R¨¦plica amistosa a Benzion Netanyahu
Si por segunda y ¨²ltima vez me acojo a la hospitalidad de estas p¨¢ginas para hablar de la monumental obra de Benzion Netanyahu sobre el origen de la Inquisici¨®n espa?ola, no lo hago con la intenci¨®n de prolongar una pol¨¦mica, sino de aclarar algunos conceptos que pueden interesar al com¨²n de los lectores. Ante todo, la teor¨ªa de que la pr¨¢ctica totalidad de los judeoconversos espa?oles eran buenos cristianos; de aqu¨ª dimana todo, porque, si es cierta, la Inquisici¨®n era una farsa organizada con fines racistas para exterminar una clase social y obtener ventajas pol¨ªticas y econ¨®micas para la Corona de Espa?a. De motivos religiosos, nada. Una pregunta incidental al se?or Netanyahu: ?ha visto las quejas de los inquisidores a la Suprema sobre el exceso de trabajo? Eran frecuentes y dif¨ªciles de explicar dentro de la teor¨ªa de la farsa y el montaje.Que al cabo de varias generaciones los conversos fueran en su mayor¨ªa cristianos es una opini¨®n mayoritaria y razonable. Que, no obstante, una minor¨ªa apreciable (un cuarto, un quinto, un sexto del total) permaneciera fiel a la antigua creencia es tambi¨¦n l¨®gico trat¨¢ndose de una minor¨ªa que hab¨ªa sufrido grandes presiones; en esto tambi¨¦n est¨¢n de acuerdo todos o casi todos los autores, incluso historiadores jud¨ªos de prestigio como Baer y Albert Sicroff. El ¨²nico argumento en contra lo extrae Netanyahu de los dict¨¢menes de los rabinos; eran negativos en cuanto a la ortodoxia de los conversos porque ve¨ªan las cosas en blanco y negro: "No son buenos jud¨ªos, luego son cristianos". No ten¨ªan en cuenta los infinitos repliegues del alma humana, la influencia del medio ambiente, la contaminaci¨®n inevitable de conceptos y pr¨¢cticas de una religi¨®n que ten¨ªan que profesar, aunque fuera con ¨ªntimo rechazo. As¨ª naci¨® el fen¨®meno de lo que Van Praag, en un art¨ªculo memorable, llam¨® "almas en litigio", personas que se debaten entre una y otra creencia, o bien que, decididas en favor de una, conservan muchas huellas de la otra, como se ve en La certeza del camino, publicada en Amsterdam por Tom¨¢s Rodr¨ªguez Pereira, marrano nacido en Madrid y muerto en Amsterdam como jud¨ªo, aunque en dicho libro hay conceptos de indudable ra¨ªz cat¨®lica. La mezcla de ambas creencias hab¨ªa conducido en la Andaluc¨ªa del siglo XV a situaciones de gran confusi¨®n, como se deduce de la Cat¨®lica impugnaci¨®n de fray Hernando de Talavera, editado por M¨¢rquez Villanueva con estudio preliminar que es inexplicable que no cite Netanyahu. All¨ª se aprecia c¨®mo esa confusi¨®n doctrinal conduc¨ªa a muchos a la duda, a otros a intentos de sincretismo entre ambas creencias, a no pocos al escepticismo completo y a ciertas almas elevadas al intento de alzarse sobre las diferencias doctrinales a trav¨¦s de la pura filosof¨ªa, como fue el caso del gran Benito Espinosa.
Otro frecuente motivo de error es pensar que como la Inquisici¨®n fue fundada y sostenida por los reyes era una instituci¨®n pol¨ªtica, no religiosa. Olvidan que en el Antiguo R¨¦gimen ambos aspectos se confund¨ªan. La herej¨ªa era, a la vez que un pecado, un delito castigado por las leyes. No hab¨ªa Inquisici¨®n en Francia, donde Etienne Dolet fue condenado a muerte por el Parlamento de Par¨ªs, igual que le ocurri¨® a Servet en la Ginebra de Calvino. Los reyes sent¨ªan su responsabilidad ante Dios de conservar y regir su Iglesia. Fueron ellos, y no los papas, quienes dirigieron la reforma de las ¨®rdenes religiosas; fue Carlos V el verdadero art¨ªfice del Concilio de Trento. La existencia comprobada de judaizantes llev¨® a los Reyes Cat¨®licos a establecer la Inquisici¨®n, y luego, para evitar contaminaciones, al decreto de expulsi¨®n de los jud¨ªos. No eran motivos raciales, puesto que mantuvieron conversos en su entorno inmediato y facilitaron su acceso a cargos p¨²blicos mediante unas ventas de cargos en las que a nadie se le preguntaba su origen.
Menos a¨²n puede considerarse la creaci¨®n de la Inquisici¨®n como un medio de apaciguar a la plebe "subi¨¦ndose a la marea alta del antisemitismo" como escribi¨® Netanyahu en Inquisici¨®n espa?ola y mentalidad inquisitorial. Aquellos reyes no necesitaban subirse a ninguna ola para hacerse respetar. ?Menudos eran! El Cura de los Palacios, en su gr¨¢fico estilo, dice que, al saber que se aproximaban a Sevilla, salieron fuyendo de ella m¨¢s de dos mil alborotadores y delincuentes. La Andaluc¨ªa convulsa del reinado de Enrique IV era una balsa de aceite al terminar el siglo.
