Una de toros
En este lugar (quiero decir, en la columna que pende) se habla poco de toros. Como si no existieran. A lo mejor es porque los toros no son actualidad virtual. Pero existen. El domingo empez¨® la temporada madrile?a, que seguir¨¢ cada domingo y d¨ªas festivos, m¨¢s lo que caiga, hasta final de octubre. Ocho meses de actividad taurina, terne, real y cruda, aunque no sea virtual.Algunos lo ignoran. Mucha gente cree que la ¨²nica manifestaci¨®n taurina en Madrid es por las fiestas de San Isidro. Se incluyen los espectadores de la propia feria de San Isidro. Los hay abonados a la feria desde hace a?os y, al terminar, se lamentan de que no podr¨¢n volver a los toros -ni ver a los aficionados que fueron vecinos de localidad durante 30 d¨ªas consecutivos- hasta el a?o pr¨®ximo. Y cuando se les dice que dos d¨ªas despu¨¦s, el domingo siguiente sin ir m¨¢s lejos, hay de nuevo toros en Madrid, no se lo acaban de creer.
Esto pone en cuesti¨®n el inter¨¦s que despierta la fiesta de toros en Madrid. Hay una respuesta inmediata: si la gente ni siquiera sabe que hay funciones durante ocho meses, es que no interesa. Pero no resulta tan sencillo. La propaganda que se hizo de la Feria de San Isidro prendi¨® con tal intensidad que borr¨® todo lo dem¨¢s hasta convertirlo en inexistente.
Es lo que sucede: lo que no se anuncia no existe. De donde lo que se anuncia existe, y por a?adidura, ha de existir tal como lo anuncian. As¨ª es la vida.
Uno pedir¨ªa en este punto crucial del filos¨®fico discurso una especial atenci¨®n. Pues resulta que a base de anunciar y de crear con los espacios publicitarios - expl¨ªcitos o sesgados- estados de opini¨®n, la ciudadan¨ªa (parte de ella, se quiere decir) vive o pretende vivir una vida virtual que nada tiene que ver con la terne y cruda realidad.
De ah¨ª vienen (barrunta un servidor) esas incomprensiones y esas frustraciones que se observan en la vida diaria. El aura sobrenatural que tiene cuanto se anuncia, as¨ª sean detergentes o autom¨®viles; la magia carism¨¢tica que se atribuye a todo tipo de personajes, as¨ª sean cantantes desafinados o pol¨ªticos falsarios, colocan ante aquellos ciudadanos que se sienten en la necesidad de vivir la vida virtual un c¨²mulo de objetos imprescindibles para su consumo, una serie de sujetos impresentables a los que han de rendir idol¨¢trica pleites¨ªa.
Y en esas estamos; cada vez m¨¢s.
Pero s¨ª, hay toros en Madrid, plaza de Las Ventas. Y a poco de unas semanas, los habr¨¢ en la plaza de Vista Alegre, el coso entra?able de la barriada de Carabanchel, al que llamaban La Chata, hace tiempo derribado y ya sustituido por un moderno edificio dotado de una sofisticada cubierta m¨®vil por si llueve. Y ha empezado la temporada de Legan¨¦s, plaza asimismo cubierta por similar raz¨®n.
El fen¨®meno de las plazas cubiertas probablemente obedece tambi¨¦n a los dictados del mundo virtual de que habl¨¢bamos. La realidad, cruda y terne, ense?a que ¨¦ste es un pa¨ªs de sequ¨ªas prolongadas, de calores, a veces sofocantes, en cuanto llega la primavera. Y, sin embargo, construyen costosas plazas cubiertas, por si el cielo se equivoca y manda lluvia; igual que otros ¨¢mbitos pretenden infundir en los ni?os la afici¨®n al esqu¨ª, y su pr¨¢ctica, a pesar de que apenas se encuentra nieve en parte alguna.
Hay ya toros en Madrid y suceder¨¢ lo que siempre en la historia de esta fiesta secular: saltar¨¢ el fauno a la arena y caer¨¢ inv¨¢lido o derribar¨¢ poderoso; cornear¨¢ ingles o tomar¨¢ boyante la pa?osa que le presenta un torero artista. Y habr¨¢ en el grader¨ªo gran crujir de indignaci¨®n o un hondo estremecimiento de emociones; desgarrados gritos de horror, exclamaciones de j¨²bilo. Y la fiesta mostrar¨¢ su grandeza y su miseria. Y la afici¨®n saldr¨¢ de la plaza exultante o abatida. Y, sin embargo, nada parecer¨¢ trascendente porque siendo todo ello vida verdadera escapa a los dictados y a los esquemas de la vida virtual y no lo reconoce la ciudadan¨ªa (parte de ella se quiere decir).
Vivimos en una nube. Y s¨ª, hay toros en Madrid; mas s¨®lo cuando digan y como manden los que definen el mundo virtual para mu?ir opiniones, secuestrar sentimientos, gobernar vidas y haciendas.
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