Un nuevo Chile
Ricardo Lagos, nuevo presidente de Chile, acaba de anunciar que est¨¢ dispuesto a recurrir al refer¨¦ndum para reformar la Constituci¨®n que dej¨® como herencia pol¨ªtica el golpista Pinochet, una norma suprema que coarta decisivamente la plena expresi¨®n democr¨¢tica chilena. Veintisiete a?os despu¨¦s de Salvador Allende, el pa¨ªs andino vuelve a tener un jefe de Estado socialista, integrado ahora en la llamada Concertaci¨®n, que se extiende por la derecha hasta la Democracia Cristiana. Lagos, que fue colaborador del presidente derrocado en un golpe sangriento, inaugura una nueva etapa desde el restablecimiento, en 1988, de una democracia vigilada, cuando un refer¨¦ndum que perdi¨® la dictadura produjo la retirada forzosa del general que acaba de volver de Londres.Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde ese septiembre de 1973, en que un general elevado a la cumbre del Ej¨¦rcito por Allende puso fin violentamente, con la complicidad de Washington, a un experimento de socialismo democr¨¢tico que hab¨ªa acumulado multitud de errores. El comunismo, como fuerza capaz de pensar la realidad, ha muerto; la socialdemocracia de izquierdas no est¨¢ claro que haya echado todav¨ªa todas las cuentas con el pasado, y la derecha neoliberal se mueve con tanta arrogancia como capacidad de infectar a partidos que se llaman de izquierdas. Por eso, Lagos no ser¨¢ la continuaci¨®n de aquel Allende, al que ha recordado con la prudencia del "respeto" en su toma de posesi¨®n.
El liderazgo socialista de Chile se va a articular sobre dos grandes ejes: la profundizaci¨®n social, ya iniciada por los presidentes democristianos anteriores, con una mejora del reparto de la riqueza y la lucha por la igualdad de oportunidades, y, tan importante al menos, la terminaci¨®n del edificio de la nueva democracia chilena. Algo que no se anticipa f¨¢cil, porque la transici¨®n del pa¨ªs andino est¨¢ en realidad inconclusa.
Cuando Pinochet tuvo a bien retirarse, extra?ado de que aquellos a los que hab¨ªa salvado del marxismo no le ratificaran en el poder vitalicio, dej¨® bien retocada una Constituci¨®n que obliga a la democracia a mirar constantemente con el rabillo del ojo al Ej¨¦rcito. Lagos hereda esta ley fundamental, que, entre otras muchas cosas, le impide designar y destituir a los jefes de las Fuerzas Armadas, un poder paralelo en Chile, como demuestra el recibimiento orquestado a Pinochet. Pero la reforma de los aspectos fundamentales de la Carta Magna que condicionan el pleno desarrollo de la democracia chilena exige una mayor¨ªa parlamentaria de dos tercios, que Lagos no tiene y que s¨®lo podr¨ªa alcanzar con el improbable apoyo de la oposici¨®n derechista. De ah¨ª el anunciado recurso, si fuera necesario, al plebiscito.
Chile quiere dejar atr¨¢s antiguas querellas en un camino de progreso. Los tribunales han iniciado cerca de 70 causas contra Pinochet, sobre el que planea su posible desafuero para juzgarle, y Lagos ha dicho que "el Gobierno y el Ej¨¦rcito deben dejar trabajar a los jueces". As¨ª debe ser para conjurar de una vez por todas la actual divisi¨®n de los chilenos.
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