Sostiene Card¨²s SERGI P?MIES
Sostiene Salvador Card¨²s que, antes de elegir el t¨ªtulo definitivo de su libro El desconcert de l'educaci¨® (Edicions la Campana), hab¨ªa barajado otros 160, lo que demuestra hasta qu¨¦ punto aplica la duda met¨®dica como procedimiento de trabajo. Eso cont¨® en el restaurante Via Veneto, durante el aperitivo de presentaci¨®n del libro, tras escuchar c¨®mo Xavier Rubert de Vent¨®s sosten¨ªa que hay que luchar contra el fatalismo profesional (tan extendido en el ¨¢mbito educativo) y que es peligroso ir anunciando cat¨¢strofes porque se corre el riesgo de que ocurran. Y, con la amenidad del profesor que hace bien en no renunciar a esta virtud, a?adi¨® Rubert que, a trav¨¦s de la perpleja observaci¨®n del planeta educativo, el libro de Card¨²s amplia su onda expansiva hacia el infinito territorio del desconcierto en general.Sostiene Card¨²s (Terrassa, 1954) que es nocivo enfrentarse a los problemas educativos con una actitud catastrofista y que convendr¨ªa rebajar los niveles de culpabilidad de ense?antes, padres y alumnos sin por ello abdicar de la responsabilidad de cada uno. Y escribe: "A menudo tengo la impresi¨®n de que en la escuela se hacen permanentes reformas en lo que es relativamente secundario porque nadie se atreve a tocar lo fundamental". Para apuntalar sus tesis, sostiene Card¨²s que hay que hacerse muchas preguntas en lugar de comulgar con respuestas f¨¢ciles, huir de las recetas te¨®ricas e ir capeando -sin miedo a llevarse por delante alg¨²n que otro tab¨²- los retos educativos.
A lo largo de 11 cap¨ªtulos y una introducci¨®n, sostiene Card¨²s que la educaci¨®n ofrece una saturaci¨®n de objetivos que genera una capacidad de emitir mensajes superior a la aptitud para asimilarlos. La masificaci¨®n (que iguala a la baja y disfraza de tolerancia lo que s¨®lo es condescendencia) agrava algunos de los males que pretende combatir. Si a eso le a?adimos una pedagog¨ªa te¨®rica alejada de la realidad -que, con su verborrea, abruma a los educadores- y un progresismo ful que moraliza o paraliza la capacidad de iniciativa, es normal que los que se dedican a la ense?anza (y, por contagio, los padres) sucumban a la tentaci¨®n de dejarse arrastrar por la corriente.
En lo familiar, sostiene Card¨²s que la rutina es buena si sirve para racionalizar el uso y abuso del tiempo libre. Y que, "ya que nadie parece dispuesto a tirarla por la ventana", conviene desdramatizar la relaci¨®n de los hijos con la televisi¨®n y utilizarla no como sat¨¢nico artefacto, sino como instrumento de entretenimiento, balc¨®n por el que respirar un poco de aire, aunque sea contaminado (una tesis parecida a las del libro Laissez-les regarder la t¨¦l¨¦, de Fran?ois Mariet, que escrib¨ªa: "Uno no va a la escuela a divertirse, del mismo modo que no mira la televisi¨®n para instruirse, lo que no impide que uno pueda divertirse en la escuela o instruirse viendo la televisi¨®n. Oponer televisi¨®n y escuela es equivocarse de problema cultural").
En su libro, sostiene Card¨²s que "la falta de criterios educativos se ha querido hacer pasar como el ¨²nico buen criterio a seguir" y, m¨¢s adelante, que "en eso de los valores, antes que el serm¨®n moralista de un farsante, prefiero el ejemplo honesto del que no sabe bailar otra m¨²sica que la que suena. Es decir, prefiero un conservador honesto a un progresista mentiroso". Durante la presentaci¨®n, y ante un grupo de periodistas y colegas (Paco Escribano, Francesc Garriga, Emili Teixidor...), Card¨²s abund¨® en la cuesti¨®n de los valores y expres¨® su temor a que su discurso pueda ser simplificado por la pringosa etiqueta de conservador. Pero su temor son¨®, en el fondo, al sano deseo de querer provocar un debate que deber¨ªa despertar apasionadas adhesiones y francas matizaciones. ?sa es la mayor virtud del libro: cuestionar el paisaje no desde la acomodada distancia te¨®rica -estados mayores de la pedagog¨ªa desde los cuales sesudos generales van clavando banderitas sobre un campo minado de fuerzas asustadas-, sino desde la experiencia. La experiencia que otorga, tras a?os de observaci¨®n y dudas razonables, haber llegado a la conclusi¨®n no s¨®lo de que hoy empieza todo sino de que, si se cuestionan t¨®picos y verdades absolutas, incluso puede que ma?ana sea otro d¨ªa.
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