En relaci¨®n con esto tengo tambi¨¦n que aclarar que la Inquisici¨®n no se cre¨® para halagar al pueblo, porque nunca fue una instituci¨®n popular, aunque ciertos fan¨¢ticos la aplaudieran, aunque los amantes de espect¨¢culos morbosos se agolparan en los autos de fe. No pod¨ªa ser popular una instituci¨®n altanera, que gustaba hacerse temer, que estaba en perpetua pugna con todas las autoridades civiles y eclesi¨¢sticas. Pinta bien esta actitud una an¨¦cdota cuya autenticidad no garantizo, pero es trasunto de un estado de opini¨®n: a un labrador de un pueblo de Castilla le avisa su mujer de que un inquisidor pregunta por ¨¦l; sale a su encuentro p¨¢lido y tembloroso, pero ?no hay motivo de alarma! El inquisidor s¨®lo quer¨ªa probar los frutos de un manzano cuya excelencia le hab¨ªan ponderado. El labrador le da todas las manzanas. El d¨ªa siguiente un vecino ve que est¨¢ arrancando el ¨¢rbol de cuajo y le pregunta la raz¨®n: "Para que no vuelva por aqu¨ª el inquisidor", le replica el campesino.
Es tambi¨¦n para m¨ª evidente que, si no buscaban popularidad los reyes al crear la Inquisici¨®n, tampoco lo hicieron para allegar recursos. Y aqu¨ª topamos con otros de los defectos de la obra que comentamos: los fallos de informaci¨®n, las lagunas bibliogr¨¢ficas. "Dom¨ªnguez Ortiz tambi¨¦n desbarra en su intento de minimizar los ingresos del Santo Oficio a lo largo de toda su trayectoria" (Los or¨ªgenes de la Inquisici¨®n en la Espa?a del siglo XV, p¨¢gina 925), y apoya esta afirmaci¨®n con algunos datos sueltos, cuando lo que hab¨ªa que consultar es la obra de Jos¨¦ Mart¨ªnez Mill¨¢n La hacienda de la Inquisici¨®n, basada en a?os de investigaci¨®n. All¨ª es donde puede comprobarse si la Inquisici¨®n fue buen o mal negocio para la Corona.
La misma falta de buena informaci¨®n bibliogr¨¢fica se comprueba en el tema de la poblaci¨®n jud¨ªa y conversa de Sevilla, que Netanyahu viene arrastrando desde hace tiempo en otras publicaciones, alegando testimonios diversos, contradictorios, poco dignos de cr¨¦dito, cuando la cuesti¨®n la resolvi¨® Antonio Collantes de Ter¨¢n, archivero del Ayuntamiento de Sevilla, en un libro publicado hace ya 23 a?os y en el que se demuestra, utilizando planos y padrones de la ¨¦poca, que en la juder¨ªa de Sevilla no hab¨ªa ni pod¨ªa haber m¨¢s de cuatrocientas o quinientas familias, lo que contradice c¨¢lculos exagerados y est¨¢ de acuerdo con las estimaciones de Klaus Wagner sobre el n¨²mero de v¨ªctimas que caus¨® la Inquisici¨®n de Sevilla en su primera y m¨¢s mort¨ªfera fase de actividad. No encuentro a Wagner en la bibliograf¨ªa de Los or¨ªgenes de la Inquisici¨®n, ni tampoco los numerosos libros de tema inquisitorial de Juan Bl¨¢zquez Miguel, uno de los cuales, como m¨ªnimo, Inquisici¨®n y criptojuda¨ªsmo, es indispensable para el c¨¢lculo de las v¨ªctimas.
Y as¨ª llegamos al ¨²ltimo de los puntos que me propon¨ªa abordar. Es cierto que Netanyahu no compara expl¨ªcitamente la Inquisici¨®n espa?ola con el holocausto hitleriano, pero al sugerir (no concretar ni demostrar) que sus v¨ªctimas fueron decenas de miles la aproxima bastante, teniendo en cuenta que el campo en que operaron los nazis era incomparablemente mayor y m¨¢s poblado que el de la Inquisici¨®n espa?ola. Lo que s¨ª pod¨ªa haber sugerido Netanyahu para probar su afirmaci¨®n de que la Inquisici¨®n espa?ola fue la peor de todas (a m¨ª me parecen todas igualmente perversas) es que sus efectos iban m¨¢s all¨¢ de las condenas capitales a trav¨¦s de las repercusiones familiares, los sambenitos y, m¨¢s tarde, los estatutos de limpieza de sangre, que muchos de los afectados se dieron trazas para eludir mientras que otros quedaron presos en la red.
Una observaci¨®n final: yo no soy un detractor de Netanyahu; sigo con inter¨¦s su obra desde el Isaac Abravanel, que me parece la mejor, y nada me agradar¨ªa m¨¢s que llegar a un acuerdo sobre los puntos discutidos.
Antonio Dom¨ªnguez Ortiz es miembro de la Real Academia de la Historia.
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