De pel¨ªcula AGUST? FANCELLI
La escena del balc¨®n de la calle de G¨¦nova, la noche del 12-M, fue la culminaci¨®n de una pel¨ªcula cl¨¢sica. Primero, enlazadas por la cintura, al modo de los Clinton, aparecieron glamourosas las estrellas de la noche: el protagonista, Aznar, y su mujer Ana Botella, ¨²nica conocedora de los secretos m¨¢s ¨ªntimos del pr¨ªncipe. A continuaci¨®n saludaron el director de la pel¨ªcula, el productor y el guionista: respectivamente, Rodrigo Rato -responsable de haber conseguido transmitir a la audiencia un estado de ¨¢nimo: la serenidad econ¨®mica que conoce el pa¨ªs-, Javier Arenas -encargado de que la maquinaria de producci¨®n del partido funcionara precisa y engrasada- y Mariano Rajoy -tan sutil en la escritura del gui¨®n que ni siquiera esa noche permiti¨® a la alegr¨ªa desbordarse: no autoriz¨® la expresi¨®n "mayor¨ªa absoluta", sino "mayor¨ªa amplia"-. En ese Sunset Boulevard que fue G¨¦nova la noche del domingo faltaba el director de fotograf¨ªa, pero todo el mundo excus¨® su ausencia, al entender que no hab¨ªa concluido a¨²n su tarea de iluminar los resultados: me refiero a Jaime Mayor Oreja.Es obvio que un ¨¦xito tan rotundo va a tener secuelas. Tras La guerra de las galaxias el mismo equipo trabaja ya en El imperio contrataca, una superproducci¨®n que va a durar los pr¨®ximos cuatro a?os. No se ha tratado pues de una pel¨ªcula cerrada y aislada, sino que vamos a tener una saga completa y eso ocurre cuando el gui¨®n es s¨®lido y engancha a la gente, que es lo que ha ocurrido. Por si fuera poco, el prota parece sustituible con extrema facilidad; director, productor, guionista e iluminador, los que aparecieron en el balc¨®n y el que se qued¨® en su puesto, est¨¢n todos capacitados para hacerlo cuando convenga. De hecho, en esta pel¨ªcula no se le piden al pr¨ªncipe grandes genialidades, pues no se trata de una obra para el off Brodway, sino para las mejores pantallas comerciales: se le exige, eso s¨ª, que sea disciplinado y se ci?a al gui¨®n, pues el resultado depende de todo el equipo, es decir de la industria capaz de movilizarse por el proyecto. Tampoco Harrison Ford descolla por una gran personalidad, bien mirado.
?Qu¨¦ le ha pasado a la izquierda? Pues justamente lo contrario: que tiene un gui¨®n gastado, que ya no engancha, y en cambio un plantel de viejas glorias cada una de ellas empecinada en tirar adelante la pel¨ªcula a su manera hasta que no queda historia por contar. Es pues filmograf¨ªa de autor, del tipo Bu?uel o Fellini, constructores ambos de obras perfectas y bellas, pero rotundamente acabadas, sin secuelas posibles. En ellas se muestra una visi¨®n del mundo que no tiene por qu¨¦ corresponderse con la realidad, pues bebe de sue?os y obsesiones inconfesables. A Almunia las primarias ganadas por Borrell le dejaron sin ese imaginario y, consciente de ese tremendo agujero narrativo, intent¨® a la desesperada escenificar el pacto con Izquierda Unida, una secuencia robada a Novecento, por cierto otra pel¨ªcula de autor. Ha sido un fracaso: el p¨²blico no quiere batallas sueltas, sino una guerra de gran aliento aunque en ella no aparezcan Gerard Depardieu o Dominique Sanda. La renovaci¨®n, pues, implica algo muy grave: no un cambio de caras, que tambi¨¦n, sino un cambio en la manera de hacer cine.
Se me dir¨¢ que La guerra de las galaxias es una epopeya huera, mientras que ver una pel¨ªcula de Bu?uel, Fellini o Bertolucci en principio nos convierte en personas mejores. Planteada as¨ª, tambi¨¦n esta discusi¨®n suena a vieja, pues remite sin piedad a finales de los setenta, cuando Umberto Eco public¨® su c¨¦lebre Apocal¨ªpticos e integrados. ?Qu¨¦ le exigimos hoy a la pol¨ªtica exactamente? A la vista de los resultados, no algo muy sesudo, sino que funcione y te resuelva los problemas m¨¢s pr¨®ximos. A veces esos problemas son tan nimios como que te salven correctamente del tedio un domingo por la tarde, y no se ve por qu¨¦ una cuesti¨®n as¨ª deber¨ªa considerarse menor o deshonrosa. La pol¨ªtica se halla muy pr¨®xima a la manera de comunicar del cine comercial. Y si adem¨¢s este cine es bueno y con presupuesto bajo, tipo American Beauty, entonces miel sobre hojuelas. Se me conceder¨¢ que la ilusi¨®n tambi¨¦n puede estar ah¨ª y no en conceptos de alta graduaci¨®n, asequibles a los menos. Una vista r¨¢pida a la izquierda permite descubrir a una persona ya sensibilizada por este tipo de cine, aunque seguro que hay otras: Pasqual Maragall. Tiene todav¨ªa alg¨²n tic de arte y ensayo, a veces no se le entiende mucho, pero hace ya tiempo que intenta desideologizar la historia que explica para aproximarse al lenguaje com¨²n de los ciudadanos. El problema es que no dispone del equipo de producci¨®n adecuado, falla la industria, algo muy frecuente en Catalu?a. ?l mismo no parece muy dispuesto a abandonar el cine de los glory days encarnado por Narc¨ªs Serra, una figura que, como Bu?uel o Fellini, impide toda secuela. O como Pujol, que al modo artesano de Chaplin, escribe, dirige, protagoniza y hasta compone la banda sonora de su propia pel¨ªcula, destinada a no tener continuadores. Me temo que la derecha se ha instalado en Hollywood y ha encontrado un fil¨®n solvente que no va a detenerse con El imperio contraataca. A la izquierda le conviene pues instalarse en ese mismo terreno y aprender de Almod¨®var a hacer pel¨ªculas: aspirando a ganar. Esta mayor¨ªa absoluta ha trastocado la manera de hacer pol¨ªtica, vete a saber si ya para siempre. No es tiempo de artesan¨ªas en una dulce derrota que ya se ha vuelto amarga, sino de equipos de producci¨®n capaces de competir en la oferta. Guste o no, los tiros son del tipo l¨¢ser y ya no proceden del m¨ªtico rev¨®lver de Gary Cooper, el cual, como se sabe, hace ya tiempo que est¨¢ en los cielos.
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