conciudadanos cometieran un error hist¨®rico a la hora de votar.
Nikol¨¢i Petrov, analista del Centro Carnegie de Mosc¨², afirma que Putin dice a cada audiencia lo que quiere escuchar. Otro polit¨®logo, Andr¨¦i Piontkovski, asegura que "una campa?a cl¨¢sica har¨ªa perder votos al presidente interino porque le obligar¨ªa a definirse en cuestiones claves, mientras que as¨ª cada cual ve en ¨¦l lo que quiere", un patriota, un hombre fuerte o bien un reformista. Lo que es de verdad, nadie lo sabe.
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