Matar al mensajero
Seguramente alguno de ustedes se acordar¨¢ todav¨ªa de M¨¢gico Gonz¨¢lez, futbolista que fue del Atl¨¦tico de Madrid y del C¨¢diz, cuando, en respuesta a la pregunta banal (como casi todas) de un reportero deportivo sobre cu¨¢l cre¨ªa que hab¨ªa sido la principal causa de que perdiera su equipo, respondi¨®: fundamentalmente porque nosotros no hemos metido ning¨²n gol y ellos nos han hecho tres. Mayor precisi¨®n, imposible. Extrapolado al momento presente, M¨¢gico sentenciar¨ªa, sin dudarlo, que el PSOE ha perdido porque apenas ha sacado 8 millones de votos, mientras que el PP ha ganado porque obtuvo m¨¢s de 10. Argumento irrefutable, desde luego.Sin embargo, como ocurre con los partidos de f¨²tbol, el verdadero problema no es haber perdido (hay muchas elecciones a lo largo de nuestra vida ¨²til), sino no entender sus aut¨¦nticas causas. Por ejemplo, ahora todo el mundo habla de renovaci¨®n, desde Almunia hasta el ¨²ltimo militante; me parece magn¨ªfico, pero tal vez habr¨ªa que afinar un poco m¨¢s: ?renovaci¨®n de qu¨¦?, ?del mensaje o del mensajero? Preguntas bastante procedentes, porque, con algunas variaciones, todos han acabado proclamando que, bien no hemos sido capaces de hacer llegar nuestro mensaje (versi¨®n oferta), o bien que el mensaje no ha sido entendido (versi¨®n demanda); en definitiva, que hay que renovar el mensaje.
Me temo, pues, que ahora se har¨¢ un congreso y se discutir¨¢, hasta altas horas de la madrugada, en torno a cuestiones tales como si se ha entendido el mensaje de la uni¨®n de la izquierda, o si se deber¨ªa retomar, de nuevo, el mensaje de centro; si el PSOE ha lanzado un mensaje algo jacobino (por centralista), como se piensa por aqu¨ª, o, por el contrario, un mensaje demasiado plural y poco estatalizante, como afirma Savater; si el mensaje ha sido demasiado catastrofista o demasiado light; antiguo, o demasiado moderno. En suma, la renovaci¨®n a trav¨¦s de la hermene¨²tica del mensaje, podr¨ªa titularse la pr¨®xima representaci¨®n, en sesiones de tarde y noche.
No ser¨¦ yo el que reste importancia a los mensajes, porque la tienen, sin duda. Aparecer como la izquierda, los buenos, frente a la derecha, los malos, es algo que ya requiere algo m¨¢s de explicaci¨®n a los electores, a riesgo de ofender su sentido com¨²n. Mantener, durante tanto tiempo, que somos la izquierda moderada y luego pactar con quienes creen que el empleo se soluciona con el establecimiento de la jornada de 35 horas por decreto, y sostienen que la Uni¨®n Europea no es m¨¢s que un pacto de mercaderes, o que Milosevic, al fin y al cabo, no es m¨¢s que un dem¨®crata acosado por el imperialismo yanqui, son p¨ªldoras de dif¨ªcil digesti¨®n. Embarrancarse en la discusi¨®n de la gesti¨®n econ¨®mica de un gobierno que, si por algo ha sobresalido es por hacer una m¨¢s que aceptable gesti¨®n econ¨®mica, y olvidarse de concretar un n¨ªtido y contundente paquete de valores pol¨ªticos alternativos, tampoco es muy de recibo. Y as¨ª sucesivamente.
