Hay que ahorrar JUAN JOS? MILL?S
Las encuestas en las que ven¨ªamos mir¨¢ndonos eran, adem¨¢s de un espejo, un patr¨®n. Un modelo de traje para cuatro a?os. Cuatro a?os es mucho. No s¨®lo ha de resistir el tejido, sino las costuras. Y debe ser una tela muy sufrida, para que no se le noten las manchas, que en cuatro a?os de 24 horas cada d¨ªa es muy dif¨ªcil que no se te derrame una taza de caf¨¦. Las encuestas ofrecieron un modelo posible, una plantilla cogida con hilvanes. Durante estos d¨ªas, el cuerpo electoral se ha probado el traje una y otra vez y ha ido corrigiendo mentalmente la hechura. Un poco m¨¢s suelto por aqu¨ª. M¨¢s ca¨ªda en este lado. Cuidado con la sisa.Una vez cortada la tela, llega la hora de unir los fragmentos. Cada papeleta es un punto de costura que une la manga al cuerpo, el forro a la piel. Durante todo el domingo estuvimos oyendo el sonido mon¨®tono de la vieja Singer espa?ola sobre el vestido electoral. Te asomabas a la ventana y ve¨ªas a la gente acudir a los colegios para dar un golpe de pedal a la m¨¢quina. Las elecciones se hacen a mano todav¨ªa. No hay nada m¨¢s artesano que el resultado de unas generales. La gente tiene que tomar la papeleta entre los dedos e inclinarse sobre la urna para que el voto entre por su sitio. Es un trabajo de precisi¨®n. A veces no entra a la primera, porque no hay nada menos mecanizado que el voto. Y sin embargo la urna es tecnolog¨ªa punta. Hasta quienes no votan lo hacen con una precisi¨®n artesanal de la que quiz¨¢ no sean conscientes. Gran parte de la hechura proviene de ah¨ª, de la abstenci¨®n. Y del voto en blanco: una puntada limpia, que aun sin dejar se?al marca su impronta en la entretela.
Durante todo el domingo se escuch¨® el pedaleo de la vieja Singer. En Espa?a hemos tenido pocas oportunidades de estrenar, lo que se dice estrenar, un traje. La transici¨®n incluso fue un modo de aprovechar retales que ni siquiera hab¨ªan pasado por el tinte. Tenemos una gran experiencia, en fin, en darle la vuelta a los abrigos viejos para ocultar sus brillos y hacer como que estrenamos ante la vecindad. Uno ha visto en su casa trajes que han durados diez, quince, veinte a?os. Te pon¨ªas la chaqueta que seg¨²n tu madre estaba pr¨¢cticamente nueva, y en seguida te dabas cuenta de que ol¨ªa al viejo capote militar del abuelo, a la gabardina del padre, al chaquet¨®n del hermano mayor. Seguramente, hemos logrado darle la vuelta al traje una vez m¨¢s. Cuando se ha sido pobre, lo aprovechas todo, hasta las ideas m¨¢s rancias, para la nueva temporada. Es verdad que llega un momento en el que el tejido no aguanta y hay que comprar un traje completamente nuevo, pero nosotros no hemos conocido a¨²n ese placer. Seguimos heredando ideas deshilachadas, viejas, habilmente zurcidas por unos y por otros. Hay que ahorrar.
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