Hipotecas y fantasmas JOSEP RAMONEDA
La derecha ha obtenido la m¨ªtica legitimidad de los diez millones de votos. Puede dar por enterrados los fantasmas que la persegu¨ªan. En ellos deber¨ªa estar pensando Aznar cuando dijo que el 12-M enterraba la guerra civil como arma pol¨ªtica. Ha sido curioso durante esta campa?a verificar la desconfianza sobre el reconocimiento de su propia ideolog¨ªa que la derecha ten¨ªa. Algunos de sus m¨¢s distinguidos tenores (el propio Aznar, Piqu¨¦ o Te¨®fila Mart¨ªnez) han insistido en que los progresistas eran ellos e incluso se han atrevido a enarbolar la palabra revoluci¨®n, como si sospecharan que el lenguaje de la izquierda todav¨ªa era el que concitaba las adhesiones ideol¨®gicas. Aznar se siente aliviado: el 12-M entierra pol¨ªticamente el pasado de la derecha. Pero esto redobla su responsabilidad. Creer que los diez millones son un salvoconducto a la impunidad ser¨ªa repetir el error de los socialistas: puesto que somos los buenos, los ¨²nicos dem¨®cratas de verdad, todo nos est¨¢ permitido.Despu¨¦s del 12-M nuevos t¨®picos han venido r¨¢pidamente a sustituir a los viejos. Nuevos t¨®picos, como el fin de las ideolog¨ªas o la obsolescencia de la divisi¨®n derecha-izquierda, que son tan rancios como los que acaban de caer. Hemos asistido a la ratificaci¨®n pol¨ªtica de un cambio de ciclo econ¨®mico, social y cultural. Y es ello lo que se ha reflejado en las urnas. Ha habido voto ideol¨®gico -y mucho-; por ejemplo, el de los que acudieron a votar en masa contra el pacto de la izquierda para que no volvieran los rojos. Al pleno de su voto ideol¨®gico (de la derechona al liberalismo) el PP ha sumado el voto conservador, en sentido m¨¢s psicol¨®gico, del que tiende a votar al que gana. Un voto muy importante en Espa?a que Aznar ha trabajado eficazmente durante estos cuatro a?os y que fue, en parte, el voto que permiti¨® a Felipe Gonz¨¢lez alargar tres a?os m¨¢s de lo razonable. Y, a todo ello, se ha a?adido lo que podr¨ªamos llamar "el voto de la hipoteca". Es, en parte, voto joven. Y el m¨¢s vol¨¢til. Se trata de ciudadanos que no ten¨ªan empleo y lo consiguieron en estos a?os, que se han podido comprar un piso con una hipoteca a bajo inter¨¦s. En ellos las consecuencias positivas del nuevo ciclo econ¨®mico coinciden con el fin del ciclo cultural. Porque para ellos el franquismo e incluso la transici¨®n forman parte de las batallitas de los pap¨¢s. De ah¨ª a deducir que estas generaciones son m¨¢s conservadoras o que el ciudadano Nif es el modelo universal hay un abismo. Este voto que el PP ha recibido ahora se puede evaporar cuando los tipos de inter¨¦s suban y el endeudamiento les asfixie o cuando las desigualdades creadas por el modelo triunfante empiecen a hacer mella en la cohesi¨®n social.
Si el PP mata fantasmas, el PSOE no debe dejarse atrapar por los suyos. Ni por los nuevos t¨®picos. Los partidos pol¨ªticos son m¨¢quinas muy lentas que, a menudo, necesitan tocar fondo para rectificar. El miedo hist¨®rico de este pa¨ªs a la derecha le permiti¨® resistir sin mirarse al espejo, sin querer aceptar lo muy ajado que estaba. El embrollo de estos ¨²ltimos cuatro a?os se debi¨®, en buena parte, a no tener resuelto el problema principal: un proyecto que explicar a la gente. Lo de siempre se hab¨ªa hecho definitivamente casposo. Y la derecha dej¨® de dar miedo. Para reconstruir un proyecto y encontrar un l¨ªder que lo encarne se necesita perder el miedo al desorden. Muchos dirigentes querr¨ªan para s¨ª el modelo de partido de Aznar. Un partido jerarquizado, casi militarizado, donde el que se mueve no sale en la foto y todos hacen la voluntad del se?or. En los tiempos de Guerra, el PSOE tambi¨¦n era as¨ª -aunque con dos cabezas- y fueron sus mejores momentos. Pero el PSOE necesita romper el quiste burocr¨¢tico de Ferraz, donde se estrellan tantas renovaciones. Se puede buscar una personalidad que entre sin contemplaciones en el PSOE, como hizo Aznar en esta tierra yerma que era el partido de Fraga. Pero hay otros modelos, construidos sobre la base del debate pol¨ªtico abierto y del compromiso. El franc¨¦s, por ejemplo. Algunos vaticinaron su hundimiento cuando Mitterrand dej¨® de ser la referencia. Ah¨ª est¨¢, gobernando y con un l¨ªder que no es precisamente un ni?o.
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