Pero, en mi modesta opini¨®n, expresada desde esta periferia un tanto provinciana que nunca cuenta para nada, el problema de fondo no est¨¢ tanto en el mensaje como con el mensajero. De otra manera: lo que le sucede al PSOE es que tiene un problema agudo de credibilidad. Cuando uno se presenta como el valedor de los valores democr¨¢ticos y del bien com¨²n frente a una opci¨®n pol¨ªtica regida, seg¨²n se dice, por el inter¨¦s particular, la omnipresente econom¨ªa, la acumulaci¨®n de poder y el desprecio a los valores de la tolerancia, la solidaridad y la igualdad, se necesita que quienes as¨ª se ofrecen, y el propio instrumento a trav¨¦s del cual se ofrecen, sean, fundamentalmente, cre¨ªbles. Y la credibilidad no se gana con el f¨¢cil recurso a la historia centenaria o a clis¨¦s del tipo: que viene la derecha de siempre; lo cual, adem¨¢s de ser falso, es in¨²til, porque la mayor¨ªa del electorado ni siquiera ha conocido el referente hist¨®rico al cual se alude.
Por muchas vueltas que se quieran dar, el PSOE no puede continuar siendo dirigido por una burocracia salida de componendas, todo lo leg¨ªtimas que se quiera, entre grupos de familias, cuando no de intereses personales a la b¨²squeda o perpetuaci¨®n en el esca?o; respaldadas todas, eso s¨ª, por un congreso con numerosas tarjetas a mano alzada. Demasiado visibles, para ser democr¨¢ticas. Los problemas de la democracia se resuelven con m¨¢s democracia, no con menos, como, por cierto, parece propugnar Rodr¨ªguez Ibarra que tanto admira la disciplina aznarista. Tambi¨¦n Anguita ha ejercido la disciplina y mire c¨®mo le va.
Y, desde luego, si lo que se desea realmente es que el instrumento partidario (el mensajero) empiece a ser cre¨ªble, resulta imprescindible dar un giro de 180? al procedimiento. O sea, comenzar por el principio... pero al rev¨¦s. Lo cual, en mi opini¨®n, no puede significar otra cosa sino convocar primarias (sin prisas y con los procedimientos bien regulados) para elegir secretario general y candidato a presidente del gobierno; y s¨®lo entonces, una vez obtenida la legitimidad de militantes y simpatizantes (que tambi¨¦n deben votar), que se convoque el congreso. Es en ese momento cuando el secretario general elegido debe proponer su equipo y su programa, el cual, ahora s¨ª, debe ser debatido a fondo. De ah¨ª, a los mensajes que tanto preocupan, no habr¨¢ m¨¢s que un peque?o paso. As¨ª de sencillo... y de dif¨ªcil a un tiempo.
Sobra decir que, en este contexto, resultar¨¢ bastante irrelevante la novedad de la cara del nuevo l¨ªder o su fecha de nacimiento, en la medida en que su legitimidad viene avalada por un m¨¦todo de elecci¨®n que todos deben reconocer y asumir sin excusas de ning¨²n tipo. Lo que, desde luego, resultar¨ªa dif¨ªcil de aceptar es seguir proclamando que nosotros no somos los de antes, siendo, mayoritariamente, los de antes. O que somos m¨¢s dem¨®cratas y honestos que la derecha, mientras anulamos congresos, destruimos las primarias, y seguimos manteniendo una burocracia dirigente que utiliza las bases tan s¨®lo para su refrendo. O cuando, en fin, la imagen m¨¢s frecuente que se transmite al ciudadano, sobre todo al m¨¢s joven, es la del pol¨ªtico aferrado al cargo o a su esca?o.
En resumen, si de verdad se desea una renovaci¨®n en el PSOE, el n¨²cleo de la decisi¨®n debe pasar, sin m¨¢s dilaciones ni reticencias, de los actuales dirigentes, a los militantes y simpatizantes, uno por uno. Lo que, m¨¢s o menos, viene a ser equivalente a asumir que la tarea m¨¢s prioritaria ahora no es reformular los mensajes, sino matar, definitivamente, al mensajero. Metaf¨®ricamente hablando, se entiende.
Y respecto del PP, yo no me preocupar¨ªa mucho; es sabido que el poder es el mayor enemigo de su due?o.
Andr¨¦s Garc¨ªa Reche es profesor titular de Econom¨ªa Aplicada de la Universidad de Valencia.
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